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Ramo de naranjo

Ramo de naranjo

El Rey Felipe tiene un bodegón de Teresa Lapayese en Palacio: «Espero que lo disfruten como yo»

Don Felipe y Doña Letizia pueden disfrutar a diario de la belleza de lo cotidiano

Aún no sabemos en qué estancia del llamado Pabellón del Príncipe en el Palacio de la Zarzuela se encuentra desde hace 20 años el bodegón realista de Teresa Lapayese, que se ha inspirado desde joven en los maestros clásicos del Museo del Prado. De la misma generación que Felipe VI, esta pintora madrileña pertenece a una familia de artistas aragoneses y como pintora de naturalezas muertas creció contemplando las de Sánchez Cotán y Zurbarán, de los que hay escasos bodegones en el Prado porque, según el doctor en Historia del Arte Alberto Pancorbo, «los Reyes españoles preferían adquirir bodegones de los Países Bajos». De aquellos pintores españoles, Lapayese hereda los fondos oscuros, aunque en sus cuadros también busca «evocar la luminosidad» de su lienzo favorito, «El descendimiento» de Van der Weyden, que María de Hungría adquirió para su castillo de Binche y lo legó a su sobrino, el futuro Felipe II que desde joven lo había contemplado en casa de su tía, como cuenta el experto en pintura flamenca Diego Blanca. Teresa, que se considera arquitecta de lo cotidiano, también continúa flechada por Vermeer y en las telas que pinta se aprecia su gusto por lo barroco. Su pintura es una simbiosis de la opulencia de los clásicos junto a la simpleza de lo cotidiano porque al elegir frutas y cacharros, encuentra un código personal de belleza que aporta monumentalidad a los objetos más humildes.

En qué rincón tienen los Reyes el bodegón

Limones con cristal, en el comedor de la Embajada de Viena

Limones con cristal, en el comedor de la Embajada de Viena

Cuando le comento cómo voy a titular esta entrevista, se ríe y me dice: «no fueron Felipe y Letizia los que me compraron «Rama de Naranjo», sino las Cámaras de Comercio para regalárselo a los Príncipes de Asturias con motivo de su boda, pero ¡yo qué sé dónde lo tienen!» Aunque sí sabe que sus «Limones con cristal» y «Membrillos con porcelana» que adquirió el Ministerio de Asuntos Exteriores están colgados en el comedor de la Embajada de España en Viena; y en la Embajada de Dublín también disfrutan de un Lapayese. ¿En qué pared del Palacio puede estar tu cuadro? «Es un ramo de naranjo sobre una estructura de madera y yeso, que hice yo misma. Recuerdo cuando cortaba los listones de madera que medían unos 80 cm de largo –el cuadro es de 47x80-, así que puede estar en el comedor del palacio o en un salón de diario, pero nunca me han dicho dónde está». Al tener un tamaño mediano podría decorar cualquier rincón... «Sí, aunque yo no pondría el bodegón en un dormitorio, pero puede estar en la cocina o en el office del Palacio».

¿Cómo se convirtió «Rama de naranjo» en regalo de boda para Don Felipe y Doña Letizia? «En aquella época yo había expuesto en la Galería Jovenart de Claudio Coello y uno de sus clientes relacionado con la Cámara de Comercio contactó conmigo porque querían regalar uno de mis cuadros a los Príncipes. Vino al estudio y estuvo viendo unas cebollas y unos membrillos, porque en aquel momento yo no tenía naranjas. Me preguntó si yo podía hacer una rama de naranjo de esas medidas y así fue. Elegí una composición diagonal, con luz lateral para acentuar los volúmenes y los colores; con una cáscara de naranja enroscada que es un guiño a Pieter Claesz», el pintor holandés del XVII experto en bodegones, del que hay un lienzo en el Prado. Precisamente un día como hoy hace ya 20 años, Teresa Lapayese estaba dando pinceladas finísimas al bodegón «real», como hacían los maestros del XVII y XVIII que pintaban naturalezas muertas para las colecciones de los monarcas. «Sí, era un encargo como cuando hice «La Santa Cena» o «La Cena de Emaús» para la Iglesia de San Pedro Apóstol de Alcobendas. Evidentemente desde entonces he pulido muchísimo mi técnica; ahora dedico muchas más horas a cada cuadro. Además, ese óleo en concreto no tiene reflejos, a diferencia de los bodegones que hago ahora, en los que la realidad se duplica».

Bálsamo en momentos turbulentos

Teresa Lapayese

Teresa Lapayese

Las frutas de Lapayese son tan reales que abren el apetito. ¿Qué podrá sentir Felipe VI al ver el cuadro? «Las naranjas alegran porque es una pintura muy luminosa, atractiva y elegante. El cuadro tiene que producir placer a la persona que lo ve. Tú misma cuando has entrado en la sala (del Centro Cultural Anabel Segura de Alcobendas, donde se expone «Naturalezas muertas» hasta el 17 de febrero) has dicho ¡qué maravilla!; supongo que el Rey pensará lo mismo. Yo busco la belleza, tengo esa inmensa felicidad de poder crear algo estético, pero me hace falta una persona que, inmersa en su vida diaria, quiera pararse un minuto a mirarlo. Mi objetivo no termina cuando concluyo el cuadro, necesito que alguien disfrute porque si no, el proceso creativo no está cerrado».

En momentos turbulentos como los que estamos viviendo, ¿la pintura puede servirnos de bálsamo? De adolescente yo era un poco caótica y no era capaz de centrarme en las cosas, hasta que empecé a dibujar. La pintura me ha servido para desarrollarme intelectual y emocionalmente; ha sido un bálsamo total en mi vida. Cuando no estoy pintando me encuentro dispersa por la casa y siento como que no vivo. Cada día necesito mi disciplina delante del cuadro, hacer mi paleta de colores grises y poder decir «hoy he vivido porque he pintado»; si no, pasan los días y no sé lo que he hecho. Es un bálsamo para centrarme en la realidad, en la vida que me ha tocado vivir”.

Una afición de Reyes

A Carlos de Inglaterra y a Margarita de Dinamarca les encanta pintar, ¿cómo ves el estado de la profesión en España? «Hay un conjunto de pintores que mantenemos la tradición, que somos los realistas, dejo a un lado los hiperrealistas que son otra cosa y no hay que confundirlo. Tras la época de las vanguardias, el realismo pictórico resucitó gracias a Antonio López» –que también ha pintado sus famosos membrillos-, «él ha abierto un camino para los realistas y volvemos a ser más respetados. De hecho, en 2007, el Museo del Prado rescató cuadros del siglo XIX como el de «Juana la Loca» de Pradilla, que estaban en el Casón del Buen Retiro donde nadie los veía». Entonces, ¿lo clásico vuelve a estar de moda? «Yo lo impongo en mis bodegones y si los demás lo disfrutan pues eso que les habré transmitido. En mis composiciones busco un equilibrio, un orden y uno de mis objetivos es transmitir mis propios cánones de belleza. Hay pintores que utilizan el realismo para expresar situaciones sociales tristes y desagradables de la vida, pero ese no es mi caso».

Mayor tristeza es que unos activistas medioambientales hayan puesto en peligro «La Venus del espejo» de Velázquez en la National Gallery o las dos majas de Goya en el Prado… «Yo amo la pintura y la pintura de los museos. Cuando vas a un museo dejas de vivir una vida material, te despreocupas de lo que vas a comer, del dinero y pasas a un plano espiritual, superior. Hay otras formas de reivindicación que no ponen en peligro obras que tienen un valor humanístico tremendo y por supuesto yo condeno esta forma de proceder». Por cierto, ¿de dónde eran las naranjas? «Las compré en un supermercado de Alcobendas, algo de lo más corriente», y con una risilla más propia de niña pícara añade que las ramas de naranjo las cogió con Juan José, arquitecto cubano, escritor de vocación y entusiasta de su esposa «en los naranjos que hay en la plaza de Tirso de Molina».

A nuestros Reyes, que el próximo mes de mayo cumplirán 20 años de casados, les deseamos que continúen disfrutando de las naranjas, que desde aquel 2004 se mantienen igual de apetecibles en los lienzos de Teresa: la belleza de lo cotidiano.

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