Central Nuclear de Almaraz
La investigación del apagón sustenta la defensa de Almaraz en un momento clave para el futuro de la nuclear
Los técnicos recalcan que, cuando los márgenes se han estrechado por la incorporación de renovables, esta tecnología es la que más inercia, y por tanto estabilidad, ofrece al sistema
La investigación del apagón que se realiza en el Senado ha encontrado motivos para la defensa de Almaraz en un momento clave para el futuro de la planta atómica. Tanto Iberdrola como Endesa, sus principales propietarias, han defendido la conveniencia de prorrogar la vida de las centrales atómicas, tanto antes como después del cero energético del pasado 28 de abril.
La central tiene previsto presentar, antes de que acabe octubre, la documentación de licenciamiento de cese de explotación de la Unidad 1, como establece la normativa. Ello sin perjuicio de que sus compañías titulares puedan presentar en los próximos días una propuesta formal para extender su vida operativa al menos hasta 2030.
Antes de la tensa comparecencia esta semana de la directora general de operaciones de Redeia, Concepción Sánchez Pérez, su predecesor en el cargo, Miguel Duvison explicó en sede parlamentaria que las fuentes síncronas de generación, entre ellas la nuclear, son la base de funcionamiento seguro de cualquier generador eléctrico.
Menores márgenes
«El sistema se sostiene porque hay una parte síncrona mínima que hace falta para que todo funcione. Hace falta un mínimo de inercia», explicó Duvison. «La proporcionan las que más las nucleares, con una inercia constante que está entre los seis y los siete segundos; los grupos de carbón que casi no quedan, los ciclos combinados, con 4,2 segundos; las hidráulicas, 3,5, y la fotovoltaica y eólica no tienen porque se conectan con electrónica de potencia».
«De todo esto –añadió– tiene constancia el regulador. Si no todos los miembros del equipo cumplen, como la componente no síncrona, los márgenes que tenemos para aguantar el sistema ante perturbaciones o incidencias son mucho menores», aseguró el ex directivo de Redeia.
Duvison también dejó claro que, «con la tecnología actual no es posible un sistema que no tenga un componente síncrono», a pesar de los avances en grid forming, esto es, la emulación de inercia por parte de la fotovoltaica o la eólica. «Tendrá que avanzarse en estas tecnologías para ver cuanto se puede ir prescindiendo de generación síncrona», señaló.
El experto defendió que solo la tecnología hidroeléctrica podría llegar a suplir a la nuclear y al gas, con tecnología de bombeo. Para su despliegue, sin embargo, será preciso el despliegue del largamente retrasado mercado de capacidad, que remunerará la potencia instalada independientemente de si produce energía o no. Sin esto en activo –el balón lleva meses en el tejado de Bruselas– las cuentas no salen.
Duvison también puso sobre la mesa una herramienta con la que el Gobierno puede acabar decantando la balanza para mantener abiertas las nucleares. Esta se encuentra en el artículo 53 de la Ley del Sector Eléctrico, que establece claramente que «la transmisión y cierre definitivo de las instalaciones de transporte, distribución, producción y líneas directas, así como el cierre temporal de las instalaciones de producción requerirán autorización administrativa previa».
Es decir, ninguna planta española cerrará si, en último extremo, no lo quiere la vicepresidenta y ministra Sara Aagesen. Una bala de plata que podría ser decisiva ante una situación de enroque, en la que las eléctricas piden una rebaja de impuestos, tras haberse disparado un 70 % desde 2018 y el Gobierno se ve atrapado por las demandas de sus socios y propias actuaciones anti nucleares.