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29 de marzo de 2024

María de Himalaya

María de HimalayaAmanece en Calcuta

Defensa de la vida

De enfermera abortista a activista provida: la conversión de María de Himalaya

Un intento de suicidio, un viaje a Nepal y una Hermana de la Caridad la hicieron encontrarse con Dios y dedicar su vida a dar su testimonio

Amaia era feminista radical, atea, y abortista, odiaba a la Iglesia y a los sacerdotes, con una especial inquina hacia san Juan Pablo II y la madre Teresa de Calcuta, porque eran defensores de la vida, de la familia y de Cristo. «Nací en una familia muy normal en Baracaldo, cerca de Bilbao, y fui una enfermera abortista», cuenta en el Refugio Provida frente al centro Dator. «Tengo que contar lo que fui, porque eso es lo que es el mundo. Como enfermera abortista en el año 2000 colaboré en el asesinato de muchos inocentes que no llegaron nunca a vivir», continúa.
Se define como una gran profesional: «Como enfermera en el quirófano tenía una gran proyección», revela María Martínez López o María de Himalaya. Así se llama ahora, después de vivir una fuerte conversión en el año 2017. Pero para eso aún queda. De vuelta en el quirófano, cuando se vacía el cubo que tiene la mujer entre las piernas y que nunca llega a ver, se hace en una trituradora, recuerda Martínez; y un día, vio caer un pie al suelo. En ese momento se preguntó dónde estaban todos sus convencimientos, la fuerza que le daba el movimiento feminista: «¿Cómo puedes gritar en la calle que ni una más, pero no pensar en todas las posibles mujeres que mueren cada día en esos abortorios?».

Dejó de ver, de mirar y de sentir

Una compañera que pasaba por allí, al verla palidecer ante lo que acababa de presenciar, le preguntó si quería seguir trabajando allí. María, presa del pánico y del miedo –«el mismo que tienen todas las mujeres que llegan a esos quirófanos a abortar», confiesa–, le dijo que sí. Su respuesta fue: «Entonces, eso no es un pie, es un coágulo de sangre». A partir de ese momento, María cuenta que dejó de ver, dejó de mirar y dejó de sentir.
Sus jefes la animaron a salir del centro y estudiar fisioterapia. Abrió su propia clínica, junto a su marido, que fue un éxito. Comenzó a correr ultras de montaña. «A partir del kilómetro 60 duele tanto el cuerpo que se te olvida todo lo demás –confiesa María–. Las endorfinas, en cambio, duran poco tiempo y cada vez perduraban menos».

Un viaje a Nepal

En enero de 2017, su marido la abandonó y ella intentó suicidarse, sin éxito. «Todavía no lo sabía, pero Dios tenía otros planes para mí. Me llevó a Nepal, adonde llegué con dos objetivos: ayudar con lo que se me pedía como sanitaria y experta en montaña y después quitarme la vida», cuenta la exenfermera.
Estando en Nepal, una Hermana de la Caridad la paró por la calle y le dijo que la acompañara a un sitio. La agarró del brazo y la guio a una capilla, donde María se encontró a quien había renegado por más de 30 años, Jesucristo. En sus propias palabras: «Caí de rodillas y de pronto todo se llenó de luz. Allí se me concedió el don de la fe. Tenía 43 años y para mí era impensable que pudiera haber perdón, pero ahí estaba».
Desde entonces, María de Himalaya supo que no podía volver a dedicarse a la fisioterapia, y también que ya no quería acabar con su vida. Su testimonio sobre la verdad del negocio del aborto se ha hecho viral desde la primera vez que lo compartió para la diócesis de San Sebastián en 2019, que hoy tiene más de un millón de visualizaciones. Desde que volvió a España, cuatro meses después de partir a Nepal, ha compartido su vivencia después de que, según ella misma cuenta, aquella mujer la cogiera del brazo «porque llevaban un año rezando para que por intercesión de madre Teresa de Calcuta apareciera un voluntario fisioterapeuta, y allí estaba yo». Atea, feminista radical y abortista. Pero regresó con fe y convertida en defensora de la vida.
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