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Xabi Alonso, en una imagen de archivo

Xabi Alonso, en una imagen de archivoGTRES

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El pueblo del norte de España que vio crecer a Xabi Alonso

Cuna vasca de historia, piedra y carne a la brasa, esta villa del interior de Guipúzcoa conserva el eco de su apellido

Hay lugares que, aunque uno los abandone pronto, dejan una marca que no se borra. En el caso de Xabi Alonso, esa raíz lleva nombre guipuzcoano: Tolosa, villa vasca abrazada por el verde, el agua y la piedra, que vio nacer al ahora entrenador del Real Madrid y que aún conserva con orgullo el eco de su apellido.

Xabi dejó esta localidad con apenas seis años, cuando la familia se trasladó a San Sebastián, ciudad donde su padre, Periko Alonso, desarrollaba entonces su carrera como futbolista de la Real Sociedad. Pero la memoria en Euskadi es persistente, emocional, y hay pueblos que no sueltan a los suyos. Aunque el joven Alonso apenas tuvo tiempo de recorrer sus calles medievales, este rincón sigue siendo, para muchos, su primer campo de juego. Una cuna sentimental a la que él regresa de vez en cuando.

Situada a tan solo 28 kilómetros de San Sebastián, esta villa de unos 20.000 habitantes conjuga historia, gastronomía y un carácter marcado por su geografía. Rodeada de montes y cruzada por el río Oria, fue durante una década (1844–1854) capital de Guipúzcoa, debido a su posición estratégica entre Castilla, Navarra y la costa cantábrica. A lo largo de los siglos, fue paso obligado de comerciantes, militares, pastores y –ahora– senderistas.

El visitante que llega por primera vez no tarda en notar el equilibrio entre lo antiguo y lo vivo. El casco histórico, compacto y bien conservado, se abre paso entre soportales, plazas recoletas y callejuelas de piedra. Destaca la iglesia de Santa María, joya del gótico vasco, así como varios palacetes barrocos que dan fe del esplendor mercantil de otros tiempos. Pero si hay un lugar que resume el pulso de la vida local, ese es el mercado del Tinglado (Zerkausia), donde cada sábado desde hace siglos se dan cita los agricultores de la zona. Quien camina por allí puede aún ver, si se fija bien, los restos de la antigua muralla medieval en el suelo.

Pero el alma de esta tierra no se entiende sin mirar a su entorno. La antigua villa está encajada en un valle de perfil quebrado, rodeada por cumbres como Uzturre, Urkizu, Hernio o Artubi, que la resguardan y le dan ese aire contenido y sobrio. Las rutas de senderismo que salen desde el núcleo urbano son parte del orgullo local: la subida al Uzturre es la más típica, con vistas que merecen el esfuerzo. Aquí la naturaleza no es postal, es parte de la identidad: barro, verde profundo, niebla persistente y una sensación de arraigo que se respira.

Panorámica del río Oria, en Tolosa

Panorámica con el río Oria, el mercado de Zerkausia, el palacio Idiakez y la iglesia de Santa María

Y sí, se come bien. Muy bien. La cocina local es motivo de orgullo y también de celebración pública. La villa acoge cada año la Fiesta de la Chuleta, una jornada en la que el centro urbano se transforma en una inmensa parrilla al aire libre. Esa devoción carnívora le ha valido el título no oficial de «capital de la carne». Degustar una buena pieza a la brasa aquí no es solo una cuestión de sabor: es casi una liturgia popular.

Además, no faltan otras citas destacadas: la Semana Coral Internacional, que cada otoño reúne a coros de todo el mundo; el Carnaval tolosarra, uno de los más antiguos y genuinos de Euskadi; y su papel cultural como sede de archivos históricos, entre ellos el Archivo General de Gipuzkoa. Al final, este enclave de interior –menos turístico que la costa, pero no menos hermoso– ofrece algo que va más allá del paisaje.

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