Carles Puigdemont, en una imagen de archivo

Carles Puigdemont, en una imagen de archivoEuropa Press

El laberinto catalán

El dilema de Puigdemont: Junts afronta el lío en el que se han metido ellos mismos con cartas perdedoras

Waterloo, Ginebra y ahora Perpiñán: hace dos años que la política española se decide en el extranjero

En Junts son expertos en grandes anuncios y en aún más grandes renuncias. La declaración de la independencia el 9 de octubre de 2017, que duró ocho segundos, es sin duda el momento cumbre de los grandes anuncios frustrados del independentismo catalán, pero no el único.

Ese día, más de 1.000 periodistas de cinco continentes acreditados en el parlamento catalán y otros tantos miles de personas pendientes de pantallas en los aledaños de la cámara regional asistieron atónitos a una declaración unilateral de separación y a su inmediata suspensión.

Semanas más tarde, el entonces presidente Carles Puigdemont vacilaba, dudaba, decidía una cosa y a los tres segundos la contraria sobre si declarar la independencia de forma definitiva o no. Si Gabriel Rufián hablaba de traición a cambio de «155 monedas de plata», era que sí; cuando Iñigo Urkullu le llamaba, era que no. Sí, pero no. Adiós, pero ahora vuelvo. Te quiero, pero poquito.... Lo de Junts es un querer y no poder; un gritar mucho, pero morder lo justo.

Años más tarde, en 2024, el mismo Puigdemont, durante la campaña electoral convocada en pleno verano por Pedro Sánchez, dijo que al líder socialista no le compraría «ni un coche de segunda mano». Después luego remató su posicionamiento afirmando que, a diferencia de ERC, cualquier acuerdo entre el PSOE y Junts pasaría por cobrar por adelantado.

Puigdemont y Sánchez

Puigdemont y SánchezLa Voz

La realidad es que primero fue elegida Francina Armengol como presidenta del Congreso de los Diputados con los votos de Junts, y luego Sánchez renovó su cargo al frente del Ejecutivo, y Junts ni ha cobrado por adelantado, ni a plazos, dado que ni el catalán es oficial en Europa, ni la amnistía se ha ejecutado por completo, ni las competencias de inmigración se han entregado a la Generalitat de Cataluña.

Unidos por el odio

La relación de Junts y el PSOE no es tan contra natura como parece, porque les une su odio a la derecha española formada por PP y Vox, así como el interés en colonizar todas las instituciones del Estado. En estos últimos dos años, el momento de máxima tensión fue cuando Junts amenazó con que si Sánchez no presentaba un voto de confianza, romperían. Tras múltiples amenazas y ultimátums, como de costumbre, ya si acaso lo de romper lo dejaron para otro día.

Ahora, Junts, que desde Navidad del año pasado, amenaza una semana sí y la otra también con la ruptura, ha anunciado el fin inminente de su relación con el PSOE. Para ello anunciaron que el lunes se reunirá la dirección del partido en la ciudad francesa de Perpiñán para decidir, a medias, qué hacer con su desgastado noviazgo con Sánchez.

Lo que acuerde la dirección no será el punto final, porque al parecer, al igual que ya sucedió cuando Junts quería abandonar el gobierno autonómico encabezado por Pere Aragonés (ERC), quieren que la decisión sea refrendada por la militancia del partido neoconvergente.

Los militantes siempre son más pasionales y radicales que los votantes, y al igual que en octubre de 2022 un 55% de los afiliados de Junts optaron por abandonar el gobierno regional ahora lo que vaya a suceder es también una incógnita. El anuncio con temporizador, la amenaza no consumada, la decisión en tiempo de descuento es el estado natural de Junts.

Quién gana y quién pierde

Una serie en la que todos sus capítulos terminen con un muerto en el garaje deja de tener interés porque ya se sabe cómo termina. En Junts, de tanto repetirla, la estratagema consistente en forzar hasta el extremo para soltar la cuerda en el pitido final se ha convertido en un truco ya muy visto.

Pedro Sánchez puede ser el ganador sí o sí de este pulso. Si Junts se comporta como habitualmente y tras amenazar no rompe, Sánchez seguirá en el gobierno un tiempo más... y en caso de que, efectivamente Junts rompa, Sánchez puede reforzar su imagen de adalid contra la derecha.

Pedro Sánchez en el plató de RTVE durante la entrevista con Pepa Bueno

Pedro Sánchez en el plató de RTVE durante la entrevista con Pepa Bueno

Junts, en cambio, como suele pasarle cuando se marca hitos máximos, plazos y retos inalcanzables, se ha metido a sí misma en un lío a gran escala, con cartas perdedoras en cualquier circunstancia. Tanto romper como no romper generará división interna.

Si la ruptura se consuma hasta el extremo de apoyar una moción de censura con un candidato instrumental, a lo Mario Monti en versión española, una gran parte de los votantes y de los cuadros de Junts afearan a sus dirigentes abrir las puertas de La Moncloa a la derecha española. Y si no lo hacen, la ruptura será inútil, no se habrá logrado nada y Junts habrá permitido durante dos años un gobierno agónico y corrupto.

Recelo hacia Puigdemont

Los cuadros de Junts recelan de Puigdemont y su entorno. Tras las municipales de 2023, la dirección del partido fugada a Waterloo (Bélgica) impidió acuerdos locales con el PSC, y sus dirigentes locales se quedaron sin gobernar en infinidad de ayuntamientos y diputaciones.

Sin embargo, meses más tarde fue Puigdemont el que sí abrazo a los socialistas y pactó con ellos. Desde entonces no son pocos los cuadros intermedios del partido que se han alejado de Puigdemont.

Además, las élites catalanas son lo que en Cataluña se denomina «sociovergentes». Dicho de otro modo, las grandes empresas catalanas, las patronales y los cenáculos de poder se sienten cómodos con Sánchez y con Salvador Illa, así que si Junts se aleja del PSOE los habituales apoyos políticos, electorales y financieros de Junts se enfadarán y se alejaran de Puigdemont.

Al igual que Teruel Existe fue decisivo con un escaño para que Sánchez fuera presidente del gobierno en 2019, ahora Aliança Catalana, con dos escaños en el parlamento catalán, es quien marca la agenda a Junts... y, por onda expansiva, a toda la política nacional.

Junts, una vez más, acapara miradas. Como les sucede a los malos porteros, lo más probable es que se queden a media salida, como nos tienen habituados.

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