De comienzo en comienzoElena Murillo

Sobre el significado del Belén

Actualizada 23:51

A las puertas de la Navidad y ante el portal de Belén, hoy reflexiono en voz alta con un documento que el papa Francisco nos entregó hace tres años, la Carta apostólica Admirabile signum sobre el significado y el valor del Belén.
En este breve texto, que se desarrolla a lo largo de diez puntos, se muestra la belleza y el sentido de esta hermosa tradición que encuentra su origen en el seráfico padre San Francisco de Asís, cuyo germen fuera la celebración de una eucaristía ante el Nacimiento y que tuvieron el privilegio de vivir aquellas personas que se congregaron en Greccio para la ocasión. «Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Las personas que llegaron mostraron frente a la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado». Al montar nuestro Belén particular, no perdamos de vista que esta es la fuente, el inicio de esta práctica.
La definición tan excelente que utiliza el papa cuando habla del Belén como un Evangelio vivo, nos debe hacer caer en la cuenta de la invitación que nos hace «a ponernos espiritualmente en camino». Su contemplación nos permite profundizar en este misterio y abrir el corazón para la acogida.
La imagen del pesebre, ese sitio en el que comen los animales, lleva a la expresión que utilizara San Agustín, «puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Sermones 189, 4). Una simbología preciosa para ver con otros ojos cada uno de los elementos que componen nuestro Belén, para pensar en Jesús que más tarde será eucaristía.
Hermosa también la descripción que va haciendo para indicar que toda la creación participa del Nacimiento, cuando la representamos en los ríos, en esas montañas que van surgiendo a través del papel y que convertimos en roca o en tierra firme, las ovejas…, y cómo no, los más humildes y pobres son los que saben acoger esta buena noticia, función que cumplen los pastores. El papel de la Virgen María y la protección del cabeza de familia, representada por San José; y, por supuesto, los Reyes Magos, esos sabios y ricos que se arrodillan pese a su condición, en esta atmósfera de pobreza.
«El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro ‘gracias’ a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos» (Francisco, Carta apostólica Admirabile signum, 01.12.2019).
La lectura de esta carta aporta elementos para la meditación y ayuda a entender muy bien esta costumbre que hemos heredado de los que nos precedieron y que seguimos transmitiendo a las generaciones que nos siguen. En el mismo punto que comencé, ante el portal de Belén, mis mejores deseos. Feliz Navidad.
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