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18 de abril de 2024

Con la bata puestaIsabel Rojas Estapé

Ligar en tierra quemada

En el mundo del amor la gente se ha desinflado a la hora de entregar su corazón. Se ve el amor como algo de usar y tirar

Actualizada 19:33

Desde mi pequeño despacho de la consulta y con la bata puesta, escucho todos los días historias de mucho calado emocional. Acontecimientos duros, situaciones difíciles o desamores dolorosos. Estos últimos, sin duda, son protagonistas en las conversaciones que tenemos.
Después de las navidades, y tras la sucesión de los eventos vividos durante esos días, muchos vuelven a la carga planteándose su situación amorosa. Los solteros anhelan un amor que no tienen, y los casados analizan a su pareja.
Quiero detenerme en la situación en la que se encuentran aquellos que no tienen pareja. Aquí se plantean dos perfiles: los que quieren encontrar a una persona y entregar su amor y aquellos que se encuentran en un momento de su vida en el que lo único que quieren es pasar el rato. En cualquier caso, estamos ante una situación de hartazgo, de tierra quemada.
En el mundo del amor la gente se ha desinflado a la hora de entregar su corazón. Se ve el amor como algo de usar y tirar. Uno no se implica emocionalmente, bien porque no sabe querer (la inmadurez afectiva impera en la sociedad), bien porque ha sido herido y no quiere sufrir más. Y aunque ambos casos son llamativos, este último se lleva la palma.
Cada vez se empieza antes en el mundo del amor y, al mismo tiempo, con mayor desconocimiento. Este inicio lleva a la persona a entregarse en exceso con demasiada rapidez, lo que, por regla general, termina en desastre total. Un desastre que deja una herida que no es bien sanada y con la que sin curación se empieza otra relación.
Entrar en esta rueda no hace más que machacar a la persona, quien, con el paso del tiempo y de los desengaños amorosos, termina por no «creer en el amor». Y aquí es cuando entra en juego la siguiente ley no escrita: lo que cuenta es el propio placer por encima del otro y de todo.
Las aplicaciones de ligoteo no han hecho más que entorpecer las relaciones. Es cierto que se puede conocer a un mayor número de personas, pero, por desgracia, el contacto se ha convertido en algo muy superficial: lo acepto si me parece atractivo, pero, si no, paso. En caso de que haya gustado, las quedadas no tienen un calado profundo aunque terminen en la cama, quemándose así varias etapas del enamoramiento demasiado rápidamente. No dudo que esta forma de actuar sea gratificante, pues se produce un chute de dopamina, que con la misma intensidad que llega se va. Pasado ese pico, la persona ya no interesa y uno desaparece. Como un fantasma. Deja de dar señales de vida, dando lugar al ya conocido ghosting. No siendo esto poco, esa persona tiene otras 20 conversaciones abiertas al mismo tiempo y tan pronto desaparece para una y aparece para otra.
De modo que, cuando uno realmente quiere conocer a alguien y enamorarse, está escaldado por ese ghosting, ese quedar mal, ese poco interés y esas relaciones superficiales. Su corazón es como tierra quemada. Tierra por la que uno anda, pero en la que está todo arrasado. En donde es casi imposible que crezca nada.
Por eso animo a todos los que me leéis, o incluso para que lo digáis a los de vuestro alrededor: no entréis en una bulimia de quedadas, chateos y coqueteos. Escribid a una persona, quedad con ella, cuidad la(s) cita(s) de esa persona, y en caso de que no surja el amor, habladlos y no desaparezcáis. Y, finalmente, dejad pasar un cierto tiempo de luto, (unos días de barbecho), para que en ese corazón, en esa tierra, pueda volver a crecer un buen amor en el futuro.
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