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28 de marzo de 2024

Fotograma de la película Bearn o la sala de las muñecas. En la foto Ángela Molina

Fotograma de la película Bearn o la sala de las muñecas. En la foto Ángela Molina

¿Cómo ha retratado el cine la decadencia de la nobleza en el reinado de Isabel II?

La película Bearn o la sala de las muñecas se limitó a mostrar una serie de hechos de una familia noble repleta de contradicciones: el noble es liberal pero azota a su mayoral según un viejo privilegio feudal

En 1960 se estrenó el film El Gatopardo de Luchino Visconti, el acercamiento cinematográfico más interesante sobre la decadencia de la vieja aristocracia siciliana y su integración en la nueva sociedad liberal que la revolución nacionalista italiana comenzó a construir en 1859. Tal vez, debido al éxito de esta obra maestra, no se intentó realizar ninguna obra semejante ambientada en España por esas mismas décadas. Pero en 1983, en una contravisión de la película italiana, Bearn o la sala de las muñecas, dirigida por Jaime Chávarri, recuperó el film histórico centrado en la caracterización de personajes –una familia de la aristocracia mallorquina– y el ambiente, una residencia nobiliaria hacia 1865.

La decadencia de la nobleza

La película Bearn debe ser destacada como un gran esfuerzo de cine histórico. Para conseguir llevar a buen término esta producción de 100 millones de pesetas, se cuidaron el guion, las localizaciones y la ambientación. Al inicio de la misma, el capellán del linaje, Juan Mayol (Imanol Arias), dirige los funerales de don Antonio (Fernando Rey) y doña María Antonia (Amparo Soler Leal), los señores de Bearn. El sacerdote recuerda los años que ha vivido al lado del matrimonio protector desde aquel día en que el noble decidió desatender a los suyos y encaminarse hacia París con Xima, su joven y bella sobrina. La vida parisina arrasa a don Antonio, el cual volvió a Bearn, residencia que su esposa había abandonado y a la que Juan –que sin saberlo o reconocerlo es hijo natural de don Antonio– intenta convencer para que vuelva y el matrimonio se reconstruya cristianamente.
Posteriormente, los esposos se reúnen y la vida vuelve a reverdecer en Bearn. Don Antonio escribe sus memorias políticas –se sospecha de su ingreso en una logia masónica– y decide regalar a su capellán un viaje a París y a Roma, donde son presentados en audiencia especial al Papa Pío IX. A su vuelta a Mallorca, en medio del desorden de un carnaval, doña María Antonia muere envenenada por accidente y su esposo, desconsolado, decide acompañarla en el último viaje. Durante sus funerales, una visita misteriosa –ligada al pasado político del aristócrata– implora que el capellán le entregue ciertos documentos de la familia que se encontraban ocultos en la impracticable sala de las muñecas.

La contradicción e incomprensión parecen ser la ley que rige el destino de los Bearn

Los personajes de don Antonio, su esposa, su sobrina y el capellán conforman los pilares sobre los que se crea la historia de una familia aristocrática mallorquina en plena decadencia, ocultando sus debilidades humanas y simpatías ideológicas hacia la masonería. La contradicción e incomprensión parecen ser la ley que rige el destino de los Bearn. La alegre vida manirrota de don Antonio, un hombre racional, inteligente, de gran cultura, representante de esa nobleza ilustrada y liberal, incapaz, sin embargo, de conservar la integridad del patrimonio familiar, legado de cientos de años, por falta de instinto económico. Justamente, numerosos aristócratas lograron adaptarse a los cambios políticos y económicos del siglo XIX pero otros no lo lograron, endeudándose y acabando con el patrimonio heredado, desvinculado ya de sus viejos mayorazgos por la legislación liberal en el reinado de Isabel II. Casado con su prima hermana –algo natural en la vieja nobleza–, María Antonia, no por ello renuncia a las aventuras amorosas, fruto de alguna ha sido un hijo natural: el capellán.
Fotograma de Bearn o la sala de las muñecas

Fotograma de Bearn o la sala de las muñecas

Cuando la edad se va adueñando de sus días, don Antonio percibe que los instantes vividos con sus amantes no son nada para un viejo como él; su madurez le lleva a rescatar a su amada esposa con la que volverá a tropezar con la tranquilidad de espíritu que precisa ¿influencia de la clásica obra de teatro de Benavente Rosas de Otoño? Es en este instante, cuando don Antonio deserta de su impulsiva naturalidad para convertirse en sumiso y fiel hombre de la casa, anulando su personalidad a favor de una convivencia más amable, siendo el contrapunto del protagonista de El Gatopardo, el príncipe de Salieri, un noble capaz de encauzar su familia hacia el futuro, aunque se sienta ligado sentimentalmente con el Antiguo Régimen. María Antonia es Bearn: la tradición de siglos, creencias, cotidianeidad se dan cita en una persona en la que se igualan plenamente las aspiraciones de la nobleza de provincias. El sacerdote Juan Mayol es el notario de la vida de la mansión, a la larga enteramente identificado con sus protectores. Bearn o la sala de las muñecas se limitó a mostrar una serie de hechos de una familia noble repleta de contradicciones: el noble es liberal pero azota a su mayoral según un viejo privilegio feudal, por ejemplo. Asimismo, no se dejó de evidenciar excentricidades suficientemente explícitas en cada miembro.

La película se convirtió justamente en una amalgama de situaciones y anécdotas que revisaron un pasado más o menos lejano en la ficción o en la realidad

En el gran fresco de la familia Bearn no puede faltar el entorno, decorado que está ejerciendo su mágica presencia en la vida de cada uno. La pertenencia a un lugar determinado, a Bearn condiciona la existencia de todos sus habitantes, que consumen sus días sin gran convencimiento. La contradictoria existencia de don Antonio es asumida, con resignación e incomprensión, por todos los que viven a su lado. La película se convirtió justamente en una amalgama de situaciones y anécdotas que revisaron un pasado más o menos lejano en la ficción o en la realidad. El film, aunque en cierto momento hace difícil su lectura, deja abierta una pequeña puerta a la interpretación del espectador.
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