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20 de abril de 2024

La reina Letizia (c) y la mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez (c-i) posan con los acompañantes de los mandatarios que asisten a la cumbre de la OTAN para la foto de familia de los actos culturales en su honor celebrados en la Granja de San Idelfonso, Segovia

La Reina Letizia (c) posan con los acompañantes de los mandatarios que asisten a la cumbre de la OTAN en la Granja de San Idelfonso, SegoviaEFE/ Ballesteros

La apacible y distante visita de la Reina y sus invitados a La Granja

Los organizadores mantuvieron al público a raya: imposible ver a personalidades

Las calles del Real Sitio de San Ildefonso -es su nombre oficial- estaban apacibles el martes por la noche: solo unas prohibiciones de aparcar en la Alameda y en las inmediaciones del Palacio Real indican la inminencia de un acontecimiento.
Las cosas se precisan a primera hora del miércoles: guardias civiles, policías y escoltas, sin olvidar los potentes automóviles de seguridad, rodean los muros de la que fue residencia campestre de la Familia Real desde Felipe V hasta Alfonso XIII.
El cielo, por su parte, constantemente surcado por un puñado de helicópteros.
Para solemnizar el acontecimiento, un oficial del Escuadrón de Escolta de la Guardia Real, en uniforme de gala -casco de plumas incluido- permanece a lomos de un caballo entre la Colegiata y una de las entradas del Palacio. En cambio, los Alabarderos solo montan guardia en el interior para la Reina y sus invitados.
Que a nadie se le ocurra intentar acceder: en ningún momento se planteó y, cómo advirtió la víspera la subdelegada del Gobierno en Segovia, Lirio Martín, la opción de poder observar a doña Letizia y a los acompañantes de mandatarios de la OTAN era «prácticamente inexistente».
La prohibición no ha impedido a un centenar de ciudadanos -niños de vacaciones recién iniciadas, algunos jóvenes, jubilados o simples paseantes- alinearse en ambos lados de la Alameda. Por si alguno le pasara algo, Protección Civil, Samur y hasta el Real Automóvil Club de España están conveniente y visiblemente representados en las calles.
Hacia las diez y media, aparece una cola de automóviles. Según se va acercando y traspasa la dieciochesca Puerta de Segovia, se percibe que está integrada por todoterrenos negros norteamericanos, rodeados de vehículos de seguridad españoles.
En uno de los negros circula Jill Biden: la primera dama de Estados Unidos, por razones de seguridad, no ha viajado junto al resto en el Ave. Se aprovecha de una logística excepcional: un séquito de alrededor de 900 personas acompaña al inquilino de la Casa Blanca cada vez que viaja al extranjero.
Brigitte Macron, su «homóloga» francesa, se ha quedado en Madrid; por lo tanto, sin poder admirar un palacio y unos jardines que reflejan el estilo de su país.
Una ausencia que importa bien poco al grueso de los habitantes del Real Sitio: la calle de la Reina está tan animada como de costumbre y la Plaza de los Dolores acoge, como cada miércoles, el mercadillo.
Se percibe cierta indiferencia hacia los ilustres visitantes: ¿Por qué, si no se les puede ver?
Vuelta a la Alameda, a su final, a la Plaza de España. Los vehículos de la seguridad norteamericana se ponen en marcha.
El resto de participantes sale discretamente del Palacio. Dirección la Real Fábrica de Cristales segunda y última etapa del periplo ildefonsino.
Los curiosos se desplazan esta vez hacia el Paseo del Pocillo, en la parte baja del municipio. Mejor dicho: hasta donde las fuerzas del orden permiten estar en el Paseo del Pocillo.
Se repite el ritual de la Alameda. La advertencia de Lirio Martín ha surtido efecto. Pero un pequeño baño de multitudes no hubiera estado de más.
Hacia las dos de la tarde, la totalidad del Real Sitio de San Ildefonso recuperó su plena rutina.
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