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Mathieu Bock-Côté

Mathieu Bock-CôtéCreative Commons

Cuando la editorial de referencia de Vox publica a un defensor del soberanismo catalán

El ensayista quebequés Mathieu Bock-Côté tomó partido en repetidas ocasiones a favor del referéndum ilegal y de sus promotores. «La Constitución española es ilegítima», escribió

Mathieu Bock-Côté, quebequés de 41 años, doctor en Sociología por la Universidad de Montréal, acumula casi dos décadas de relevancia mediática en el mundo francófono gracias a un pensamiento «políticamente incorrecto» y desacomplejado que planta cara a la izquierda en la batalla cultural. Los títulos de sus últimos tres libros despejan cualquier duda acerca de su orientación doctrinal y de los fines que persigue: «El multiculturalismo como religión política», «El Imperio de lo políticamente correcto» y «La Revolución racialista y demás virus ideológicos», una crítica en toda regla al pensamiento «woke», que salió a la venta el pasado verano.

En español solo está disponible «El imperio de lo políticamente correcto», publicada por «Homo Legens», una editorial estrechamente vinculada a Vox, en cuyo catálogo figuran decenas de obras del pensamiento conservador, tanto del clásico como del contemporáneo. De ahí que, en principio, no resulte extraño que difundan en España un ensayo que ha sido un éxito de ventas en Quebec y en Francia. El problema estriba en que Bock-Côté, partidario desde hace años de la independencia de Quebec, ha brindado reiteradamente a lo largo de los últimos años su apoyo a la autodeterminación de Cataluña.

El Debate se ha detenido en las tres columnas que en 2019 dedicó a la cuestión catalana en «Le Journal de Montréal». El 13 de febrero de aquel año, bajo el título «Un procès honteux» (Un juicio vergonzoso) se compadecía de los líderes catalanes procesados por sedición en el Tribunal Supremo. «En nombre de una visión jurídica terriblemente estrecha, Madrid se ha empeñado en anular la voluntad que solo pide una cosa: gobernarse a sí mismo. Dicho en otras palabras, la democracia ha sido asfixiada en nombre del Estado de Derecho».

Marco jurídico obsoleto

A continuación describe a la Constitución española y a las instituciones que de ella emanan como «un marco jurídico obsoleto, fosilizado y retrasado que ha servido para contener un impulso nacional». Más adelante reflexiona sobre el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, «cuando el Estado español decidió reprimir de la manera más brutal que pueda darse a un pueblo que decidió organizar una consulta sobre su autodeterminación nacional».

«No nos hagamos ilusiones», añadía, «Carles Puigdemont ha perdido su apuesta. Quiso creer hasta el final que España terminaría cediendo ante la presión popular. Quería obligar a España a negociar», pero «olvidaba que la democracia y la justicia no siempre ganan». El 30 de abril siguiente, en una nueva columna, vertía duras críticas al Gobierno federal canadiense por impedir a Puigdemont, prófugo de la Justicia española, la entrada a su territorio.

El ensayista pareció apostar por cierta moderación el 14 de octubre al aseverar que «el derecho de autodeterminación de los pueblos es evidentemente complicado. Se entiende que ningún Estado acepte dejarse trocear. También se entiende que no se pide consentir una fragmentación infinita del mundo». Pero no: según se avanza en la columna, surge la siguiente perla: «La Constitución española es ilegítima de ahora en adelante».

«Quebec no es Cataluña»

Invitado por este diario a comentar sus escritos, Bock-Côté -que desde hace unos meses triunfa en Francia como tertuliano y entrevistador- los asume, si bien desea introducir puntualizaciones. La principal: «No pretendo ser favorable a la independencia de Cataluña en lugar de los catalanes, pues no confundo las cuestiones nacionales: Quebec no es Cataluña, que a su vez no es Escocia; y añado que España es un verdadero país con lógica histórica propia, a diferencia de Canadá, por ejemplo, que es una federación coja, en la que los quebequeses están condenados a desaparecer».

Con todo, prosigue, «creo en el derecho de autodeterminación del pueblo catalán, que tampoco me parece ser una entidad ficticia o artificial». Por eso se mostró favorable a la celebración del referéndum de autodeterminación, «más aún si se tiene en cuenta que no lo pedían solo los independentistas, sino también el conjunto de la sociedad catalana». Acto seguido, afirma sin tapujos que estaba y sigue estando «muy opuesto al enjuiciamiento de los líderes independentistas catalanes».

«Dicho todo ésto, pues no es un detalle», concluye, «no aspiro a inmiscuirme en los asuntos de Cataluña en sí, los analizo en perspectiva quebequesa, para ver en qué se distinguen y en qué coinciden».  

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