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Grupo de bombarderos B-17 en formación (1944)

Grupo de bombarderos B-17 en formación (1944)

Picotazos de historia

Honor y compasión en el aire: el incidente Charlie Brown

El piloto del bombardero americano consiguió aterrizar en una base inglesa. Se consideró un auténtico milagro que, en el estado en que se encontraba el Ye Olde Pub, hubieran podido regresar

El 20 de diciembre de 1943, cuatro días antes de Nochebuena, el bombardero B-17F Ye Old Pub, perteneciente al 527º escuadrón del 379º grupo del VIII mando de bombarderos, despegó desde su base en Kimbolton (R.U.), con una tripulación de diez individuos y pilotado por el segundo teniente Charles «Charlie» Brown. Junto con varios escuadrones más tenían la misión de destruir unas fábricas en la ciudad alemana de Bremen, fuertemente protegida por un sistema antiaéreo y la Luftwaffe. Cuando llegaron a Bremen el Ye Old Pub empezó a ser objeto de las atenciones de la defensa antiaérea. Tras haber lanzado las bombas sobre el objetivo, el teniente Brown inició un balance de daños: el plexiglás del morro había saltado por los aires a causa de una explosión de un proyectil antiaéreo y el aire, a menos de -60º C y a más de 8.000 metros de altitud, atravesaba el avión de morro a cola; el ala derecha mostraba un enorme agujero; el motor número 2 había quedado inutilizado y el número 4 estaba dañado y dejaba tras de si una estela de negro humo. El bombardero se iba rezagando respecto al grupo y, en ese momento, atacaron los aviones de la defensa alemana. Fueron minutos de pesadilla. Milagrosamente el bombardero norteamericano sobrevivió y continuaba volando. Pero en qué condiciones.

Tripulación de Ye Olde Pub

Tripulación de Ye Olde Pub

El mal estado del bombardero americano

A los daños que había sufrido sobre el objetivo, ahora debían de sumar: daño en el motor número tres que tuvo que ser apagado para evitar su incendio; el sistema eléctrico, hidráulico y de oxígeno estaban destrozados por lo que tuvieron que descender para poder respirar y no morir congelados; la brújula y los sistemas de navegación a la porra; el timón de dirección destruido (el que está al final de la cola) así como el elevador izquierdo, lo que dificultaba mucho el pilotaje. Las armas a bordo estaban destruidas o inutilizadas debido a las bajas temperaturas. Cuanto a la tripulación, tenían un muerto (el artillero de popa) y seis heridos (incluido el piloto Charlie Brown). Grandes agujeros en la superestructura del avión y la pérdida del plexiglás del morro permitía que el viento atravesara el avión por todos lados, dificultando su manejo y ateriendo hasta la agonía a su desesperada tripulación que se había quedado sin calefacción. Y, a pesar de todo, volaban. Ahora estaban a unos setecientos metros del suelo y con menos del 40 % de potencia, pero seguían en el aire.

Una tregua en el aire

Brown no sabe cuánto tiempo transcurrió hasta que se percató de que en cola tenía un Messersmicht BF 109 en perfecta posición de ataque. Esperó sentir en la estructura los impactos de los proyectiles del cañón de 20 mm y las ametralladoras del piloto enemigo pero nunca llegaron. El caza alemán rebasó por la izquierda al bombardero americano y se situó a la altura de la cabina de mandos. Brown pudo ver perfectamente cómo el piloto alemán observaba el estado del bombardero, le miró a él e hizo gestos para que aterrizara. Brown negó con la cabeza y continuó dirigiéndose hacia el mar y hacia Inglaterra. El piloto alemán le miró durante un rato, luego a la lamentable ruina que seguía volando, y situó su caza en el lado derecho del bombardero. A lado de su ala. En posición de escolta. De esta manera daba a entender a las baterías antiaéreas de tierra que el bombardero se había rendido y que no disparasen.

Llegaron al mar y, después de un buen rato, el caza alemán volvió a situarse a la izquierda del piloto americano. Señaló hacia adelante. Saludó militarmente y se fue.

Charlie Brown consiguió aterrizar en una base inglesa. Se consideró un auténtico milagro que, en el estado en que se encontraba el Ye Olde Pub, hubieran podido regresar. Brown, lo mismo que el resto de los tripulantes, presentaron su informe pero les ordenaron que guardaran silencio. No era una historia para repetir en tiempos de guerra.

Charlie Brown (izquierda) y Franz Stigler (derecha)

Charlie Brown (izquierda) y Franz Stigler (derecha)

Durante muchos años Charles Brown guardó silencio sobre su extraordinaria aventura. En 1986, durante un acto de veteranos de la guerra, se le solicitó que relatara la experiencia que más le había impresionado. Se decidió a hacerlo y una vez que empezó no pudo parar hasta contarlo todo. Desde ese día se empeñó en localizar al desconocido piloto alemán que les había perdonado la vida y les protegió, arriesgando la suya propia en una acción que violaba los códigos de guerra y que le hubiera supuesto ser fusilado por los suyos. Cuatro años después recibió una carta desde Canadá con un breve mensaje: «Yo soy ese piloto», lo firmaba Franz Stigler. Un alemán afincado en Canadá.

Tras hablar por teléfono y confirmar detalles, ambos se reunieron. Stigler relató que en 1940 había perdido a su hermano en acción, piloto como él. Al ver el estado del bombardero y a su tripulación herida y desesperada, decidió que no representaba amenaza alguna y que su destrucción iba contra el código de los pilotos. La vida de Charlie Brown y del resto de la tripulación se había vuelto para él tan valiosa como la de su hermano. Charlie y Franz se volvieron amigos inseparables. Ambos murieron en 2008 con cinco meses de diferencia.

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