
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, el martes en la Moncloa
Su bola de partido
Yolanda Díaz se asoma al abismo con la reducción de la jornada: si fracasa estará sentenciada
La vicepresidenta segunda no puede permitirse que Junts tumbe la jornada de 37,5 horas, su ley estrella. La cuestión es si Sánchez tampoco puede permitírselo o él sí
El pasado martes, la vicepresidenta Yolanda Díaz cumplió 54 años y el Consejo de Ministros aprobó en segunda vuelta el proyecto de ley para reducir la jornada laboral a las 37,5 horas semanales. Solo ella sabe si al soplar las velas pidió como deseo que la norma salga adelante en el Congreso, pero, a juzgar por cómo de cuesta arriba se le ha puesto, cualquier ayuda sería buena.
La cabeza visible de Sumar se enfrenta a una bola de partido. Una solo comparable a la que tuvo que disputar la legislatura pasada con la reforma laboral, que salvó in extremis con el voto erróneo de un diputado del PP, Alberto Casero.
Después de aquella accidentada votación, Díaz confesó que habría dimitido si la reforma laboral no hubiera salido adelante. Esta vez, la también ministra de Trabajo no ha dicho tanto. Sin embargo, en los mentideros políticos se da por hecho que Díaz no podría reponerse a un hipotético fracaso de la jornada laboral, ahora que ha renunciado a cualquier cargo orgánico en Sumar para centrarse en su faceta institucional.
El escenario no es nada descabellado. Al contrario: es lo que sucederá a menos que convenza a Junts, que ahora está en el «no». El partido de Carles Puigdemont empezó la semana anunciando la presentación en el Congreso de una enmienda a la totalidad contra la norma. Díaz restó importancia al órdago de Junts, e incluso señaló desde la sala de prensa de la Moncloa con una sonrisa en la boca que en cinco años ha vivido «negociaciones muchísimo más complejas que ésta».

La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras
Ello enfadó a los independentistas y, un día después, su portavoz en la Cámara Baja, Míriam Nogueras, aprovechó el debate del plan de rearme y del apagón para mandar un mensaje a la socia de Pedro Sánchez, que estaba de viaje en Roma: en lo que de Junts dependa, la reducción de la jornada «nunca va a ver la luz». Entre medias se metió el secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo, y no precisamente como bombero, sino como pirómano: «Como Junts no pinta mucho, necesita una permanente provocación (…) Ellos tienen esta necesidad de hacer política jodiendo al personal», lamentó.
Con la tensión en máximos, y viendo que es ella quien tiene las de perder, Díaz rebajó el tono. El jueves, en los pasillos del Congreso, la vicepresidenta segunda se limitó a insistir en que hay margen para la negociación y a prometer discreción: «A partir de ahora, como hago siempre cuando estoy negociando, voy a hablar poco y a trabajar mucho».
¿Se lo puede permitir Sánchez?
Díaz no se puede permitir que la reducción de la jornada laboral naufrague, pero la cuestión es si Sánchez tampoco se lo puede permitir o sí. Porque al final esto va de cesiones, como todo con Junts, y el presidente es quien tiene la última palabra. Los de Puigdemont quieren que la norma del Ministerio de Trabajo recoja la «singularidad del tejido productivo y laboral de Cataluña». Es decir, que tenga en Cataluña una aplicación distinta a la que tendrá en el resto de España. Díaz está dispuesta, y de hecho el martes ya habló de una «adaptación al marco catalán» y de la «singularidad de las empresas catalanas»; pero falta que lo esté también el presidente.
De momento, en Sumar son más optimistas que en el PSOE. Los de Díaz creen que Junts está echando más madera para tener una posición de fuerza en la negociación, pero que lo que piden es razonable y se puede llegar a un punto de entendimiento. En Trabajo recuerdan que también el PNV buscó el reconocimiento de la «singularidad vasca» cuando tocó negociar la Ley de Empleo, en el año 2022, y que se le concedió. Por el contrario, en el PSOE creen que Junts está muy presionada por la patronal catalana y que va a ser muy difícil que transija.
Al PSOE le sucede con Sumar algo contradictorio. Por un lado, la caída que la coalición magenta lleva meses sufriendo en las encuestas ha permitido a los socialistas mantenerse a flote, por el trasvase de votos y porque en el reparto de escaños salen beneficiados. Pero, por el otro lado, la división de la extrema izquierda en dos elimina cualquier opción de Sánchez de reeditar el Gobierno, según vienen mostrando todas las encuestas de empresas privadas (por tanto, CIS al margen).
Por un lado, Sánchez tiene ya demasiados frentes abiertos en su Gobierno como para cargar con una socia herida mortalmente, sin auctoritas. Pero, por el otro, la única posibilidad de una candidatura de unidad a su izquierda sería sin Yolanda Díaz. Para Podemos ésa es una línea roja, porque es un asunto personal. Por más vueltas que le den al molino Izquierda Unida, Más Madrid, Compromís, los Comunes, CHA y demás confluencias.