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26 de abril de 2024

Representación rusa del Concilio Quinisexto del siglo XVI

Representación rusa del Concilio Quinisexto del siglo XVI

El innecesario concilio Quinisexto que contentó a pocos y molestó a muchos

Justiniano II empeñado en dejar su huella también en la Iglesia convocó un Concilio Ecuménico el año 692 d. C., al cual no asistió ningún representante de la iglesia de occidente ni del Papa

El Emperador de Bizancio Justiniano II (669 – 711) pasó a la historia por varios motivos: por haber sufrido la mutilación de su nariz (desde entonces usó una prótesis de oro), por reinar dos veces a pesar de la mutilación, por sustituir la rhinokopia (amputación de la nariz) por la más efectiva castración, ceguera y eliminación física de los pretendientes al trono y conspiradores; la repoblación del interior de la península de Anatolia con una ley de apoyo a los granjeros; la sistematización de la tortura, antes era una rareza en Bizancio y la celebración del Concilio Quinisexto.
Empeñado en dejar su huella también en la Iglesia, Justiniano II convocó un Concilio Ecuménico el año 692 d. C., al cual no asistió ningún representante de la iglesia de occidente ni del Papa. Es por este motivo que la Iglesia Católica no lo reconoce y lo denomina Synodus Erratica. Por su parte las iglesias oriental y ortodoxa lo reconocen y lo consideran un complemento de los Concilios II y III de Constantinopla.

En ausencia de un verdadero motivo, los participantes se vieron en la necesidad de dedicar su tiempo a materias de muy poca importancia

Nuevos cánones

El Concilio reunió a 215 obispos orientales con el propósito de regular todo aquello que había quedado sin tratar en los Concilios V y VI (los mencionados II y III de Constantinopla). Así, en ausencia de un verdadero motivo, los participantes se vieron en la necesidad de dedicar su tiempo a materias de muy poca importancia, cuando no de una asombrosa trivialidad. En total se ratificaron 102 cánones y las decisiones de los anteriores Concilios (cánones 1 y 2). El canon 3 prohibía a los sacerdotes contraer segundas nupcias y al resto de los mortales el casarse con viuda, prostituta, esclava, actriz o comediante si querían luego entrar en sacerdocio. El canon 11 prohibía a los sacerdotes el consultar a médicos judíos (que, por cierto eran los mejores y más afamados) y el compartir baño con ellos.

El canon 50 que amenazaba con excomunión a los jugadores de dados, fueran clérigos o seglares

El canon 24 prohibía a los clérigos el asistir al teatro y a las carreras de caballos y debían abandonar la celebración de las bodas cuando empezasen los juegos. El 32 prohibía conceder beneficios eclesiásticos a niños. El 42 ordenaba que los eremitas y ermitaños que visitaban a seglares y mujeres se les rapara la cabeza y les metieran en conventos. Si se negasen serían abandonados en lugar remoto. Más duro era el canon 50 que amenazaba con excomunión a los jugadores de dados, fueran clérigos o seglares. El 56 prohibía comer queso o huevos en cuaresma. El 61 amenazaba con seis años de penitencias a los adivinos y «a los que instruyeran osos y otros animales para engañar al simple»(?) y a los vendedores de amuletos y encantamientos. El canon 62 prohibía asistir a fiestas paganas así como bailes, máscaras, disfraces e invocaciones en honor de Baco, durante la cosecha. El 65 prohibía bailar alrededor de la hoguera durante la luna nueva. El 79 prohibía hacer regalos durante las Navidades (¡La que se liaría ahora!). El 96 amenazaba con el interdicto de la Iglesia a todo aquel que se atreviera a «rizarse el cabello de manera seductora o provocativa».
Los cánones aprobados fueron enviados al Papa Sergio I para su aprobación. Al Papa Sergio le sentó como un tiro que uno de los cánones prohibiera la metáfora de Jesucristo como Cordero de Dios, de la que él era gran defensor. Así que se negó en rotundo. Justiniano II ordenó el arresto del Papa que se salvó gracias a la decidida reacción del pueblo de Roma. Este sería el inicio del desencuentro entre las dos iglesias que acabaría en separación.
En definitiva, El Concilio Quinisexto quedó como ejemplo de algo innecesario, con conclusiones poco transcendentales y que contentó a pocos, molestando a muchos.
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