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18 de mayo de 2024

LOS RIDÍCULOS DE LA EDUCACIÓNJosé Víctor orón semper

La presunción de empatía

La probabilidad de conocer al otro es realmente baja, por no decir nula. «Nadie conoce mi dolor, porque nadie tiene mi dolor», decía Spaemann

Actualizada 04:30

La empatía, aunque es un término inventado desde la psicología a principios del 1900, quiere expresar cierta valoración por la vida interior de los demás. Los motivos que pueden llevar a tener tales deseos pueden ser muchos. ¿Pero es posible ser empáticos? ¿Desear serlo es suficiente para serlo? ¿Y ese supuesto conocimiento y/o vivencia es una ayuda o un estorbo en la relación interpersonal?
En la comunicación humana la empatía se presenta como crucial. La activación del cerebro cuando dos personas entran en sincronía entre quien habla y quien oye es muy similar a las sincronías que se dan cuando se declara estar viviendo una experiencia empática. Que profesor y alumno, alumno con compañeros o los padres con los hijos entren en sintonía es ciertamente deseable. Da gusto cuando se está con alguien con quien se tiene la experiencia de estar compenetrados porque «nos estamos entendiendo» y se busca lo mismo. Pero, ¿la empatía es ayuda o estorbo en tal propósito de la compenetración y del propósito compartido? ¿Es la empatía quien crea ese estado o es ese estado quien crea la empatía? Dicho de otra forma, ¿es causa o efecto?
Una vez hicieron una investigación en el que a un grupo de adultos le pedían dos tipos de valoraciones. En un caso, la valoración consistía en determinar cuál de las dos barras eran de mayor grosor. En otro caso, la valoración consistía en determinar qué sentía la persona a la que se le presentaba en una imagen. Al acabar, se les preguntaba dónde creían ellos que habían acertado más y cómo de empáticos se valoraban a sí mismos. El resultado es que casi todos confiaban más en sus valoraciones emocionales en las que tenían que ejercer la empatía que cuando se les pedía valorar el grosor de las barras. Pero los resultados mostraron lo contrario: la gente acertaba más en las valoraciones de espesores que en las valoraciones empáticas. Además, se descubrió que cuanto más empáticos se declaraban, resulta que mayores eran sus errores en las valoraciones emocionales. ¡Vamos, que la mayor garantía para ser empático es no considerarse empático!
La probabilidad de conocer al otro es realmente baja, por no decir nula. «Nadie conoce mi dolor, porque nadie tiene mi dolor», decía Spaemann. Raya la falta de respeto decir que se cree conocer lo que el otro vive.
semper

Cuando se cree conocer al otro, en el mejor de los casos, lo que se hace es encajar la situación del otro en estereotipos que tiene el observador y que no sirven ni para atender la generalidad ni la particularidad. Los estereotipos son esas simplificaciones de la realidad en las que por facilitar la comprensión se reduce la complejidad pero con la contrapartida que se deforma la realidad y lo único que se conoce es lo que hay en la cabeza de uno, pero no en la realidad.
Digamos que uno percibe ciertos comportamientos y expresiones en el otro, y según los esquemas mentales de uno se completa la información. La frase se entiende en el párrafo y el párrafo en el texto completo. Pues de la misma forma los pocos datos que somos capaces de procesar de la realidad del otro necesitan un marco que permita darles sentido y eso lo hacemos desde datos que cada uno extrae de su bagaje personal. Eso hace que en nuestras valoraciones haya mucho de proyección personal. No puede ser de otra forma y está bien que sea así. El problema no está en que conocer al otro esté muy supeditado a la experiencia subjetiva del observador. El problema es que el observador sea un desconocedor de sus propios esquemas y atribuya al otro lo que es una cuestión suya.
La empatía es un término psicológico y reclama de una experiencia de orden personal para entenderse. La experiencia posibilitante de la empatía es descubrirse a uno mismo en el otro y descubrir nuestro destino unido de alguna forma. Se trata de la experiencia fundante de descubrirse como persona, tratado como tal. Al descubrirme como persona en la relación con el otro, me descubro interiormente unido al otro y eso es la base de la empatía. Que, sobre esa experiencia fundante, luego, podamos mentalmente inventarnos términos para diferenciar aspectos, como suelen hacer con los términos empatía, simpatía y compasión, no quiere decir que cada uno exista sin el otro. Salvo que llamemos salud a lo patológico de desintegrar lo que está integrado. Hoy en día se separan esos términos no por atender a la realidad, sino más bien parece que es para la autoprotección, pues se teme ser afectado por el otro.
La alternativa es bien sana: déjate alcanzar por el otro. Sé que hay muchas heridas y malas experiencias que lo desaconsejan. Cada uno verá qué camino podrá hacer. Pero desde luego, si como educador quieres atender a tus hijos o alumnos, ellos necesitan poder alcanzarte y tú a ellos para que pueda darse una verdadera educación y no una simple instrucción.

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