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08 de mayo de 2024

Roma

Carga de trigo romano en un barco especializado, el Isis Giminiana

Las crisis alimentarias en Roma y Europa

Roma entregaba a sus ciudadanos «pan y circo», para tener paz social y gente entretenida

Acaba el año, un año que ha traído un panorama agitado en todos los aspectos, como si se hubiera sacudido el mundo cual bola en manos de infante. Sin embargo, aunque todos los momentos históricos tienen sus propias circunstancias que los hacen únicos, también se producen ciertas concomitancias que sugieren parecidos útiles para razonar sobre el presente. Y el fin del año es momento de reflexión.
Termino el año volviendo a mis propios orígenes, con Roma como modelo en numerosos aspectos, como germen creador de la Europa a la que pertenecemos y como heredera del extraordinario patrimonio mediterráneo (Europa no se concibe sin el mare Nostrum). Una Roma que, como Europa hoy, se encuentra sometida a un inquietante albur. La historia no había acabado, a pesar de la quimérica teoría de Francis Fukuyama. Todavía la democracia ha seguido padeciendo, y la guerra, obviamente, no ha conocido su fin a pesar del relativo triunfo previo a estos años del modelo democrático y liberal actual, que ha devenido en una grave crisis que es, en su base, de valores.
Atravesamos un punto de inflexión en muchos aspectos, inabarcables en un artículo, pero si entre todos ellos seleccionamos uno como es el alimentario, podremos encontrar y no casualmente, la degradación de un patrimonio, de un sistema de producción y de una alimentación bajo aparentemente inocuas fórmulas de excesos en la transformación, déficit en el consumo de productos sencillos, y unos improductivos «cuidados de la tierra», que sólo la perjudican y de un ecologismo de salón… que únicamente son palabras vacuas, o peor aún, gravemente perjudiciales para el sistema social actual y para nuestra alimentación. Que encierran intenciones, por supuesto, pero propósitos que con toda seguridad no van a beneficiar a la clase media europea.
Dos milenios atrás, Cicerón nos alentaba a prescindir de los asuntos triviales que nos conducen a la dispersión, de la misma forma que hoy las redes sociales provocan idéntica distracción. Enfocando el tema, ya sabemos que los programas de bienestar social no son nuevos, Roma entregaba a sus ciudadanos «pan y circo», para tener paz social y gente entretenida. Y no, no es una noticia de última hora, es algo que ocurrió hace algo menos de dos mil años. Grano subvencionado y con descuentos, también gratis, en muchos casos; sólo había que hacer una cola para recibir casi cualquier cosa. Sin esfuerzo. Ya en el s. III se entregaban gratuitamente pan, sal, aceite de oliva y carne de cerdo. Y el año 301 d.C., bajo mandato de Diocleciano llegó el Edicto de Precios Máximos, creando nuevos y graves problemas. El esfuerzo que tan poco se valora, es un factor sustancial en cualquier sociedad. En todas ellas. Y la alimentación con todo lo que conlleva, desde la producción a la distribución lo es igualmente.
El exministro Manuel Pimentel habla con toda razón en su último libro de «la venganza del campo, al modo bíblico». Un país productor, como el nuestro se ve obligado a importar muchos de sus alimentos básicos, lo que es una auténtica irresponsabilidad. Roma tuvo igualmente serios problemas cuando su suministro de cereal y de aceite empezó a depender de las provincias. Si pensamos en la actual producción agrícola y ganadera externalizada desde países fuera del ámbito europeo, es necesario reflexionar sobre cuando en el 69 d.C., el «año de los cuatro emperadores», Vespasiano bloqueó la salida de trigo egipcio a Roma, creando una grave crisis alimentaria que acarreó la caída de Vitelo. Unas cuantas crisis más y todo acabó cuando Genserico tomó África en el 429, dejó al Imperio Romano sin grano, sencillamente hambriento, porque habían renunciado al cultivo de sus tierras. Tan solo unos años más tarde caería el imperio definitivamente.
La alimentación importa, muchísimo. Más allá de banalidades y modas, comer es sobrevivir, y nos debemos preocupar y actuar al respecto muy seriamente. Ojalá que el 2024 nos traiga un poco de serenidad, tiempo para reflexionar y acciones positivas para arreglar tanto dislate.
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