Eufemismos
Estos días se habla en Córdoba de la formación dual como uno de los caminos que hay que fomentar de cara a la inserción laboral de los jóvenes, para un mercado que no encuentra profesionales suficientemente formados- sobre todo en profesiones técnicas- y desde una enseñanza que no cuenta ni con la metodología ni los medios suficientes para ofrecer esa formación específica. La primera vez que oí hablar de la FP dual fue en un entorno administrativo – rueda de prensa de la Junta susanista- en el que se entonaban loas a Alemania como precursora del invento. Yo me acordé de los aprendices, esa figura heredada del sistema gremial de hace siglos y que supo adaptarse a las distintas revoluciones industriales para que el mercado laboral contase con trabajadores cualificados que desde la infancia, prácticamente, comenzaban a aprender un oficio hasta conseguir la maestría del mismo y un medio digno, necesario y decente de ganarse la vida. Así que lo que ahora se conoce como FP dual, de alguna manera, es una eufemística y administrativa manera de hablar de los aprendices de antaño que han llegado hasta nuestros días en profesiones que no solo no sufren las distintas crisis, sino que siempre se muestran necesarias.
Cuando en septiembre de 2021 la Fundación Albor presentó su proyecto de formación profesional en el edificio de Agrónomos, antes de esfumarse como aquel empresario que vendió un monorraíl al ayuntamiento de Springfield en Los Simpson, ya dijimos aquí que habían venido a Córdoba a descubrir la pólvora, o sea, la universidad laboral o aquellas universidades laborales de los años 50 que tanto contribuyeron a la prosperidad de este país con profesionales cualificados, la mayoría de ellos de origen humilde, que fueron formados -además de en el espíritu nacional- en la capacidad laboral y la decencia profesional. Aquel acto, que fue un eufemismo con riqueza de fotógrafos, acabó en la nada de las naderías de una España instalada en la cultura del pelotazo desde los años 80, cuando con el socialismo felipista comenzamos la degeneración moral que ahora es costumbre y ley.
Lo más curioso es que la administración se saca un eufemismo de la manga y lo presenta como novedad cuando en realidad los dos males que son origen del mismo, también está en sus manos solucionarlo. Por un lado, una enseñanza pública que sea útil, actualizada y dotada con medios. Por otro, un mercado laboral más flexible y sin ningún tipo de corsé administrativo para los empresarios, que están para crear riqueza pudiendo contratar con más facilidad, con menos impuestos y menos trabas de las que actualmente padecen. En España se penaliza la generación de empleo y la obtención de beneficios lícitos. La misma España que después se saca de la manga programitas subvencionados para maquillar su voracidad fiscal, su control estatista y el mantenimiento de un statu quo funcionarial y público que a la postre serán la ruina de unas arcas que ya no dan más de sí y, por tanto, el hambre para todos nosotros.
No obstante, muchos lamentamos no haber pillado esta formación dual a tiempo o no haber estado espabilados para optar a profesiones que, como comentaba antes, siempre son necesarias. La diferencia, por ejemplo, entre un periodista y un fontanero es que si los llamas a los dos a las doce de la noche para una tontería, el segundo cobra 100 euros por su servicio. Una diferencia dual, claro.