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La estrella del callejón de las Bestias

Quien quiera atisbar un poco de la luz que guiaba a los Reyes Magos, que no la busque en los grandes bulevares, sino en los pasadizos más modestos

Act. 24 dic. 2025 - 06:11

Ahora que está tan de moda odiarlo todo en general y la Navidad en particular, quiero proclamar, más que nunca, cuánto amo esta celebración. Ni siquiera cuando la vida —como le sucede a tantas personas— me sacudió muy duro por estas fechas, dejaron de gustarme estas fiestas. No se me ocurre una idea más hermosa para celebrar la existencia que reunirse con los seres queridos para conmemorar que hace dos mil años vino al mundo un bebé.

¿Hay acaso algo más bello que el nacimiento de un pequeño? Al menos yo tengo muy claro que los dos días verdaderamente trascendentales de mi biografía fueron un 30 de agosto y un 23 de abril, cuando aparecieron en este planeta mis hijas Rosalía y Alicia. El resto de mi biografía son solo acontecimientos con los que he ido rellenando las horas para hacer bulto en el currículum.

El argumento que se evoca esta Nochebuena es insuperable. Por algo la han llamado la historia más grande jamás contada. Sabía de su grandeza Pier Paolo Pasolini, que durante las horas ociosas de un rodaje echó mano de la Biblia que había en la mesilla del cuarto de su pensión y quedó fascinado por lo que allí se contaba. Así nació su formidable El Evangelio según san Mateo.

Pasolini quiso contar el relato más humilde con un reparto de desposeídos. Huyó de los actores profesionales y escogió un elenco formado por campesinos, obreros y estudiantes del sur de Italia. Al estilo de Caravaggio, que salía a la calle en busca de mendigos, bandidos y prostitutas para que posasen como modelos de sus cuadros.

Edificio de la calle Alameda

Edificio de la calle Alameda

Por eso, quien quiera atisbar un poco de esa luz que guiaba a los Reyes Magos, que no la busque en los grandes bulevares plagados de luminarias y guirnaldas, sino en los pasadizos más modestos, donde Caravaggio y Pasolini reclutaban a los suyos. Ese Dios de las pequeñas cosas se puede aparecer a la vuelta de cualquier esquina. Porque precisamente de eso va la Navidad, de que cualquier recodo es un buen lugar para admirar la enormidad de la Creación.

A mí me gusta recordar que en un edificio de la calle Alameda colgaba una pequeña estrella de neón. Estaba en el primer piso de una casa en cuyo bajo tenía su taller el zapatero Maneiro. Desconozco la historia de ese letrero. Solo se conservaba la estrella y se había perdido el nombre del local. No sé si era el cartel de una pensión o si era el luminoso de un bar que rendía homenaje a la gran saga cervecera coruñesa. He buscado —en vano— si en alguna época remota el logotipo de Estrella Galicia tuvo una estrella con cola. No hallé ni rastro de esa estela.

Llegó un momento en que yo mismo dudé de la existencia de esa estrella con cola, al estilo de la que llevó a los Magos de Oriente hasta un pesebre de Belén. Si no fuese porque conservo la foto del neón desaparecido, habría pensado que todo era un producto más de mi inflamable imaginación.

Pero ahí está la fotografía, testaruda y solemne, como todo lo que aspira a ser perpetuo. Me gusta contemplarla y pensar que allí arriba, durante algún tiempo, hubo un luminoso que, anunciase lo que anunciase, también era, a su manera, un minúsculo recuerdo de la historia más sencilla y colosal de todos los tiempos.

Seguro que es pura coincidencia. Pero la calle Alameda se llamó durante años el callejón de las Bestias, pues allí se guardaban los animales que tiraban de los carruajes de la época. Qué mejor lugar que el callejón de las Bestias para encender la estela que iluminaba el camino hasta aquel portal custodiado por un buey y una mula.

Y qué mejor escenario que esta modesta vía, atrapada entre el empaque arquitectónico de los Cantones y la elegancia señorial de San Andrés, para desearles a todos una maravillosa Nochebuena. Sean todo lo felices que puedan y hagan muy felices a los suyos. Recuerden que, como nos enseñó el bueno de Leibniz, a pesar de todo, vivimos en el mejor de los universos posibles.

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