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Una historia de Santos, difuntos y otros

Una historia de Santos, difuntos y otros

Una historia de Santos, difuntos y otros

La historia de esta fiesta es más antigua y se da por tan conocida que seguimos repitiendo errores que ya han quedado refutados hace tiempos

Una de las fiestas más conocidas del calendario en España es el día de Todos los Santos, tanto por la tradición de ir visitar los cementerios ese día como por la popularidad que ha alcanzado el festejo anglosajón de Halloween. Sin embargo, la historia de esta fiesta es más antigua y se da por tan conocida que seguimos repitiendo errores que ya han quedado refutados hace tiempos.

Para sorpresa de muchos, la fiesta de Todos los Santos no apareció para sustituir a una supuesta festividad que se celebraba en el mundo celta el 1 de noviembre para recordar a los muertos. En realidad, surge con el fin de celebrar a «aquellos cuya sociedad alegra los cielos, cuyo patrocinio consuela la tierra y con cuyos triunfos se corona la Iglesia», según escribió el monje nortumbrio san Beda el Venerable.

Ya en el s. IV, el diácono sirio san Efrén mencionaba cómo el 13 de mayo se celebraba en Oriente una fiesta dedicada a todos los santos; y el arzobispo de Constantinopla san Juan Crisóstomo también hablaba de una celebración para recordar a todos los mártires y que tenía lugar días después de Pentecostés. En otro 13 de mayo, pero del 608, se produjo la consagración del Panteón de Roma como iglesia dedicada a la Virgen María y a todos los mártires.

Sin embargo, esta fiesta como tal hará su aparición en el s. IX como respuesta a la crisis iconoclasta que había surgido en el Imperio romano oriental el siglo anterior y todavía entonces tenía fuerza y respaldo imperial. La iconoclasia era una corriente que renegaba del culto a las imágenes y, por ello, a los santos. A la vista de esto, en Roma hubo una reacción y en el s. VIII se dedicó en la antigua basílica de San Pedro del Vaticano un altar dedicado a Todos los Santos. No obstante, el gran impulso vendría con el Papa Gregorio IV en el año 835, cuando estableció como fiesta de precepto el día de Todos los Santos y la fijó el 1 de noviembre, el mismo día en que el Papa san Gregorio III había inaugurado un sínodo convocado en el 725 para defender el culto a las imágenes frente a los iconoclastas.

En Roma hubo una reacción y en el s. VIII se dedicó en la antigua basílica de San Pedro del Vaticano un altar dedicado a Todos los Santos

Una fiesta para conmemorar a todos los difuntos

Hay que señalar que, aunque se habla del día de los Santos como el día de los Difuntos, esta última se celebra en realidad el 2 de noviembre. La práctica de rezar por los difuntos es tan antigua como el propio cristianismo, pero, como se explicaba en el antiguo oficio litúrgico de este día, se quiso «dedicar a todos los cristianos muertos en la comunión de la sociedad católica, sin mencionar sus nombres, una conmemoración general, en la que aquellas almas a quienes falten las oraciones de los padres, hijos, parientes o amigos, reciban el auxilio de una tan piadosa madre común».

Esta celebración se ha puesto en diferentes fechas. Por ejemplo, san Isidoro de Sevilla indicaba que se recordaba a todos los difuntos el lunes después de Pentecostés en el reino visigodo de Toledo. Sin embargo, quien se encargó de popularizar esta fiesta y fijarla el 2 de noviembre fue el abad de Cluny san Odilón en el año 998. Gracias a la enorme influencia que tuvo esa abadía en la Europa medieval, fue aceptada por Roma e introducida en su liturgia de manera oficial.

Al ser fechas tan significativas, han ido apareciendo diferentes tipos de celebraciones, desde las oficiales y religiosas, hasta las más populares. A nivel religioso, el día de Todos los Santos se celebra con su misa y rezo de las horas canónicas. Sin embargo, al ser tan importante, se celebraba el día anterior, el 31 de octubre, la Vigilia de Todos los Santos como preparación al día 1. Además, contaba con una octava, es decir, que en las celebraciones litúrgicas de los siguiente siete días a la fiesta se añadían oraciones sacadas de ésta.

La palabra Halloween es una ontracción de All Hallow’s Eve, que significa, literalmente, «Víspera o Vigilia de Todos los Santos»

En la actual liturgia romana han desaparecido tanto la vigilia como la octava; pero ha quedado un recuerdo de aquella en el sitio más insospechado, en la palabra Halloween. Este término es una contracción de All Hallow’s Eve, que significa, literalmente, «Víspera o Vigilia de Todos los Santos».

El día de los Fieles Difuntos se celebra de una manera un poco peculiar. Cuenta con su propio oficio litúrgico y en este día se dicen tres misas. Para que se entienda por qué esto es tan llamativo, durante siglos los sacerdotes solo podían decir una misa por día. Por esto era una rareza que se permitiera decir tres, algo que solo se hacía, y se sigue haciendo oficialmente, el día de Navidad. El origen de esta peculiaridad es español, pues surgió en el convento de los padres dominicos de Valencia para poder satisfacer la gran cantidad de demandas de misas. En 1748, Benedicto XIV concedió este privilegio a todos los territorios de España y Portugal; y en 1915, Benedicto XV lo extendió a toda la Iglesia, en parte por la gran cantidad de muertos que estaba provocando la Gran Guerra.

Este interés y respeto por los difuntos y su eterno descanso favoreció, por ejemplo, la aparición de cofradías y hermandades que tenían la intención de rogar por las ánimas benditas del purgatorio. Estas asociaciones religiosas han conseguido sobrevivir hasta la actualidad, aunque ya no tengan la popularidad que gozaron durante siglos.

Además de las celebraciones litúrgicas oficiales, el pueblo festejaba estos días de muchas maneras, incluso a nivel gastronómico. Son muy típicos dulces como los panellets, los pestiños y los huesos de santo.

En estos días la tradición manda visitar los cementerios tanto para limpiar sus tumbas como para ponerle flores. El día propio sería el 2 de noviembre, pero como el festivo es el 1, es cuando más gente acude a los camposantos. Esto ha hecho que se conozca a este último como el Día de los Difuntos. No obstante, los días anteriores o posteriores también son fechas escogidas por mucha gente para ir a visitar los cementerios para evitar las bien conocidas aglomeraciones del día 1.

Tradiciones macabras

Sin embargo, cuando se piensan en las celebraciones de estos días, las primeras imágenes que ya se nos cruzan por la cabeza son de historias de miedo y disfraces macabros. Se suele achacar que esto es una herencia anglosajona al «imponerse» la fiesta de Halloween. Sin embargo, antes de que Hollywood se encargara de difundir esta celebración por todo el mundo, España cuenta con una tradición ancestral macabra.

Las historias de misterio, de apariciones de fantasmas y demonios, y demás están extendidas por toda la geografía y se han repetido durante siglos sin ningún problema, e incluso se han ido añadiendo nuevas con el paso del tiempo. Todos estos relatos misteriosos han sido recogidos a lo largo de siglos por autores de la talla Gustavo Adolfo Bécquer, a quien le debemos historias tan conocidas como El Monte de las Ánimas. Es curioso que el escritor deja claro que la noche de los muertos no es la del 31 de octubre al 1 de noviembre, sino la del 1 al 2 de ese mes.

Son numerosas las criaturas tenebrosas que pueblan la geografía española, como la Santa Compaña, el cortejo de ánimas que pasea por el noroeste buscando incautos que abran su procesión llevando una cruz a la fuerza. Esta historia ha servido de inspiración y se puede encontrar en muchos libros, como Criaturas míticas de España. Cuaderno de campo, de nuestro proyecto histórico-literario, Gestas de España, publicado por Editorial Edaf.

Una historia de Santos, difuntos y otros

Una historia de Santos, difuntos y otrosGestas de España

Ya que hablamos de literatura, no podemos dejar de mencionar aquí la obra que se ha convertido en un clásico de esas fechas, Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Se estrenó un 28 de marzo de 1844, y a lo largo del s. XX se convirtió en un clásico imprescindible en los teatros para estas fechas.

También la moda de lo «macabro» para decorar no es tampoco un invento anglosajón. Es más, no sería de extrañar que el mundo protestante quisiera imitar lo que se hacía en la Europa católica, donde no había ningún problema, e incluso había más bien gusto e interés, en decorar espacios con calaveras y esqueletos, o representar escenas muy realistas de martirios de santos. En España tenemos ejemplos tan llamativos como el panteón de los Condes de Buenavista en Málaga o el Osario de Wamba, en la provincia de Valladolid, decorado con huesos de cientos de personas.

Fruto de este gusto por hacer presente de manera artística a los difuntos entre los vivos fue la aparición de los catafalcos o túmulos en la Edad Moderna. Eran armazones de madera decoradas con paños y elementos decorativos funerarios que tenían la intención de representar a los muertos en las misas y rezos que se hacían por ello cuando no podían estar de cuerpo presente. Llegaron a ser auténticas obras de arte efímero y, aunque cayeron en desuso en los 60 del siglo XX, todavía hay sitios donde se siguen montando y, por supuesto, contamos con grabados y fotos que los recuerdan.

Como se puede ver, las fiestas de estos días tienen una historia y una riqueza más interesantes de las que se suelen mostrar, por no hablar de la carga de significado que tienen. No dejemos que las películas y series de Hollywood nos hagan olvidar todo esto, ni que nos «vendan» como algo revolucionario o novedoso lo que ya existía aquí desde hacía siglos.

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