Por derechoLuis Marín Sicilia

De los misales a las chistorras

«En España venimos padeciendo una cierta clase política sin más norte que mandar para enriquecerse»

El 29 de marzo de 2019 el asesor del ministro Ábalos, Koldo García, escribía a su pareja Patricia Uriz: «Tengo una pequeña alegría para el día de las elecciones: 2.000 txistorras». «¿Para nosotros?» Pregunta ella. «Sí» responde él. «Eso es 1 M» concluye ella, feliz. Las cuentas salían perfectamente: 2.000 chistorras a 500 € la unidad: un millón de euros al bote.

Diez meses antes de aquel cruce de mensajes, Ábalos, mano derecha de Pedro Sánchez, defendía ardorosamente una moción de censura contra el gobierno de Mariano Rajoy basada en la corrupción del caso Gurtel imputando un enriquecimiento ilícito a título lucrativo del Partido Popular por una mera referencia en una sentencia, referencia que fue declarada improcedente.

Hoy Pedro Sánchez ,que accedió al poder denunciando la corrupción, está rodeado de irregularidades y corrupciones que afectan a sus círculos más próximos, tanto familiares como políticos e institucionales. Compra de mascarillas, comisiones por adjudicación de obras, enchufes en empresas públicas, financiación irregular, blanqueo de capitales, tráfico de influencias, revelación de secretos,… todo ello sujeto a investigación. La degradación institucional y la doble moral como forma de ejercicio del poder es una constante del sanchismo.

Cuando la gestión del interés público se encomienda a arribistas y oportunistas, la sociedad termina indefensa ante el desafuero de quienes piensan que el poder lo legitima todo. Unos utilizan la identidad, otros el género, otros la lucha de clases y otros cualquier pretexto que les permita aparecer como teóricos defensores de los más necesitados y probos justicieros que se rebelan contra las injusticias. Y ya tenemos en escena a los salvapatrias de todos los colores.

Salvadores de la identidad catalana fueron los Pujol. La madre del clan, autocalificada como madre superiora, llamaba «misales» a las mordidas de un millón de pesetas. Y salvadores de las injusticias sociales son los responsables políticos del sanchismo sujetos a investigación que hablan de «chistorras», para los billetes de 500 euros, «soles“ para los de 200 y “lechugas» para los de 100.

La historia nos ofrece con frecuencia a personajes vanidosos que se presentan con una falsa modestia y a algunos hipócritas que pretenden pasar por virtuosos. En España venimos padeciendo una cierta clase política sin más norte que mandar para enriquecerse, bien sea un enriquecimiento material o se trate de un ascensor social y profesional, con el consiguiente daño para el mérito y la capacidad que deben ser las coordenadas de selección para el mejor servicio de la sociedad. Este tipo de dirigentes olvidan lo fundamental del ser humano que es su identidad como personas. Y pretenden adoctrinarlo con dogmas más o menos interesados, de índole identitaria, cultural o ideológica, sin más finalidad que pastorearlos como rebaños.

Los misales, las chistorras y toda esa ralea de vergonzosas e inmorales ventajas apremian a una sociedad adormecida que debe despertar de su letargo, arrinconando a tanto advenedizo ayuno de principios. Porque si se les deja sin control, estos individuos no tienen límites. Y ya nos advierten nuestros hermanos que huyen de Cuba y de Venezuela: el despotismo del populismo socialista ha llevado a esas naciones hispanas a hundir en la miseria a los pobres, en la pobreza a los ricos, y hacer espléndidamente ricos a sus gobernantes. De eso debe saber bastante ese expresidente amigo de Maduro que inspira al sanchismo, negocia con prófugos de la Justicia y tiene jugosas componendas con regímenes dictatoriales.

Quizá la clave de todo lo que está ocurriendo radique en cómo se referían los de la banda del Peugeot a la militancia de su partido. Según algunos audios publicados sobre la jerga utilizada se referían a su organización como «la ganadería». Con eso, ya está dicho todo.

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