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19 de abril de 2024

Retrato de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, pintado por Jorge Inglés

Retrato de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, pintado por Jorge Inglés

Picotazos de historia

El misterio del falsificador español

Nada se sabe del autor de estas falsificaciones, pero por los orígenes atribuidos en las primeras pinturas detectadas se le dio este nombre

En 1906 el multimillonario John Pierpont Morgan decidió trasladar su enorme colección de manuscritos, incunables, grabados y dibujos a un edificio que había adquirido en 1880 a la familia Phelps, en Nueva York. Este es el origen de la Biblioteca y Museo Morgan de esta ciudad norteamericana, constituida en institución pública por manda testamentaria de su creador.
De la enorme colección, tal vez lo más granado sean los manuscritos iluminados que posee: el Libro de horas Farnesio, el Morgan negro, el de Catalina de Cleves, etc. Por ello es fácil comprender la angustia del director de la institución, Belle de la Costa Greene, en 1930, cuando al examinar un manuscrito iluminado atribuido al Maestro Jorge Inglés (pintor de origen inglés establecido en España durante el siglo XV, entre otros, autor del retrato del marqués de Santillana del Museo del Prado) empezó a sospechar que era una falsificación. Inmediatamente se procedió a un minucioso examen de todos los manuscritos, el resultado fue que al menos veinte eran falsificaciones (hoy se sabe que son 32).
Nada se sabe del autor de estas falsificaciones, pero por los orígenes atribuidos en las primeras pinturas detectadas se le dio el nombre del «falsificador español». Trabajó a finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX y fue un maestro. Sus obras se identificaban por una característica inclinación de la cabeza en algunos personajes representados, ligeros anacronismos en la vestimenta (algunos escotes de los ropajes de las mujeres no pertenecen a esa época), mezcla de escenas (religioso- mundanas) y un uso diferente del pan de oro que da gran brillantez a sus trabajos pero que no corresponde con la técnica utilizada entonces. De todas maneras habría que esperar a la tecnología moderna para, por medio de la espectroscopia, poder confirmar la autenticidad de las obras. A día de hoy han sido detectadas más de doscientas de sus falsificaciones.
Es tan valorado que los museos han hecho exposiciones de sus obras, se estudia su técnica y, cuando aparecen, se pagan burradas por los raros ejemplares que llegan a las subastas.
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