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06 de mayo de 2024

Las tropas británicas desembarcan en el sector Jig Green, Gold Beach

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Picotazos de historia

La heroica actuación de un diplomático español durante la Segunda Guerra Mundial

Carlos Arcos Cuadras (1898–1964), por matrimonio XVI conde de Bailén, logró salvar a todo un pueblo francés del terror nazi

Carlos Arcos Cuadras (1898–1964), por matrimonio XVI conde de Bailén, fue un diplomático español que jugaría un pequeño papel en la Historia, pero importantísimo en la población francesa de Gueret durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la Primera Guerra Mundial había estado destinado en la embajada de Berlín y su actuación humanitaria fue reconocida por alemanes y franceses. A finales de mayo de 1944 le llegó la notificación de que su nuevo destino estaba en la representación diplomática española ante el Gobierno de Vichy.
El 6 de junio el cónsul español en Burdeos le informó de lo que estaba sucediendo en Normandía. El 7 de junio pernoctó en Angulema y continuó el camino. Al entrar en la población de Gueret –departamento de Creuse, región de Nueva Aquitania– se pegó de bruces con la resistencia francesa. Conducido ante su jefe, se discutió si hacerle prisionero o ejecutarlo allí mismo. Los partidarios de esta última acción aducían su condición de «agente de Franco» y conducir un coche alemán de la SS (era un coche de la marca alemana DKW con matrícula de San Sebastián). Afortunadamente, el comandante se decidió por la primera opción.
Fue conducido a la prisión de la ciudad pero para llegar a ella había que traspasar una calle atravesada por el fuego cruzado de la guarnición alemana y los atacantes de la Resistencia. Como era muy peligroso, sus escoltas se pararon en un extremo y le obligaron a cruzar solo y, para motivarle, le apuntaron a la espalda, listos para dispararle a la menor vacilación. Una vez dentro del edificio los funcionarios le encerraron en una celda y allí pasó el resto del día y toda la noche, sin comida ni agua y sin otra compañía que las chinches y el fragor del combate.
Al día siguiente le sacó de su encierro un funcionario del Ayuntamiento, comprobó su documentación y pidió a una de las mecanógrafas que le acompañara al hotel del pueblo, ordenando al diplomático que permaneciera allí hasta que se tranquilizara todo. La mecanógrafa no le llevó a ninguna parte, nada más salir del ayuntamiento saltó sobre una bicicleta y desapareció, no antes de gritar a Carlos Arcos que todo el mundo se había vuelto loco, que la guarnición alemana había muerto y que estaban fusilando a todo el mundo. El diplomático consiguió llegar al hotel y allí permaneció el resto del día.

«Le fusilarán mañana por la mañana»

El viernes 9 de junio se reiniciaron los disparos. Los alemanes se aproximaban y la Resistencia se vio obligada a ceder terreno. El sábado por la mañana se encontró una nota al pie de la puerta de su habitación: «Le fusilarán mañana por la mañana». Carlos Arcos decidió esperarlos en el jardín del hotel. Como había oído ruidos extraños que venían del garaje, se acercó para encontrar a todos los huéspedes y personal del hotel con los brazos en alto frente a un par de soldados alemanes armados hasta los dientes. Se identificó, en perfecto alemán, y cuando llegó un oficial se quedó encantado, ya que el dominio de idiomas del español hacía de él un utilísimo interprete.
Los alemanes sacaron a toda la población a la calle. Separaron a las mujeres y los niños y los enviaron a sus casas. Condujeron a los hombres a la plaza del pueblo. Allí llegaron otras tres columnas de soldados alemanes conduciendo a todos los habitantes de la zona. Los reunieron a todos y colocaron cuatro ametralladoras frente a ellos. Carlos, seguro de que se iba a llevar a cabo una escabechina, actuó. Se acercó a los oficiales presentes y les preguntó qué iba a ocurrir. «Un escarmiento por la muerte de la guarnición alemana de este pueblo».
Carlos Arcos se identificó como diplomático español y les aseguró que los habitantes del pueblo no habían tenido nada que ver con lo sucedido. Los culpables ya estaban lejos. Inseguros, los oficiales mandaron llamar al comandante del batallón. Llegó el coronel alemán que no se atuvo a razones. Arcos endureció el tono, amenazó con un conflicto diplomático, degradación, frente ruso, batallón de castigo, etc. Estos argumentos humanitarios ablandaron el corazón del oficial, que decidió no tomar represalias. Eso sí, dejó claro que si tenía noticia de cualquier incidente daría orden de que la aviación arrasara el pueblo.
Carlos Arcos, conde de Bailén, había salvado a los hombres del pueblo. El batallón era uno de los que componía la división SS Das Reich. Esta unidad, camino de Normandía, dejó un sangriento rastro de destrucción y muerte en los pueblos de Oradour, Tulle, Rochechouart, Saint Junien, Saillant, Nieul, etc. Gueret no se unió a esta larga lista gracias a la actuación del diplomático español.
Carlos Arcos Cuadras nunca tuvo un reconocimiento en vida por lo que hizo. La situación política no lo permitía. En 1975 el ayuntamiento de Gueret puso una lápida conmemorativa de los hechos y de agradecimiento por la actuación valerosa de aquel diplomático español. Aquí, en España, en ciertos entornos se sabía pero no se hablaba, por lo menos no demasiado. En el año 2007 su hijo, mi tío Luis Arcos Carvajal, me dio el manuscrito en el que su padre relataba los hechos de esos días y que, al año siguiente, relaté, junto con el escritor León Arsenal, en un libro. Fue la primera vez que se publicó la historia.
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