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Ana Samboal, durante su entrevista en El Debate

Ana Samboal, durante su entrevista en El DebateAlfonso Úcar

Ana Samboal: «La clase media cumplió con todo y, a cambio, ha recibido precariedad y ansiedad»

En El final de la clase media, la periodista retrata a una generación que hizo todo «bien» y, sin embargo, ve cómo se aleja la prosperidad

«Puedo escribir un libro de teoría o puedo dar caza a sus historias… porque son realistas, tanto que son reales». Ana Samboal eligió lo segundo. En El final de la clase media (Almuzara, 2025) radiografía, a través de vidas cotidianas, el desmoronamiento de la clase media española.

Lo que comenzó como una observación de su entorno –sobrinos, amigos, compañeros que no podían acceder a una vivienda o sostenían su vida a crédito– terminó convirtiéndose en un diagnóstico sobre el país. «La clase media cumplió con todo: estudió, trabajó y ahorró. Y, a cambio, ha recibido precariedad y ansiedad», resume Samboal.

El proceso, advierte, no fue repentino. «Ha sido una degeneración paulatina que arranca con la crisis económica. Entonces se induce una devaluación salarial desde el poder, porque no se podía devaluar la divisa. La única forma de empobrecer al país fue empobrecer a los trabajadores». Después llegó la inflación, la presión fiscal y el aumento del gasto público: «En lugar de estimular la riqueza, los gobiernos se tiraron al bolsillo del ciudadano. Drenaron capacidad de inversión y ahorro. Así se empobrece una sociedad».

La vivienda es el epicentro de esa erosión. Los precios crecieron mientras los salarios se estancaban y el crédito se restringía. «Has encarecido tanto la construcción, con tantos impuestos al promotor y al comprador, que ya no compensa. Y el acceso al crédito se ha endurecido. Todo conduce al mismo sitio: el empobrecimiento de las familias».

Definir qué es clase media fue el reto más difícil del libro. Samboal recurrió a la definición de la Fundéu –«quien puede cubrir alimentación, energía, transporte y vivienda»–, aunque admite que hoy pocos cumplen esas condiciones. «El país era más pobre, pero tenía menos pretensiones. Antes heredar la ropa o los libros era normal. Hoy quien viviera así se consideraría clase baja. Nos hemos vuelto más exigentes, pero con menos recursos».

Hoy encontrar un carpintero es como esperar a los Reyes Magos

La autora ilustra ese deterioro con el ejemplo de un ingeniero que «a mediados del siglo XX era rico; a principios de este siglo, clase media; ahora, clase media baja. Con el mismo oficio y la misma formación». Es el resultado de un mercado saturado de títulos y carente de oficios. «El CEO de Nvidia decía hace poco que los ricos van a ser los fontaneros y albañiles. Es cierto. Hoy encontrar un carpintero es como esperar a los Reyes Magos», comenta.

La educación, añade, es otro pilar quebrado. España ha tenido ocho reformas educativas en una década, cada vez más orientadas a facilitar el aprobado. «No puedes integrar al alumno que se queda atrás bajando el nivel. Lo que haces es aburrir a los mejores. Estamos repartiendo la miseria».

Ana Samboal, durante su entrevista en El Debate

Ana Samboal, durante su entrevista en El DebateAlfonso Úcar

El resultado es una fuga de talento. «Gastamos un dineral en formar a jóvenes brillantes para que se vayan a producir fuera. Y luego nos lamentamos de que no regresen». El problema, sostiene, es estructural: «Nuestro tejido productivo es muy pobre. Empresas fabulosas hay, pero se cuentan con los dedos de una mano».

El sector público está asfixiando al privado

En el mercado laboral, los datos confirman la tendencia: dos tercios de los trabajadores cobran menos de dos salarios mínimos. «Las empresas pagan más por cada empleado, pero esa subida se la lleva Hacienda o la Seguridad Social. El sector público está asfixiando al privado», denuncia.

A esa presión se suma un intervencionismo creciente. «Todos los gobiernos tienen vocación de control, pero ninguno había llegado tan lejos. Torpedear una opa o entrar en el capital de las empresas para dirigirlas desde dentro no tiene sentido. Lo más grave no es que lo hagan, sino que no lo expliquen».

Para Samboal, esa falta de rendición de cuentas es el síntoma final de un Estado que se ha distanciado de sus ciudadanos: «La democracia es un régimen de opinión pública. Si el Gobierno no da explicaciones sobre lo que hace con nuestro dinero, deja de ser un servicio y se convierte en un poder que no se siente obligado a responder».

Samboal recuerda que la clase media «cumplió con todo: estudió, trabajó y ahorró», pero a cambio «ha recibido precariedad y ansiedad». No obstante, el libro no es un lamento, sino una advertencia. «La clase media era el pegamento que mantenía unida a la sociedad y, si se deshace, lo que se rompe no es solo un modelo económico, sino nuestra convivencia», concluye.

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