De este agua no beberéRafael González

Los del Fray Albino

Actualizada 05:45

Una de las cosas ciertas que ocurren en el Campo de la Verdad es que el colegio Fray Albino ya no existe. Bueno, maticemos para evitar herir susceptibilidades: no existe el viejo edificio de una planta, con aquella hermosa fachada que formaba parte de un todo estético y arquitectónico del barrio y que con los años también se ha ido perdiendo en sus calles, en las que ha habido cierta anarquía reformadora y un abuso, en mi opinión, del azulejo visto.
No queda el edificio y desconozco si permanece el espíritu de un centro escolar cuyo origen religioso a primeros de los años 50 de la pasada centuria permaneció, incluso, cuando salieron de él los Hermanos de las Escuelas Cristianas y posteriormente se convirtió en un centro educativo netamente público. Allí recalamos algunos niños nacidos a finales de los 60. Vimos morir a Franco en 2º de EGB y la Transición nos acompañó durante el resto de la primera y la segunda etapa. Dejábamos el colegio casi con el triunfo absoluto del PSOE en las elecciones generales de 1982. En ese viaje de la infancia a la adolescencia nos acompañaron magníficos tutores, como don José Ariza y don Juan Antonio Polo. Don José se marchó demasiado pronto y es inevitable seguir recordando a quien no solo fue un magnífico maestro sino una excelente persona. Don Juan Antonio Polo aún está entre nosotros y, un par de años antes de la pandemia, compartió nuestra comida navideña que de forma casi espontánea surgió por el afán de Paco Junco de juntarnos a todos aquellos, o los que vamos quedando, que coincidimos en un barrio modesto pero grande y en un colegio único para formar a los hombres que ahora somos.
Ayer de nuevo estuvimos en Los Romerillos y dimos gracias por los recuerdos y los años vividos. Es curioso como a pesar de las canas, las alopecias, los kilos o las dioptrías uno sigue viendo a sus compañeros del cole como los niños que fuimos. Otros no pudieron acompañarnos, porque esta vida es complicada y las agendas aún lo son más. Y muchos de ustedes habrán llegado a esta altura del texto pensando que qué tiene de especial contar una reunión de antiguos alumnos y más a final del año, cuando casi todo el mundo se junta en torno a una mesa.
Pues tienen estas líneas un ánimo de tributo a aquellos del Fray Albino que, a pesar de nuestros muchos errores y defectos humanos, tuvimos la suerte de ser formados con unos valores que ahora nos permiten afrontar la decadencia de España, la incertidumbre de nuestras pensiones, el empoderamiento femenino de cuota y los hijos, ya mayores, convertidos en incógnitas. Somos una generación que ha tenido que adaptarse a demasiados cambios sociales y tecnológicos sin tiempo para asimilarlos en muchos casos, que ha sobrevivido a la heroína, al sida, a los gobiernos corruptos y en mi caso personal a las champions del Madrid. Hombres hechos y derechos como los que ya no van quedando. De los que se visten por los pies, a pesar de todo. Unos niños que han visto pasar el tiempo y que siguen creyendo en la amistad sincera nacida en los mejores años de su vida. Y con la suerte de poder conmemorarla una vez al año, por lo menos. Ahora en Navidad y gracias a un colegio y a unos maestros magníficos que nos enseñaron lo que verdaderamente importa.
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