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18 de abril de 2024

La Policía Nacional ha logrado resolver el crimen que tenía en vilo a El Ejido (Almería)

La Policía Nacional detiene al hombre acusado del homicidio de un toxicómano en El Ejido (Almería)

Crónica negra

La historia del terapeuta que curaba drogadictos y acabó detenido acusado de matar a uno

La casa de la víctima apareció completamente revuelta, con los cajones tirados por el suelo, como si alguien hubiese robado: faltaba su móvil y su cartera.

Diego era terapeuta. Atendía a drogodependientes y les ayudaba a desengancharse. En sus veinte años de profesión había logrado que muchos dejaran de esnifar o pincharse. El pasado mes de marzo perdió a su mentor, amigo y confidente. El golpe fue duro y no supo sobreponerse. Tanto que hizo bueno el refrán «en casa de herrero cuchillo de palo»: mientras trataba de romper la sumisión de sus pacientes a las drogas, él cayó en ellas y cuando acababa las consultas consumía base. Embadurnado en droga, la brújula de su vida se averió y comenzó a apostar hasta perder la camisa. Las deudas le perseguían más que su propia sombra.
La noche del 12 al 13 de julio de este año, uno de sus pacientes fue asesinado en su casa. La hora la determinaron los forenses, porque no le encontraron hasta el día 15. Avisaron los vecinos tres días después del fallecimiento: en El Ejido en esas fechas se podían superar los 40 grados y el cuerpo al descomponerse olía muy fuerte.

Escena caótica

Al entrar en la casa, los agentes se toparon con una escena caótica. Todos los cajones abiertos, algunos volcados, objetos esparcidos en un absoluto desorden, ropa tirada, las puertas de los armarios abiertas y en la cocina, bocabajo, en el suelo… Salvador. Un cuchillo de mango negro todavía le atravesaba el oído derecho. Los forenses, en la mesa de autopsias, encontraron después otras dos cuchilladas más en la espalda. Criminalística procesó la escena buscando huellas, restos de sangre y de ADN. Como marca el protocolo le envolvieron las manos en dos bolsas de papel para evitar perder o contaminar lo que pudiera tener bajo las uñas.

Faltaba el móvil, la cartera y las llaves

Una de las primeras cosas que descubrieron es que faltaban elementos en la vivienda: la cartera, el teléfono móvil, las llaves del garaje, de la casa y del coche. Cuando revisaron su vehículo, una furgoneta Citroen Berlingo, también se percataron de que había desaparecido la libreta que solía esconder en el parasol de la furgoneta. ¿Cómo sabía la Policía que había una libreta en el parasol y por qué era importante? A través de los testigos, los responsables de las pesquisas, agentes de la Policía Judicial de El Ejido, apoyados por el Grupo de Homicidios de la UDEV Central, averiguaron que Salvador, además de paciente de Diego, se dedicaba al menudeo de droga. «Solía fiar a sus clientes, y apuntaba cada venta y cada deuda en la libreta que escondía en el parasol», explicó un cliente a los investigadores.
Horas después de la muerte de Salvador, alguien le sacó la tarjeta SIM a su teléfono y metió otra, un tal Blas. Este hombre se dedicaba al menudo de sustancias estupefacientes a cambio de una dosis de droga para él. También era conocido en el mundo policial por receptar objetos robados. Al mirar el tráfico de llamadas, los agentes se encontraron que Blas, horas después del crimen, había llamado a Diego. El drogodependiente explicó a los investigadores que el terapeuta le había dado el móvil. Diego se convirtió así en el principal sospechoso. Lógicamente, revisaron sus antecedentes policiales para perfilarle y le encontraron dos impagos y un delito de hurto. Lo citaron a declarar y reconoció haber estado con la víctima el 12 de julio por la mañana, unas horas antes de su muerte, pero más que lo que decía, lo que llamó la atención a los investigadores fue que tenía dos profundos cortes en las manos. «¿Cómo te las has hecho?», preguntó fingiendo despreocupación un policía. «En el cortijo, hace unas tres semanas, con un cable mientras hacía unas reparaciones», se justificó. «¿Te importa que le hagamos unas fotos a las heridas?», le requirieron. «Qué va», contestó él. El médico forense revisó las lesiones y concluyó: «Es altamente probable que quien haya matado a la víctima se haya cortado de esa forma con el propio cuchillo con el que atacaba».

Una uña, la clave

La investigación parecía encauzada, pero tuvo un aldabonazo definitivo cuando llegaron los resultados de los laboratorios de criminalística. En la uña del dedo medio de Salvador se encontraron restos genéticos mezclados de dos personas: uno el de la propia víctima, el otro pertenecía a Diego, el terapeuta. También encontraron ADN de Diego en una colilla de Marlboro localizada en la basura del hombre asesinado. Necesariamente, tuvo que haber contacto físico entre la víctima y su amigo. Lo demuestra la mezcla de perfiles bajo la uña. Y no pudo ser lejano en el tiempo, sino cercano al momento del fallecimiento, porque si no las uñas hubiesen estado limpias. Además, el teléfono del presunto asesino le sitúa en el entorno de la casa de Salvador a la hora del crimen.
Cuando le detuvieron, decidió colaborar y se deslenguó. Les confesó a los agentes que había sido él, que Salvador y él estaban muy puestos y que se enzarzaron en una pelea: «Él se abalanzó sobre mí con un cuchillo. Me tuve que defender. Me corté en las manos mientras luchábamos por el arma. No recuerdo nada más. Todo pasó muy rápido y yo estaba aterrorizado. Los dos estábamos muy puestos y yo solo quería salir de esas casa». El juez le ha mandado a prisión provisional.

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