El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

Mujer se nace, el pasto es verde

Hace unos años asistí a una rueda de prensa en la que se solicitaba la «autodeterminación de género» para niños a los que se calificaba de trans. Estaba organizada por una asociación que, por supuesto, había colocado la palabra «todes» en su nombre. Al margen de la escasa edad de algunos niños o niñxs, varios travestidos ya, me llamaron la atención dos cuestiones ante semejante panorama. La primera es la cantidad de veces, absolutamente llamativa, que los propios padres, portavoces y psicólogas nombraban las palabras vulva y pene. Niños con vulva por aquí y niñas con pene por allá. Tratándose de personas menores de doce años, aquellas menciones constantes, y encima por los propios progenitores, generaban un ambiente extraño, incómodo y, en ocasiones, sórdido. Lo segundo era la solicitud de bloqueadores hormonales para la pubertad, cuando segundos antes habían disertado sobre lo natural de la elección de los infantes. La naturaleza, al parecer, les servía en un sentido, pero cuando llegaba años más tarde la transformación propia de la adolescencia... justo ahí había que poner medios artificiales para contenerla. Niños a los que no se dejaría ni escoger lo que comen se veían aquí con plena autonomía para rechazar su realidad biológica gracias a padres obsesionados por hablar de sus genitales, algo reflejado para colmo en algunas pancartas. ¿Habrían pasado estas familias, entre las que se contaban abuelas, por exámenes psiquiátricos? En aquel ambiente aparentemente cordial, y hasta se diría que festivo, circulaba una corriente de mezquindad bastante bien disimulada entre referencias a estudios y llamadas a la libertad.

La Asociación Católica de Propagandistas, editora de El Debate, diario al que está adscrito La Voz de Córdoba, ha colocado en algunos lugares de la ciudad unos carteles que preguntan «¿Una mujer nace o se hace?». Justo debajo se contesta: «la mayoría lo tiene claro, aunque en los tiempos que corren algunos tienen miedo a hablar». Finalmente se coloca la etiqueta #LaMujerNace. Esta campaña se puede ligar a la conocida frase de Chesterton, «llegará el día en que será preciso desenvainar una espada para defender que el pasto es verde». En esta ocasión, y con gran sentido del humor, el anuncio escoge no el verde pasto, sino el morado que se suele identificar con movimientos feministas, con el objetivo de llamar la atención y suscitar las habituales reacciones histéricas y victimistas. Ni que decir tiene que ya lo ha conseguido y cuenta con las pertinentes denuncias por supuestos delitos de odio.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acaba de solicitar al congreso que se condenen las operaciones quirúrgicas en menores de edad. «Quiero que el Congreso apruebe un proyecto de ley que prohíba y penalice permanentemente los cambios de sexo en los niños y ponga fin para siempre a la mentira de que todo niño está atrapado en el cuerpo equivocado», ha declarado. En España, quizá el país más progre del mundo, esta protección a la infancia brilla por su ausencia, es más, se está intentando introducir la educación sexual en colegios catalanes desde los tres años, por mencionar un ejemplo reciente. Desde hace tiempo, las ideologías woke, tratan de fomentar la pedofilia de forma subrepticia, bien con este tipo de peculiares asignaturas, bien con la mencionada corriente trans infantil. Son formas no ya de atacar la patria potestad, prácticamente desaparecida en Occidente, sino de subvertirla. El gesto de Trump hay que cogerlo con pinzas, pues a la postre, como observamos desde hace décadas, quizá siglos, las corrientes liberales o conservadoras lo que han hecho es conservar, sí, pero todo aquello revolucionado por la izquierda, dándole carta de naturaleza y sello de calidad.

En un mundo donde las familias se encuentran indefensas antes estos ataques -ojo, muchas veces con plena responsabilidad por su proverbial cobardía-, anuncios como el de la Asociación de Propagandistas Católicos pueden servir como modesta espada a desenvainar. Pero si la espada se sostenía para demostrar el color de un pasto, ¿qué hemos de alzar realmente ante ataques a la infancia de este calibre?

En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?»

El llamó a un niño, le puso en medio de ellos.

«Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.

Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos».

«Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.

Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar».

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