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La educación en la encrucijadaFrancisco López Rupérez

Referencias y recomendaciones para una docencia exitosa

Estas ideas, junto con un conjunto de materiales didácticos de apoyo para los profesores, deberían integrase en los programas de formación tanto inicial como permanente del profesorado, así como en las propias lecturas profesionales de los docentes en ejercicio

En el tiempo presente, el ejercicio de la profesión docente se encuentra condicionado por un contexto social y político altamente complejo, influido por factores que van desde una heterogeneidad creciente de la población estudiantil, hasta el impacto de una crisis de aquellos principios y valores sobre los que reposan, en buena medida, las claves del éxito de la institución escolar.

La efectiva consideración política de la educación como principal instrumento de movilidad social, la importancia del esfuerzo y la dedicación al estudio, el respeto a la autoridad del profesor o la valoración del enseñar como actividad principal del profesorado –por encima de las cargas burocráticas perfectamente evitables en tiempos de transformación digital– han decaído, a la vez que se incrementaban las expectativas sobre las funciones del profesorado, en número y variedad. El conflicto, pues, entre una realidad cada vez más complicada de gestionar y unas expectativas cada vez más elevadas, está servido y su superación no será, desde luego, una cuestión de fácil solución, carente de importancia, o de esas que se resuelven solas.

Por otra parte, la inspiración ideológica en España de las políticas educativas no ha hecho más que crecer, alimentando así una tendencia, muy propia del ámbito educativo, que se caracteriza por la existencia de creencias firmes, las cuales, como han señalado T. Burns, y F. Köster, F. en Governing Education in a Complex World. Educational Research and Innovation. (OECD, 2016), «producen opiniones sobre lo que funciona y lo que no, que se sitúan al margen de los hallazgos de la investigación».

Justamente en este contexto complejo, con repercusiones escolares de difícil gestión, tanto las políticas educativas como la práctica docente deberían apoyarse intensivamente en el conocimiento y en la evidencia. Es esa la manera en que otras disciplinas –que comparten con la Educación el hecho de poseer una dimensión aplicada con un importante impacto social– han incrementado históricamente su grado de acierto, han mejorado su contribución a los individuos y a la comunidad y, en consecuencia, han aumentado su reconocimiento por parte de la sociedad.

En el pasado mes de septiembre, Narcea Ediciones publicó la versión en español de la última obra de John Hattie que, precisamente por todo lo anterior, merece la pena glosar aquí. Y es que John Hattie puede ser considerado, sin ningún género de dudas, como el campeón de la evidencia empírica sobre los factores asociados al rendimiento de los alumnos en la educación escolar. A lo largo de tres décadas, ha desarrollado un auténtico programa de investigación, recopilando evidencias empíricas que se basan en miles de metaanálisis, que agrupan un centenar de miles de investigaciones empíricas y que se extienden, en su conjunto, sobre el comportamiento de cientos de millones de alumnos. Pero en la obra que aquí se comenta, el profesor Hattie da un paso más allá y decanta todo ese esfuerzo científico en un conjunto de mensajes principales, basados en evidencias, que resultan de sumo interés para lograr una docencia exitosa.

Bajo el título Diez marcos mentales del aprendizaje visible. Criterios de éxito para docentes de alto impacto, John Hattie, junto con su colaborador Klaus Zierer, recurren al concepto de «marco mental», introducido por George Lakoff como «estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo». Esta noción, que ha tenido un gran éxito en el ámbito de la política, es aplicada por Hattie a la educación, en este caso como «convicciones profesionales complejas basadas en evidencias». En tanto que convicciones –que abarcan creencias, valores y concepciones, así como sus interrelaciones– son complejas. Pero esa complejidad de los marcos de Hattie ha de abrazar, necesariamente, una aproximación que es característica de las profesiones maduras y que consiste en compartir un conocimiento especifico experto, basado o informado por evidencias.

Hay dos rasgos principales que reflejan el itinerario intelectual de los autores en la obra. En primer lugar, la consideración de la docencia como «una actividad esencialmente ética»: la actividad de un profesorado que aporte a su función «pasión por mejorar la experiencia de aprendizaje de los alumnos». Y, junto a ello, una sólida adhesión a una racionalidad de corte científico, racionalidad que se ve proyectada en todo el libro.

Los «marcos mentales» que se proponen incluyen las siguientes ideas principales que emergen de la evidencia:

• Pensar y evaluar el impacto de la docencia sobre el aprendizaje de los alumnos.

• Considerar importante la evaluación como fuente de información y de cambio para la mejora de la práctica docente.

• Trabajar colaborativamente y con sentido de comunidad.

• Considerarse un agente de cambio, desde el convencimiento de que todos los alumnos pueden mejorar.

• Esforzarse en plantear el aprendizaje como un desafío y los errores como oportunidades para aprender.

• Ayudar a los alumnos a comprender el feedback, a interpretarlo y a actuar en consecuencia.

• Promover el diálogo y mantener un equilibrio adecuado entre hablar y escuchar.

• Informar con claridad a los estudiantes sobre cuáles son los criterios de éxito.

• Establecer relaciones positivas con ellos.

• Centrarse en el aprendizaje y en utilizar un lenguaje adecuado.

Estas ideas contenidas en el texto, junto con un conjunto de materiales didácticos de apoyo para los profesores, deberían integrase en los programas de formación tanto inicial como permanente del profesorado, así como en las propias lecturas profesionales de los docentes en ejercicio; profesores que, de acuerdo con la evidencia aportada reiteradamente por el mismo Hattie, constituyen el factor crítico por excelencia de la calidad de los resultados de los alumnos.

Si como señala Lakoff, «el cambio de marco es el cambio social», un cambio de los marcos mentales del profesorado, alineados con las evidencias que aporta la obra, mejorará la educación y terminará mejorando la sociedad.

• Francisco López Rupérez es director de la Cátedra de Políticas Educativas de la UCJC y expresidente del Consejo Escolar del Estado

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