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20 de abril de 2024

El psicólogo Javier López

El psicólogo Javier LópezGuadalupe Belmonte

El psicólogo Javier López: «Discriminar a los mayores es ilógico, ¡todos lo seremos!»

El investigador sobre envejecimiento critica el menosprecio a las personas mayores y analiza las causas de la soledad no deseada

El psicólogo Javier López lleva más de veinte años dedicado a estudiar el cuidado de las personas mayores. El investigador principal del Grupo de Investigación de Envejecimiento de la Universidad San Pablo CEU habla en El Efecto Avestruz de soledad no deseada, de buen trato en las residencias y de una realidad «ilógica»: el menosprecio a los ciudadanos mayores.
–Asegura que, de todos los «ismos», el que tiene menos lógica es el edadismo, ¿por qué?
–Un racista difícilmente se convertirá en la raza a la que discrimina, pero mayores –si todo va bien– nos vamos a volver todos. Nos estamos discriminando a nosotros mismos. Ocurre a nivel individual y social: las pirámides de población en España son cada vez menos pirámides y más botijos, porque baja la natalidad a la vez que mejora nuestra calidad de vida.
–Vivir más años suena a buena noticia…
–Lo es, claro, y envejecer no es triste, porque cada vez vivimos más y mejor. No obstante, es verdad que esto lleva a cuestiones que hemos de abordar, como el menosprecio a los mayores del que hablábamos o el tema de la soledad no deseada: en las encuestas encontramos que una de cada cinco personas mayores de 65 años dice sentirse sola.
–¿Hay grados de intensidad?
–Sí: de estas, la mayoría señalan que se sienten solas ocasionalmente, y el 5 % del total lo experimenta con bastante frecuencia e intensidad. Es el 5 % en España, pero esto no significa que no tengamos que prestar atención al problema.
–¿Estar solo es lo mismo que sentirse solo?
–No, porque uno puede sentirse solo estando rodeado de muchas personas, como en una clínica. A los psicólogos nos preocupa lo que llamamos «soledad no deseada», que puede venir provocada por circunstancias como ingresar en una residencia, jubilarse, perder capacidades o quedarse viudo, o viuda. Lo importante no es la cantidad de amigos o familiares, sino la calidad de la red social.
–¿Qué efectos tiene la soledad no deseada?
–Sentirse solo no es una patología, pero sí está muy vinculada a una sintomatología depresiva y a la falta de sentido vital, a tener menos ganas de hacer cosas, menos fuerza... A veces se relaciona también con ideas suicidas.
–¿Cómo se puede afrontar con éxito este problema?
–Lo que solemos observar es que los factores personales pesan más que el entorno. A raíz del covid, publicamos un modelo que describe cuatro aspectos fundamentales para hacer frente a situaciones difíciles de este tipo: el apoyo familiar, la resiliencia, la aceptación de lo negativo y la gratitud. Como psicólogos, esto es muy buena noticia, porque significa que podemos hacer algo.
–Uno de sus temas de estudio es el buen trato en las residencias, ¿qué se puede mejorar en estos centros?
–Hoy nos preocupamos de que los usuarios de las residencias puedan vivir como en casa, salvando las distancias. Fomentar el buen trato consiste, esencialmente, en evitar el maltrato, y no solo el evidente: también es maltrato la infantilización, por ejemplo, que te llamen en diminutivo o te den materiales de niño para las actividades. Buen trato es también personalizar, empoderar, dar a cada uno acceso a aquello que le permita seguir desarrollándose individualmente.
¿Qué papel juega la espiritualidad en este panorama?
–Somos seres bio-psico-sociales espirituales, como una silla de cuatro patas: no podemos descuidar ninguna de ellas. La espiritualidad es una dimensión constitutiva de la persona, y lo que observamos es que la mejor manera de aprovecharla para superar dimensiones difíciles es seguir aquello de «a Dios rogando y con el mazo dando».
Volviendo al comienzo, para concluir: ¿qué realidades nos permiten, como sociedad combatir el edadismo?
–Un ámbito en el que se ven clarísimamente las fortalezas personales y sociales de las personas mayores es en la familia, en las relaciones entre abuelos y nietos. Es un beneficio para todos, porque los abuelos facilitan la conciliación cuidando de los pequeños y, al mismo tiempo, suelen sentirse muy satisfechos por desempeñar este papel. En los estudios realizados observamos que una clave para que siguieran sintiéndose así era que sus hijos les agradeciesen estar realizando este rol.
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