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Jorge Javier Vázquez y Pedro Sánchez, este martes en La Moncloa

Jorge Javier Vázquez y Pedro Sánchez, en La MoncloaInstagram de Jorge Javier Vázquez

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Fin del idilio de Jorge Javier Vázquez con Pedro Sánchez: «Muero de pena»

El presentador confiesa que ya no le apoya por la trama de corrupción que afecta a la cúpula del PSOE

Durante años, Jorge Javier Vázquez fue una de las voces más fervientes e incondicionales del sanchismo en el panorama mediático español. El presentador de programas como Sálvame, Hay una cosa que te quiero decir, Supervivientes o El diario de Jorge no solo respaldaba al líder del PSOE con entusiasmo, sino que lo hacía con una vehemencia inusual entre figuras públicas. Declarado votante socialista, defensor de la amnistía y crítico implacable con la derecha, encuentra en su blog en Lecturas una plataforma desde la que articular sus ideas con total libertad y sin ambages.

Sin embargo, la fidelidad emocional e ideológica ha empezado a resquebrajarse. Las recientes revelaciones sobre la presunta trama de corrupción que implica a figuras clave del círculo de confianza del presidente —como Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García— han generado un profundo desencanto. Para el comunicador, no se trata solo de un escándalo político, sino de una decepción personal. «Desde entonces no he sido capaz de conectar con ningún programa de televisión en el que se trate el tema porque muero de pena», escribe con visible dolor. «Me informo por los periódicos. Leo un artículo y descanso. Al rato otro. Voy naufragando entre la tristeza, la desesperación, la inquietud y la incomprensión».

No es la primera vez que el presentador convierte sus opiniones políticas en contenido público. En septiembre de 2022 llegó a tuitear, con ese tono irónico tan suyo: «Votaré a Pedro Sánchez por guapo». Pero mucho antes, en 2014, vivió un episodio mediático que aún hoy se recuerda: tras criticar duramente al PSOE por permitir el Toro de la Vega en Tordesillas, fue el propio Sánchez —entonces secretario general del partido— quien llamó en directo a Sálvame para pedirle que no retirara su voto.

Vázquez aceptó, pero lanzó una advertencia: «Con mi voto cuentas, pero voy a estar muy pendiente». El momento fue histórico y no exento de polémica: parte del electorado reprochó al PSOE su «descenso al barro» por entrar en un programa del corazón, aunque desde el partido defendieron el gesto como una apuesta por la cercanía y la transversalidad mediática.

Hoy, ese puente parece derruido. El catalán, que se consideraba fan de la identidad política ligada a los valores clásicos de la izquierda social y cultural —feminista, animalista, antifascista— confiesa que ya ni siquiera puede verles en pantalla. «Necesito creer que los corruptos siempre acaban cayendo, que no es tan fácil meter la mano y salir indemne», reflexiona. Su decepción no tiene tanto que ver con una traición ideológica como con una herida emocional: la sensación de que una confianza ciega ha sido vulnerada.

Con sorna y algo de vergüenza, admite incluso haberle declarado su admiración personal a uno de los hoy caídos en desgracia: «Un día me encontré a Ábalos y le dije que era fan suyo». La frase, que antaño hubiera sido simplemente cómica, ahora parece una confesión incómoda. Como quien recuerda haberse enamorado de la persona equivocada.

Pedro Sánchez junto a Jorge Javier Vázquez y Ángeles Caballero

Pedro Sánchez junto a Jorge Javier Vázquez y Ángeles Caballero

En realidad, el malestar venía gestándose desde antes. En julio de 2024, dejó una frase reveladora: «La gente de derechas no tiene ese punto tan elitista y tan esnob que tienen muchos de izquierda». En su momento, pareció una ocurrencia más. Hoy suena a presagio. El «trío calavera», como él mismo ha bautizado a Ábalos, Cerdán y Koldo, se convierte en el símbolo de un proyecto que prometía regeneración y ética, pero que ha acabado cubierto por la sospecha.

Y no está solo. Otras figuras del ecosistema mediático afín, como Antonio García Ferreras, también han comenzado a marcar distancias. Lo que parecía un bloque sólido de apoyo se va agrietando. Y lo hace desde dentro: desde la decepción de quienes, como Jorge Javier, entregaron mucho más que su voto. Entregaron su fe, su palabra y —en más de un caso— su reputación.

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