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29 de marzo de 2024

Momento en que el vehículo sospechoso abandona la zona

Momento en que el vehículo sospechoso abandona la zona

Una huella en unos guantes resuelve el misterioso y brutal asesinato de un anciano en su chalé de Alicante

El asesino de Don Francisco, de 96 años, entró en el chalé de la víctima y le asestó seis puñaladas. La Guardia Civil resolvió el caso sin testigos, ADN o huellas dactilares

Francisco, a sus 96 años, nunca quiso ir a una residencia. Vivía solo en su casa de Alicante, un chalé. Sus hijos se lo permitieron. No fue una decisión gratuita. Todo lo contrario, fue meditada. Valoraron pros y contras y accedieron a darle gusto. El hombre, a pesar de su avanzada edad, tenía muy buena movilidad: caminaba a diario. La cabeza le funcionaba bien y regía a la perfección. Su única debilidad era la visión, que se iba reduciendo, pero consciente de esta limitación, adecuaba su estilo de vida a ese impedimento y como principio básico estaba la prudencia.
El amor de sus hijos hacia su padre les atraía como un imán y le visitaban a diario. Un día de diciembre de 2021, uno de ellos, encontró a su padre tirado en el suelo del porche de entrada de la casa. En un charco de sangre. Frío. Trató de hablar con él, pero no respondía. Parecía inconsciente. En realidad, estaba muerto. Acuchillado. Avisaron a emergencias. Los médicos solo pudieron certificar la muerte. En ese momento, entró a trabajar la Guardia Civil, concretamente el grupo de homicidios de Alicante. A pesar de la meticulosa inspección ocular del crimen, no encontraron huellas dactilares del asesino, ni tampoco ADN, ni había testigos visuales ni auditivos… Un reto formidable localizar al asesino de Francisco.

Solo una habitación desordenada

Al revisar la casa, los agentes se llevaron la primera sorpresa: no faltaba el dinero ni las joyas. Y eso que estaban a la vista. Además, había otro hecho insólito, solo una habitación estaba desordenada: «Cajonera abierta, diversos objetos tirados sobre la cama y diversas monedas esparcidas por el suelo», dice el atestado policial. En el resto no parecía que el agresor hubiese entrado. ¿Una estancia revuelta y no faltaba nada? Finalmente, sí localizaron algo que había desaparecido: un ordenador antiguo, muy antiguo, de esos cuyas pantallas tenían más profundidad que el océano. ¿Quizá en ese ordenador había algún documento confidencial?
Los agentes tomaron declaración a la familia, a los vecinos, a unos trabajadores de una obra cercana, al jardinero y al piscinero. Este último se llama Héctor James Taguado, nacido en Colombia. Al mirar sus antecedentes encontraron tres; delito por tráfico de drogas en 2006; delito de homicidio por imprudencia en 2014 y delito de malos tratos en el ámbito familiar en 2016. Esto en España, porque en su país tenía una orden vigente de búsqueda y captura por narcotráfico.

Contradicciones

Le preguntaron si había ido a la casa de la víctima el día de su muerte, un lunes. Él lo negó. «Yo solo acudo los jueves a casa de Don Francisco a limpiar la piscina. Así ha sido durante los últimos cinco años. Nunca fui los lunes y el lunes en que lo mataron no estuve. Ni siquiera me acerqué por el barrio. Estuve trabajando en otras piscinas a diez minutos en coche de allí». Le insistieron varias veces para que no hubiese ningún malentendido, pero cerril confirmó que no acudió a la vivienda del fallecido el día en que le apuñalaron. Días después, le volvieron a citar en dependencias policiales. Le enseñaron las imágenes de una cámara de seguridad que acompañan la noticia. En ellas se veía un Renault Twingo de color blanco. «¿Es el tuyo?», le preguntaron. «Sí, es el mío. Lo conduzco yo». La imagen correspondía a una cámara de seguridad que hay junto a la vivienda del fallecido y por la que hay que pasar, sí o sí, para ir al chalet de Don Francisco.
Imagen de las cámaras de seguridad de la zona

Imagen de las cámaras de seguridad de la zona

«Ahora lo recuerdo», modificó su declaración al verse sorprendido, «aunque no lo pone en el parte de trabajo que me dio el jefe ese día, estuve en dos piscinas de casas cercanas a la de Don Francisco». Aunque los guardias no le creyeron, siguieron permitiendo que se ahorcara con sus propias mentiras. «¿Cuánto tiempo tardaste en limpiarlas?», le preguntaron. «Llegué a la primera sobre las 14.10, la limpié y miré los químicos y no tardé más de diez minutos. No me vio nadie. Después me trasladé a la segunda. Llegaría a las 14.30. Estuve allí entre 40 y 60 minutos». Sin embargo, las imágenes demuestran que entró en la urbanización de Don Francisco a las 14.13 y salió a las 14.38. Es decir, es falso que estuviera limpiando dos piscinas de vecinos del fallecido durante el tiempo que él describe.

La caja de madera

Además, había otro elemento que les sirvió para abrochar el caso. En la única habitación revuelta, la del dueño de la casa, había una caja de madera en la que se podían guardar objetos de valor. Esa caja tenía unas huellas, no dactilares, pero sí simétricas y extrañas. Al registrar el coche del sospechoso encontraron unos guantes grandes que les daba el jefe para limpiar las piscinas. Estos guantes dejaban huellas idénticas a las que aparecieron en la caja. Los cinco trabajadores de la empresa tienen un par, pero a la hora del crimen los otros cuatro pueden justificar su presencia lejos del chalé de Don Francisco.
Como colofón, hablaron con los dueños de casas con piscina a las que acudía Héctor James a trabajar. Casi todos le habían dado dinero con la excusa de que se había quedado sin gasolina o que su madre había tenido un accidente en moto y necesitaba dinero para el hospital. Las cantidades oscilaban entre los 20 euros y los 400. En este último caso porque le pidió el dinero de todos los servicios en metálico y le prometió dárselo él al jefe. Algo que nunca hizo. En algunas de estas viviendas también desaparecieron cosas, incluso una depuradora.
En esas viviendas las puertas de entrada no estaban forzadas. Héctor, al encargarse de la piscina, tenía llaves del exterior. También tenía un juego de la casa de Don Francisco. La principal hipótesis es que entró a robar al anciano aprovechando que tenía la llave y la escasa visión de la víctima, pero debió pillarle con los guantes en la masa y lo acabó matando. Su Señoría decidió que esperara el juicio en prisión provisional.

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