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24 de abril de 2024

Isabel I y la Armada española. Óleo atribuido a Nicholas Hilliard, que probablemente representa la batalla naval de Gravelinas

Isabel I y la Armada española. Óleo atribuido a Nicholas Hilliard

Entrevista a Pedro Luis Chinchilla autor de 'Los prisioneros de la Armada Invencible'

«Desde hace 30 años me siento un poco obligado a recuperar la memoria de los prisioneros de la Armada Invencible»

La historia no solo son batallas, armamento o reyes. Por primera vez un libro recopila las vivencias y los nombres de los casi 3.000 hombres que estuvieron cautivos tras la derrota de la Armada Invencible frente a los ingleses

Pedro Luis Chinchilla es un murciano experto en marketing digital que se autodefine como «un loco rescatador de una memoria olvidada» porque ha conseguido recuperar en su primer libro la historia de Los prisioneros de la Armada Invencible, una historia que no se había contado antes sobre la odisea de los hombres apresados tras la derrota de la Armada Invencible que envió Felipe II a Inglaterra en 1588. Aunque su labor empezó hace más de diez años, cuando creo su página web armadainvencible.org, para divulgar los hechos de la Armada Invencible. Desde entonces ha conseguido una gran repercusión en España, pero también en Irlanda donde participa desde hace años en homenajes organizados por asociaciones locales como Spanish Armada Ireland en Grange, un pueblecito del oeste de Irlanda.
Pedro Luis Chinchilla

Pedro Luis Chinchilla

–¿Cómo empieza toda esta aventura con la Armada Invencible que le ha llevado a escribir un libro?
–Todo empieza con mi viaje a Irlanda en los años noventa. Me fui en un coche que salió de Yecla (Murcia) –mi pueblo– e hice 2.000 kilómetros hasta Le Havre, en Francia. Allí cogí un ferry que tardó 24 horas en llegar a Irlanda y con una guía de viajes –que me imagino, compré en el Corte Inglés de Murcia o Alicante– me recorrí la isla.
Conduciendo por una carretera cercas de Galway, siento esa especie de llamada de «aquí hay algo» y descubro una placa en el borde de la carretera donde ponía que ahí había naufragado la San Nicolás Prodanelli y me quedé sorprendido. Cuando regresé a España me puse a investigar sobre esta Armada y desde hace 30 años me siento un poco obligado a recuperar la memoria de la gente que murió allí. Entendí que debía dedicarme a esas personas, no a la estrategia naval, las grandes batallas, artillería, o la política.
–En 2014 crea su proyecto de divulgación sobre la Armada Invencible ¿En qué momento se le ocurrió llevar su afición al mundo profesional?
–Hice un máster en comercio digital, otro en analítica web y un tercero en posicionamiento en buscadores (SEO) que duró un año. Cuando cursé el de SEO pensé que era el momento adecuado para trasformar mi pasión en un proyecto real. Lo que hice fue «armadainvencible.org», una página que era mi Trabajo de Fin de Máster. Enseguida empezó a tener éxito, aunque mirando hacia atrás mis primeros artículos son infumables y con algunos errores, que pretendo corregir. Desde entonces he ido conociendo a gente que ha hecho crecer el proyecto.
–En cuanto al nombre elegido, existe la eterna discusión entre los que llaman a la expedición: Felicísima Armada, Gran Armada o Armada Invencible, que en teoría utilizaron los ingleses de forma despectiva ¿Por qué llamó así a la web?
–Fue una cuestión de posicionamiento orgánico en buscadores. Cuando en España alguien busca en Google algo relacionado con este suceso histórico escribe Armada Invencible, nadie pone Grande y Felicísima Armada, Gran Armada, ni jornada de Inglaterra. Nosotros la llamamos Armada Invencible. Lo curioso es que en Inglaterra nadie escribe Invicible Armada, es decir, eso de que los ingleses la llaman Armada Invencible es un mojón que nos estamos comiendo nosotros desde hace más de 300 años. Para mí esta riña está superada y no me enfado porque digan que no debería llamarse así. Que cada uno lo llame como quiera, aunque nunca en la vida se ha llamado Felicísima Armada, ni hay ningún documento en el que cite ese nombre. Era una armada, gran armada o gruesa armada, en minúscula, porque entonces no era una institución como tal. El resto han sido malas lecturas que se han hecho, pero en el libro está muy bien explicado.
–Además, creó un logo y una bandera amarilla, blanca y roja ¿Por qué esos colores?
–Sabemos que cuando la Armada salió de Lisboa se compraron todos los paños para hacer las banderas de popa que se iban a utilizar en combate. Y sabemos por la documentación que esos paños eran de color rojo, blanco y amarillo. Era una bandera exclusiva de combate y se izaba en popa en el momento de la batalla. De hecho, esa bandera se siguió utilizando hasta el siglo XVIII y se la llamaba: bandera de los galeones de España.
–No ha utilizado nada al azar. Además de los artículos que escribe, desde hace unos años organiza junto a la Spanish Armada Ireland un festival conmemorativo en Grange, un pequeño pueblo perdido de la mano de dios, donde todavía están, a pocos metros de la playa, los naufragios de tres buques ¿Cómo descubre este pueblo y lo sucedido allí?
–De lo que más orgullo estoy es de conocer a la gente de Grange, ese pueblecito de Irlanda de 400 habitantes donde hacen cada año un homenaje a los caídos de La Lavia, la Santa María de Visón y La Juliana en la playa de Streedagh. Cuando les conocí se me abrió el cielo porque vi a personas que estaban haciendo lo mismo que yo. No soy consciente del momento exacto que supe de Grange, pero han pasado ya ocho o diez años. He viajado toda la costa norte, sur y oeste de Irlanda para recorrer los sitios relacionados con la Armada, en uno de esos recorridos en coche pasé por este pueblo y vi un cartel en el que ponía: sitio memorial de la Armada. Entonces me acerqué y me contaron que hacían una fiesta conmemorativa cada año en la playa donde habían naufragado los españoles. A partir de ahí empecé a ir al festival y a colaborar con ellos y cuando lo moví entre mis seguidores en España fue un bombazo para mí y para ellos. Cuando fui por primera vez solo éramos tres españoles: mi hijo, el embajador de España en Irlanda y yo. Desde entonces ha habido años en los que nos hemos juntado más de 300 españoles, que han ido exprofeso a ese pueblo para ver el pequeño y humilde homenaje a los caídos de la Armada española de 1588.
Portada de «Los prisioneros de la Armada Invencible» de Pedro Luis Chinchilla

Portada de «Los prisioneros de la Armada Invencible» de Pedro Luis Chinchilla

–De hecho, Irlanda es uno de los lugares con más náufragos y prisioneros de la Armada de 1588, como refleja en su libro. De todos los lugares que ha investigado y visitado ¿Cuál le llamó más la atención?
–Hay sitios muy especiales como la playa de Streedagh en Grange, o el lugar donde me detuve con el coche por primera vez y sentí esa llamada hacía esta historia. Ahí, donde están los restos de la ragusea San Nicolás Prodanelli, he estado más de 14 veces porque es un lugar muy conmovedor y cada vez que vuelvo a Irlanda intento volver. Hay otro en Irlanda del Norte, en Lacada Point, justo en los acantilados donde naufragó la Girona se puede ver un paisaje natural impresionante, de las cosas más bonitas que he visto en mi vida y te puedo asegurar que he viajado a Islandia, las islas Feroe, Canadá, etc.

De hecho, las fuerzas inglesas que vieron el tránsito de los buques españoles por la costa oeste no sabían si pertenecían a la Armada Invencible o se trataba de otra conquista

–Ha estado en los lugares donde estuvieron y ha estudiado las vivencias de los prisioneros de la Armada de 1588 ¿qué es lo que más le sorprende de ellos?
–Hay una cosa muy emocionante que se ve en el libro: la gente se agrupa por afinidad, porque son familia, amigos, del mismo pueblo o tienen edades parecidas. Cuando fui registrando a los prisioneros me imaginé una fila de casi 500 personas que liberaron después de un año y medio o dos de prisión. Resulta que en la documentación no están ordenados de forma aleatoria, siguen un patrón de afinidad muy interesante. Lo que no he podido obtener son los datos de cómo afrontaron la prisión cada uno de ellos, pero hay un relato que me parece el más emocionante porque recoge el testimonio de un cordobés al que van a decapitar en la cárcel de Galway. Minutos antes de su ejecución se pone a escribir su última voluntad y es un texto lleno de faltas de ortografía y mal léxico, en el que repite una y otra vez las misas que quieren que le hagan. La última frase que escribe es: «hasta aquí puedo leer porque el verdugo no me da más tiempo».
Tengo epopeyas similares o más dramáticas. Es difícil quedarme con una historia en concreto porque tienes de todo, desde niños de 12 años que pasan dos años en prisión casi desnudos, hasta gente con una capacidad de mando increíble como Alonso de Luzón, capitán de la Trinidad Valenzuela. Hay una aventura que es muy dramática sobre un inglés que ayudó a los españoles en Irlanda, y le habían ordenado que los ejecutara. Pero desobedeció y embarcó a 15 de ellos rumbo a Escocia. Por circunstancias del destino, uno de sus barcos que trasladaba prisioneros españoles –desde Irlanda a una cárcel en Inglaterra– se amotinaron y mataron a toda la tripulación y consiguieron llegar a España a bordo del mismo barco.
Luego tienes a Pedro de Valdés, capitán de Nuestra Señora del Rosario, que se rinde ante los ingleses y pasa cinco años seguidos en casa de un primo segundo de Francis Drake llamado Richard. Su posición de prisionero era, más o menos, asistir a fiestas para que Drake los utilizaba como una especie de atracción turística. También está la historia de López Ruiz de la Peña, que era un médico que tampoco ingresa en prisión y pasa su cautiverio en casa de un noble inglés, que estaba tan alegre por tenerlo que no quería desprenderse de él. Incluso la reina Isabel exigió al lord que soltara a de la Peña, porque el Rey Felipe II había pagado un rescate generoso. Aun así, no fue liberado hasta 1597, simplemente porque estaba contento con su presencia.
–Pero hubo muchos otros que sufrieron penurias y torturas ¿Cuál fue el peor destino para los hombres que naufragaron: Irlanda, Escocia, Francia, Países Bajos o Inglaterra?
–Sin ninguna duda Irlanda, que en 1588 todavía no era inglesa. Era un territorio que se estaba conquistando todavía y excepto la zona urbana de Dublín, toda la isla era poco más o menos que ciudad sin ley. Además, los ingleses solo tenían entre 800 y 1000 efectivos en toda la isla y, por ejemplo, en la playa de Grange naufragaron más de 1300 personas. De hecho, las fuerzas inglesas que vieron el tránsito de los buques españoles por la costa oeste no sabían si pertenecían a la Armada Invencible o se trataba de otra conquista. Por eso en Irlanda lo que se aplicó ante la avalancha de náufragos españoles fue la ejecución directa. Una decisión que tomaron los líderes ingleses como Fitzwilliam y el sheriff Bingham. Fue una aniquilación sistemática de supervivientes, porque en Inglaterra o Países Bajos se sometieron a duras condiciones de prisión, pasaron mucho frio, hambre y penalidades, pero permitiendo la subsistencia del prisionero, no fue así en Irlanda. De hecho, hay documentos en los que Bingham afirma haber matado a 1.100 prisioneros. En resumen, prácticamente cualquier náufrago apresado en Irlanda fue asesinado.
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