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(Foto de ARCHIVO)
El chef Pepe Rodríguez posa en la alfombra naranja de la XVII edición del FesTVal de Vitoria, en el Palacio de Congresos Europa, a 4 de septiembre de 2025, en Vitoria-Gastéiz, Álava, País Vasco (España). Hoy, 4 de septiembre, se estrena la décima edición del tablet culinario ‘MasterChef Celebrity’. Con el jurado formado por Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz, 16 nuevos aspirantes famosos se enfrentan a desafíos ante los fogones.

Iñaki Berasaluce / Europa Press
04/9/2025

El chef Pepe RodríguezEP

Pepe Rodríguez desvela qué no soporta de los clientes en un restaurante

El cocinero manchego, dueño de El Bohío y una de las voces más respetadas de la gastronomía española, denuncia que el móvil ha matado la liturgia de la mesa

Antes de ponerse serio, hay que entender quién es Pepe Rodríguez cuando no está subido al pedestal del jurado televisivo. No es un chef de manual ni alguien obsesionado con lo «correcto»: huye de los dogmas gastronómicos, no vive pendiente de dietas y disfruta de la comida sin remordimientos. Es de los que prefieren un buen embutido antes que un menú perfectamente cuadriculado, y que se derriten con los clásicos de siempre antes que con lo que está de moda en Instagram. No bebe café, pero se rinde ante cualquier postre que lo lleve; y aunque domina la cocina manchega como pocos, reconoce que hay preparaciones -como el arroz- a las que les guarda un respeto casi supersticioso. Come por placer, no por apariencia.

Y justo porque vive la comida desde ese sitio tan real -tan terrenal- le molesta, especialmente cuando alrededor de la mesa desaparece lo humano y solo queda la puesta en escena. Esa desconexión es lo que más le irrita: no es el plato, es la actitud. Para él, comer es presencia, no espectáculo.

Por eso, cuando habla de lo que más le saca de quicio, no se corta. Después de más de una década en televisión y media vida entre fogones, el chef toledano tiene clarísimo qué es lo que más detesta cuando alguien se sienta en su mesa: la indiferencia. No soporta ver a comensales que están físicamente delante de un plato trabajado durante horas, pero mentalmente en otra parte: en el teléfono, en conversaciones que no miran al plato o en la distracción total. Para él, comer no es un trámite: es un ritual, casi una ceremonia que exige atención, respeto y presencia.

Chef Pepe Rodriguez and Marivi Fernandez at photocall for premiere show CarlosLatre Inimitable in Madrid on Wednesday, 26 June 2024.

Pepe Rodríguez y su mujer MarivíGtres

En una entrevista reciente fue rotundo al describir esa escena tan habitual hoy: una mesa en la que cada uno está a lo suyo. Uno pendiente del móvil, otro contando batallitas, otro ignorando el plato que tiene delante… y el trabajo del cocinero quedándose frío. «La mesa es una liturgia», insiste. Por eso evita las comilonas multitudinarias: «Yo voy a comer con dos o cuatro personas, máximo, y el teléfono en silencio». Todo lo demás, dice, ya no es gastronomía: es ruido.

Pero donde más sube el tono es cuando entra en la figura del «crítico de teclado», ese perfil que no va a comer, sino a grabar. Llega al restaurante con la cámara preparada antes que el paladar, etiqueta antes de probar y dicta sentencia como si fuera inspector Michelin. Ahí es donde se le acaba la paciencia: «¿Cuándo hemos normalizado que un tontolaba que ha comido siete veces caliente se crea crítico?». No es rabia: es hartazgo. El hartazgo de ver cómo se sustituye la experiencia por la pose y el criterio por la opinión fácil.

Su guerra, en realidad, no es contra las redes, sino contra el ego. Lo dice claramente: el problema no es el móvil, es usarlo como espejo. Esa tendencia a convertir la mesa en plató y la comida en contenido -en vez de en encuentro- es lo que denuncia con más dureza.

Samantha Vallejo Nágera, Pepe Rodriguez y  Jordi Cruz

Samantha Vallejo Nágera, Pepe Rodriguez y Jordi CruzGTRES

En el pódcast La Escalera Roja lo llevó todavía un paso más allá: «A los necios estos que se ponen con siete cámaras les tengo prohibido el paso. He decidido que no se va a hacer un show en el restaurante. Y el que quiera montar un plató, que me pague». En su casa se va a comer, no a producir contenido ajeno.

Y si alguien se pregunta por qué habla con tanta contundencia, la respuesta es sencilla: porque puede. Su trayectoria lo respalda. A sus 56 años dirige El Bohío, en Illescas (Toledo), un restaurante con estrella Michelin donde ha elevado la cocina manchega sin perder alma ni raíces. Se formó con gigantes como Joan Roca o Ferran Adrià y lleva más de diez años como jurado de MasterChef, observando desde primera fila cómo la comida puede ser emoción… o puro teatro.

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