Una pareja de novios
El compromiso previo suele derivar en matrimonios más estables
La peligrosa «inercia de la cohabitación»: qué dice la ciencia sobre irse a vivir juntos antes de casarse
Aunque la convivencia prematrimonial se ha convertido en una práctica común, diversos estudios revelan que aumenta el riesgo de divorcio y disminuye la satisfacción conyugal
La idea de «probar la relación» conviviendo antes de casarse parece lógica, a la luz de la práctica común cada vez más extendida en la sociedad. Algo así como una especie de «test de convivencia» capaz de predecir la compatibilidad de la pareja –como si no hubiese habido tiempo en el noviazgo para descubrirlo–, por detalles como quién recoge los platos o de qué modo intolerable aprieta uno de los dos el tubo de la pasta de dientes.
Sin embargo, la ciencia dice exactamente lo contrario. Un estudio del National Marriage Project de Estados Unidos ha concluido que las parejas que cohabitan antes del matrimonio tienen hasta un 33 % más de probabilidades de divorciarse, en comparación con aquellas que esperan a casarse.
La «inercia de la cohabitación»
Según el profesor Bradford Wilcox, director del proyecto, este fenómeno se debe a la «inercia de la cohabitación»: muchas parejas terminan casándose no porque sean realmente compatibles, sino porque ya comparten una vida y separarse se vuelve complicado. Dicho de otro modo: lejos de ser una prueba útil, irse a vivir juntos vendría a ser una huida hacia delante, en lugar de afrontar la realidad de la pareja con madurez y sin miedo al compromiso.
Otro informe publicado en el Journal of Marriage and Family señala que las parejas que cohabitan antes del matrimonio experimentan mayores niveles de insatisfacción y conflictos conyugales en comparación con aquellas que se casan directamente.
Esto se debe a que la convivencia prematrimonial suele llevarse a cabo con una fortísima conexión física o sexual pero sin compromisos claros, lo que termina por generar «dinámicas de desconfianza», dificultades en el discernimiento de los planes de futuro, y menor «inversión emocional» a largo plazo.
Impacto psicológico y emocional
Desde la psicología, los datos son igualmente concluyentes. La doctora Galena Rhoades, investigadora de la Universidad de Denver, advierte que las parejas que conviven antes de casarse tienden a desarrollar un enfoque más individualista en la relación. «La cohabitación a menudo se basa en la conveniencia y la flexibilidad, lo que puede generar hábitos relacionales menos comprometidos», señala en un estudio publicado en el National Library of Medicine.
Además, otro análisis del Institute for Family Studies mostró que las personas que convivieron antes del matrimonio muestran mayores niveles de ansiedad y depresión después de casarse, en comparación con aquellas que no lo hicieron.
La explicación radica en que muchas veces la convivencia prematrimonial genera un ambiente de ambigüedad, donde los compromisos no están claramente definidos. Por el contrario, un noviazgo estable y basado en la comunicación y la confianza, que concluye en un matrimonio proyectado para toda la vida, se percibe como un ejercicio de «quemar las naves», una apuesta decidida por el otro.
La clave del éxito conyugal
Si bien hay excepciones, los datos muestran que el éxito matrimonial se construye sobre la base de compromisos claros desde el principio. Un estudio de la Universidad de Chicago encontró que las parejas que no convivieron antes de casarse mostraron una mayor «satisfacción marital» a largo plazo, una mayor estabilidad, una mejor comunicación de sus emociones e incluso unas relaciones sexuales más satisfactorias a lo largo de los años.
La doctora Rhoades resume el hallazgo con una frase contundente: «Las parejas que se casan antes de convivir suelen tomar decisiones más conscientes y basadas en la compatibilidad real, no sólo en la conveniencia del momento».
Así, esperar hasta el matrimonio para vivir juntos no es solo una cuestión de valores morales, sino también de bienestar psicológico y estabilidad a largo plazo. La ciencia lo respalda: cuando el compromiso precede a la convivencia, el matrimonio tiene bases más sólidas para sortear las dificultades y azares con que siempre sorprende la vida.