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Fuego en la Mezquita Catedral: los españoles no valoramos nuestras grandes joyas

En España, debemos aumentar las normas de orden, higiene y ordenación urbana junto a nuestros monumentos

Varios turistas visitan la mezquita de Córdoba

Varios turistas visitan la mezquita de Córdoba

Cuando uno se encuentra guapo, se preocupa menos por arreglos, afeites y peinados. Va sobrado. Cuando uno es listo, se prepara con más rapidez los exámenes o el trabajo. Cuando uno es rápido, confía casi más de la cuenta en sus capacidades de improvisación y agilidad. Hasta que le pilla a uno el toro. Esto de «dar por hecho» los bienes y las virtudes propias y ajenas es muy español. Y la Mezquita Catedral de Córdoba, que me consta de primera mano es un monumento excelentemente mantenido, también necesita más protección. Al igual que todos los monumentos españoles.

La Mezquita Catedral, única en el mundo, es la joya de la corona de Córdoba. Representa parte de nuestro legado cultural y es la «gallina de los huevos de oro» de la ciudad andaluza con más misterio y solera. Pero de algún modo, me duele cuando veo a los autobuses cercar el centro histórico de la ciudad y dejar salir a turistas que disparan fotos sin darle importancia excesiva a los detalles. Plagar la ciudad de neófitos desinformados le quita también ese encanto, ese misterio, ese romanticismo a la ciudad.

En absoluto estoy, como muchos mallorquines y catalanes, en contra del turismo, porque España vive de eso. Pero es mucho más bonito ver a la ciudad en su realidad, con su gente, sus señoras cosiendo tras las ventanas, sus canarios cantando en las jaulas de los patios y los transeúntes resguardándose del sol que las colas de turistas ordenados en línea recta por sus guías o los restaurantes de comida rápida junto a los monumentos principales, como ocurre en Córdoba. Habrá que saber manejarlo y rentabilizarlo.

Pero no es lógico que los restaurantes y bares de alrededor de la Mezquita Catedral permitan incluso que sus clientes se sienten en la plataforma exterior de la misma o incluso que posen el plato de tortilla española sobre su recinto. Aunque no sea muy dañino, que lo es, es también una falta de respeto al monumento, a la historia de España y a los cordobeses.

Aún recuerdo la sala de 500 metros que albergaba únicamente una estatua romana en la antigua localización del Museo Getty de Los Ángeles, que visité por primera vez en 1988. Yo recordaba los cientos de piezas y esculturas romanas que había por los suelos en el antiguo Museo Arqueológico de Córdoba. Por cierto, estas piezas, ahora ¿desaparecidas?, no se ponían en valor porque no contábamos entonces con suficientes espacios para exponerlas y porque había tanto de todo, que no se les otorgaba su justa valía.

Creo que en España, y en general en toda Europa, debemos aumentar las normas de orden, higiene y ordenación urbana junto a nuestros monumentos. Lo de Córdoba ha sido un aviso a navegantes. Pero como uno escribe mejor de las ciudades que conoce bien, me ha parecido oportuno que nos cuestionemos si respetamos, como nación, suficientemente nuestros activos, aquellos que describen nuestros siglos como romanos, nuestros siglos como califato, nuestra época visigoda, la influencia judía, la reconquista o el barroco; en fin, todo aquello que somos los españoles «Córdoba, alma del tiempo, espada del olvido», que dijo el muy cordobés Luís de Góngora, enterrado a escasos metros del fuego de la Mezquita Catedral esta pasada noche.

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