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28 de abril de 2024

Lourdes Álvarez, con su marido y sus hijos

Lourdes Álvarez, con su marido y sus hijosCedida

Lourdes Álvarez, madre de 11: «Preocúpate menos de la educación de tus hijos y más de llevarte al huerto a tu mujer»

La experta en ‘Family Management’ y creadora de la cuenta ‘SoloSomos13’ celebra este sábado en Valencia la II edición de los Premios Apapacho

«O los hijos son un regalo o no lo son», suele repetir la experta en Family Management e influencer Lourdes Álvarez. Y se aplica el cuento: esta madrileña afincada en Valencia muestra el día a día de un hogar con once hijos en sus redes sociales, desde la cuenta @SoloSomos13. «Me decían 'yo solo tengo uno' o 'yo solo tengo dos'... y yo les respondía '¡pues yo solo tengo once!', y conmigo y mi marido somos 13 en casa», comenta Álvarez, que este sábado celebra en la capital valenciana la II edición de los Premios Apapacho.
Se trata de unos galardones que buscan celebrar a la mujer, la familia y el emprendimiento, y que en esta edición reconocen la labor de Mónica Duart, CEO de Dormitienda; María Teresa Robles, creadora de la cuenta @PonunDownentuvida y fundadora de la asociación Juntos contra el cáncer infantil, y la alcaldesa de Valencia, María José Catalá. ¿Y al acabar la gala? «Me los llevo a todos a comer a mi casa, con sus familias –explica Álvarez–, ¡porque al final se trata de que sean apapachados!».

–¿De dónde viene la idea de unos premios dedicados a la mujer, la familia y el emprendimiento?
–Los Premios Apapacho nacen por la necesidad de celebrar. Hoy parece que ser mujer sea una enfermedad, y veo a muchas mujeres amargadas, así que dije: «¿Por qué no llenamos Valencia de mujeres contentas?». Quiero destacar el valor de la familia en el emprendimiento femenino: mostrar cómo una cosa lleva a la otra, y la otra, a la una. Y muchas me decían: «Soy ama de casa, no soy empresaria…». Ya, pero eres la directora general de un hogar imperfectamente feliz. Tu mejor empresa es tu familia.
–A priori, familia y emprendimiento parecen términos contradictorios…
–Dos cosas. Primero: lo siento, pero la conciliación es mentira. Y en cualquier caso depende de otras personas, de la empresa, del Gobierno… No voy a perder energía en algo que está fuera de mi ámbito de influencia. Segundo: yo no podría hacer lo que hago si no tuviera once hijos y no llevara los años que llevo casada con mi marido. Si hubiera pospuesto el tener una familia por mi realización personal, la habría cagado. Trabajé fuera temporadas sueltas —en la asociación valenciana de familias numerosas, o vendiendo Thermomixes—, pero me he realizado en casa. He descubierto que desde mi cocina cambio el mundo.
–Usted se lanzó a emprender con 45 años.
–Descubrí que a través del orden y la belleza educaba mejor, amaba mejor a mis hijos y les podía pasar la fe. Muchas veces no es cuestión de sermones. «Necesitamos testigos, no maestros», decía Benedicto XVI. Hablar de Dios con detalles como poner una cerveza en el congelador para mi marido o apuntarme qué vino prefiere mi amigo Moncho cuando viene a cenar. ¿Cómo haces que la gente quiera casarse? Mostrando la alegría y la belleza del matrimonio, que san Juan Pablo II llamaba el «magno sacramento». Mi párroco me dijo: «¿Por qué no contáis lo que Dios ha hecho?», así que me formé y monté un curso de Family Management. Yo no sé limpiar ni quitar una mancha, pero sí te puedo decir cómo ordenar a la persona.

–Su objetivo, dice, es ayudar a las familias a ordenarse «por dentro y por fuera». ¿Cómo se relacionan estas dos dimensiones?
–Decía santa Ángela de la Cruz que el orden exterior lleva al orden interior. Y viceversa: por eso la habitación de un adolescente está desordenada. Ordenar un matrimonio es hacer entender a los esposos que no son iguales que sus hijos, que ellos van primero y los niños han venido después. Mira: preocúpate menos de la educación de tus hijos y más de tener relaciones con tu mujer. Has de trabajar para llevártela al huerto; los niños se alimentan de vuestro cariño. Conquista el corazón de tu mujer y lo de los hijos viene rodado.
–Ordenar los amores.
–Claro, cuando ponemos a los hijos por encima de todo… Mira, no sabes la de matrimonios que veo destrozados por culpa de la puñetera disciplina positiva. También hay que ordenar los espacios: los niños no han de tener los mejores sillones en el comedor, ni el mejor móvil. Hay que cuidar la intimidad conyugal. No puede ser que muchos matrimonios jóvenes dejéis de tener relaciones sexuales porque los niños absorben todo vuestro tiempo. Llamad a una canguro, que los baje al parque dos horas, y tened una comida romántica. ¡Y con postre! Además, la intimidad lleva a tener la gracia para poder vivir: si no renováis el sacramento, si el Espíritu Santo no se derrama en el tálamo, ¿cómo quieres discernir a qué colegio llevar a tu hija?
–En los últimos años da la impresión de que hay en la Iglesia un énfasis renovado en la pastoral matrimonial, a raíz de las catequesis de san Juan Pablo II y propuestas como Proyecto Amor Conyugal.
–Sí, pero creo que la clave es la apertura a la vida, porque aún veo mucho rollo alrededor de los métodos naturales. Veo muchos matrimonios que viven el infierno porque están metidos en los métodos naturales, que son algo que la Iglesia propone si hay un motivo grave pero que se está usando para espaciar hijos. «Es que en este momento…». No juzgo la buena intención, pero los métodos naturales no son inocuos. Espaciar un hijo es quitar un hijo. Es ponerte en el lugar de Dios y decir: «Ahora no es el momento». Y veo que en las familias que están controlando y mirando no hay alegría. ¿Sabes qué hay?

–¿Qué hay?
–Miedo a quedarse embarazada. Y se reviste de responsabilidad, de teología del cuerpo… Mira, nosotros hemos vivido en ese infierno, porque nuestra hija mayor nació por cesárea y empezamos con los métodos naturales, pero luego vimos que esto no era de Dios, porque o Él es Señor o no lo es. Los hijos no se tienen, se reciben. Cuando se te quita el preservativo del corazón y te preña el Espíritu Santo, y de verdad te hace una criatura nueva, hace obras de vida eterna. Tener un hijo es una obra de vida eterna.
–¿Considera que vive abandonada en la Providencia?
–Mira, yo tengo una enfermedad autoinmune, el púrpura, que hace que no tenga plaquetas. Cuando estaba embarazada de mi séptimo bebé, tenía los niveles muy bajos, podía morir desangrada… pero el día de antes de la operación, misteriosamente me subieron hasta el mínimo para operarme. ¡Y esto me ha pasado cinco veces! Así que sí, vivimos de la providencia. Además, si hago números, no llego a final de mes… pero cuando dejo que Dios provea, Él cuida de mi familia.
–¿Cómo transmite todo esto que hemos estado hablando en sus casi 50.000 seguidores en las redes sociales?
–Un santo triste es un triste santo. Yo creo que impacto desde el sentido del humor y la descomplicación. Muestro lo que hay, las cosas malas y buenas, sin forzarlo. Y también tengo mi combate con la tristeza y la acedia, pero como me conozco, echo mano a las armas de la Iglesia. Rezar mucho, ser fiel al camino que Dios me ha dado y confesarme. ¡Si no me confieso cada dos semanas, los mato a todos! –ríe–.
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