
Bruce Springsteen
La playa española que enamoró a Springsteen: muchas olas y rock and roll
Desde que actuó por primera vez en San Sebastián en 2008, el vínculo con la ciudad se ha ido estrechando concierto a concierto
A Bruce Springsteen le gusta España. Le gusta su carácter, su comida, su clima… pero lo que realmente lo tiene fascinado es San Sebastián. Desde que actuó por primera vez en la ciudad en 2008, el vínculo se ha ido estrechando concierto a concierto, visita tras visita. Se ha bañado en sus playas, ha celebrado cumpleaños y reuniones familiares —incluyendo a su madre— en restaurantes como Bokado Aquarium, Illarra o Bokado, y ha paseado, con la naturalidad de un turista más, de la mano de Patti Scialfa, su compañera de vida, como dos enamorados sin prisa.
Pero si hay un rincón que el Boss guarda con especial cariño, ese es la playa de Ondarreta. Más discreta que su vecina La Concha, pero igual de encantadora. Desde aquel momento, este arenal sereno y elegante se convirtió para él en algo más que un destino veraniego: un refugio emocional, su pequeño secreto vasco donde desconectar del ruido del mundo.

Playa de Ondarreta
Y no es de extrañar. Situada en el barrio del Antiguo, esta playa urbana combina discreción y belleza. Con 600 metros de longitud y alrededor de 100 de ancho, ofrece espacio suficiente incluso en temporada alta. A sus espaldas se alza el Monte Igueldo con su parque de atracciones de aire nostálgico, y al frente se impone el Palacio de Miramar, aportando un toque señorial a la bahía. Es un enclave donde se funden lo natural y lo urbano: un paseo marítimo con bancos orientados al mar, los jardines cercanos que invitan a perderse, y al final del recorrido, el Peine del Viento, la emblemática obra de Chillida, donde el acero se abraza con el oleaje en un espectáculo tan poderoso como una canción de rock. Pero esta playa no vive solo de paisajes. También forma parte del ritmo cotidiano de Donostia. En verano, es habitual ver a familias instaladas desde temprano, niños correteando hacia el parque infantil sobre la arena, o grupos de jóvenes desafiando el mítico tobogán del gabarrón. Los más intrépidos incluso se lanzan a cruzar a nado hasta la isla de Santa Clara, situada justo en el corazón de la bahía, como si fuera una pequeña promesa de aventura.
Gastronomía
Y como no puede faltar en el norte, tras un buen baño llega el momento de comer. En las calles del Antiguo o en los alrededores de Igueldo, se despliega una gastronomía que es casi religión. Los pintxos mandan: gildas, bacalao al pil-pil, txangurro, alubias de Tolosa, kokotxas… y para acompañar, un txakoli bien frío o sidra escanciada con arte. La zona también alberga varios templos de la alta cocina: Akelarre, Arzak, el restaurante de Martín Berasategui... Porque Donostia no es solo surf y paseos, es también cuchara de estrella Michelin. Por eso no sorprende que el rockero de Nueva Jersey haya vuelto en 2025 para ofrecer aquí su único concierto en España. Como en otras ocasiones, se aloja en el Hotel María Cristina, frente al Teatro Victoria Eugenia, con vistas al río Urumea y al Cantábrico. Un lugar a su altura. Él mismo ha confesado que siente una conexión profunda con esta ciudad. Y quien ha caminado por sus calles lo entiende: San Sebastián tiene alma, cadencia y una belleza que no necesita gritar para ser inolvidable.Esa playa donostiarra, más calmada, más recogida, tiene la serenidad de una balada bien compuesta. Tiene algo que no se explica, pero se queda. Así que si algún día ves a un tipo de paso tranquilo, canoso, con gafas de sol y auriculares puestos, mirando al horizonte mientras camina junto al mar... puede que sea él. Puede que esté escuchando Born to Run mientras las olas del Cantábrico marcan el compás.