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28 de marzo de 2024

Mónica Oltra está imputada por presuntamente encubrir los abusos sexuales de su exmadrido a una menor

Mónica Oltra está imputada por presuntamente encubrir los abusos sexuales de su exmadrido a una menorPaula Andrade

El perfil

Mónica Oltra, el ángel caído en una siniestra alcoba

La vicepresidenta de la Comunidad Valenciana se ha estrellado en un caso sórdido, y con ella ha arrastrado a toda la cofradía del «Hermana yo sí te creo»

Mónica Oltra (Neuss, Alemania, 20 de diciembre de 1969) nació en Renania del Norte como tantos hijos españoles de la emigración, pero la mochila que carga ahora sobre las espaldas pesa más que cualquiera de las maletas trasladadas por su familia para ganarse la vida.
En ella lleva un escandaloso caso de encubrimiento de abusos sexuales, perpetrados por su entonces marido, contra una niña de 14 años supuestamente tutelada en un centro de menores dependiente de su vicepresidencia. El caso la ha obligado a dimitir.
El delito no lo cometió ella, pero todo lo demás probablemente sí: fuera por miedo a que el comportamiento de su pareja le pasara factura o por ayudarle, lo cierto es que las sospechas de que hizo lo posible por encubrirlo le han parecido verosímiles a un juez, a la Fiscalía y al Tribunal Superior de Justicia de Valencia: demasiada artillería para solventarlo con ese mantra, ya manido, de que todo obedece a una conspiración de la ultraderecha.
Incluso aunque el TSJV cerrara el caso finalmente, algo que no parece probable, el estigma prevalecería: miembro ilustre de la Cofradía del «Hermana yo sí te creo», Oltra jamás movió un dedo por la víctima; nunca condenó las barbaridades cometidas por su ya expareja y desde luego no desplegó la contundencia que ella, Montero, Díaz o Belarra sí despliegan para criminalizar al género masculino por si acaso.
Pero si el género tiene nombre y apellidos, como Luis Ramírez Icardi, y es de los suyos; toda la contundencia se transforma en impunidad, amnesia y crueldad: la «hermana», en ese caso, no merece ni una palabra de aliento.
De por qué Oltra actuó así, como poco con inhumanidad y como mucho delictivamente, hay varias teorías, entre las cuales el amor luego roto cotiza al alza. Pero no más que su ambición política, incompatible con un caso que se sumerge en los rincones más oscuros del alma.

El comportamiento de Oltra la ha retratado a ella, pero también a Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero, mudas con una niña objeto de agresiones

Lo cierto es que la prometedora carrera de Oltra al lado de Yolanda Díaz parece haberse acabado, y con ello 38 años de esfuerzo por ser alguien: en 1984, con apenas 15 años, se apuntó a la versión valenciana del Partido Comunista, la ideología que ahora disfraza en la siglas de Compromís, como tantos otros partidos devotos de la hoz y el martillo que se visten de seda pero calzan aún Katiuskas, las botas rusas de la obra lírica de Sorozábal.
Su ascenso fue fulgurante, con tertulias en Madrid de trampolín y un discurso contra Camps o Barberá que no hacía prisioneros y ahora se le vuelve con efecto bumerán: fue ella quien exigía cabezas ajenas y serigrafiaba el rostro de sus rivales en camisetas linchadoras. Y es ella quien pide árnica ahora por comportamientos y excesos que nunca toleró: solo le salva la debilidad de Ximo Puig, con un hermano imputado y más dependiente de Compromís que Sánchez de Podemos.
Mónica Oltra en el pleno de las Cortes Valencianas en 2019 y su lema sobre Camps: "Se busca. Sólo vivo"

Mónica Oltra y su camiseta sobre Camps en 2019: «Se busca. Sólo vivo»EFE

Adiós, Mónica

Pero eso no fue suficiente. Baldoví, Ribó y los jerarcas del politburó de su partido se han puesto en «modo Trotsky» y apretaron el botón nuclear: lo que el PSOE valenciano no se atrevió a hacer, lo hicieron los compañeros de Oltra.
Mónica estuvo once años de su vida apellidándose Jarque Tortajada, los dos apellidos de su madre, porque su padre se había divorciado y no pudo cederle su célebre Oltra hasta que las leyes lo permitieron. Recuperó el tiempo perdido haciendo que su nombre sonara en la Comunidad Valenciana como ningún otro, con un control férreo de la Generalidad que para algunos la han convertido en la presidenta de facto.
Su final recordó que dos de sus películas favoritas tienen nombre de epitafio político: Mi vida sin mí y Las amistades peligrosas, dos títulos que podrá revisitar las veces que quiera ahora que su jubilación forzosa está a la vuelta de la esquina.
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