Fundado en 1910

27 de abril de 2024

Retrato de Ricardo Wall (1753) por Jean-Baptiste van Loo (Galería Nacional de Irlanda, Dublín)

Retrato de Ricardo Wall (1753) por Jean-Baptiste van Loo (Galería Nacional de Irlanda, Dublín)Galería Nacional de Irlanda

Extranjeros en el Gobierno de España

Ricardo Wall, el emigrado irlandés que fue ministro de Fernando VI y Carlos III

Su eficacia y su lealtad fueron reconocidas por el nuevo soberano, Carlos III, que le agradeció sus gestiones en la dificultosa transición entre ambos reinados

El destronamiento del Rey Jacobo II de Inglaterra en 1688 empujó a la emigración de sus más leales seguidores. Ricardo Wall nació en el seno de una de las familias jacobitas refugiadas en Francia. Era uno de los «gansos salvajes», apodo que recibían los emigrados irlandeses que combatían en los ejércitos continentales de la época.
Llegó a España recomendado por la corte francesa. Apoyado por el Cardenal Alberoni, sentó plaza como soldado en el regimiento de Hibernia, una de las unidades irlandesas formadas durante la guerra de Sucesión, y participó distinguidamente en las campañas que libró el ejército borbónico en Italia y África hasta 1748, prestando importantes servicios que le permitieron alcanzar el grado de mariscal de campo.
La muerte de Felipe V en 1746 introdujo importantes cambios en la política española. Su hijo Fernando VI fue apartado de los asuntos públicos, e incluso de la relación con su padre, por los manejos de su madrastra Isabel de Farnesio, siempre obsesionada por conseguir tronos para sus hijos Carlos y Felipe. Esta obsesión condujo a España a numerosos conflictos internacionales sin ningún beneficio para España. Particularmente oneroso resultó el empeño de conseguir los ducados Parma y Plasencia para su hijo Felipe. «Desperdicio de nuestra grandeza» había llamado Quevedo a estos ducados italianos.
Carente de formación política y de experiencia de Gobierno, Fernando VI tampoco había recibido una educación demasiado esmerada, lo que unido a sus «cortos talentos» hacía de él una persona tímida y apocada. Sin embargo, demostró una prudencia y buen juicio que le llevaron a rechazar el aventurerismo político que había caracterizado la última parte del reinado anterior. Lo demostró con la elección de los dos grandes ministros que protagonizaron su reinado, Don José de Carvajal y Lancaster y el Marqués de la Ensenada. Y también con su decisión de acabar con la absurda intervención española en las guerras, que tan caras había resultado.
Es en este momento cuando comienza la carrera política de nuestro bizarro militar irlandés. Durante su paso por la milicia entabló amistad con Francisco de Silva, futuro Duque de Alba que le recomendó Carvajal, nuevo Ministro de Estado, que decidió utilizar sus innegables talentos.
Enviado en misión secreta a Londres fue recibido con desconfianza por su condición de irlandés y católico. Le costó dos años ganarse la confianza de los ministros ingleses, pero tras arduas y hábiles negociaciones consiguió acordar una paz separada con Inglaterra, objetivo ansiosamente deseado por Fernando VI en 1749. Este éxito le valió la enemistad de la corte francesa, que pretendía seguir manejando la política española en virtud de los Pactos de Familia.
La muerte de Carvajal dio impulso a la carrera de Wall. La renuncia a ocupar el cargo de Ministro de Estado por parte del Marqués de Valparaíso indujo al monarca a nombrar, por sorpresa, al irlandés para el cargo vacante.
Fernando VI se apoyaba para gobernar en su esposa Bárbara de Braganza. Ambos eran hipocondríacos, amigos de la soledad y dados a la vida en familia. Sin embargo, la Reina tenía una personalidad y una inteligencia más desarrolladas que su marido, por lo que se convirtió en la influencia fundamental del reinado. Buscó reducir la influencia francesa compensándola con una mejora de las relaciones con Portugal e Inglaterra. Esto reforzó a la facción probritánica del gobierno español dividido entre los partidarios de las dos grandes naciones.
Su experiencia en Londres había convencido a Wall, de que España no podría competir con la potencia financiera y naval de Inglaterra. Superando sus naturales reticencias, apoyó siempre el objetivo de evitar una guerra entre ambas naciones, a pesar de las provocaciones británicas. Ello le llevó a alinearse contra el bando encabezado por el Marqués de la Ensenada partidario de una alianza más estrecha con Francia y de un gran incremento de la flota española, que causaba hondas preocupaciones a los ingleses.
Preocupado por la creciente independencia de Ensenada, que llegó a preparar operaciones militares a espaldas del Rey, participó en la conspiración urdida por el embajador inglés Keene, para desacreditar al Marqués. Este fue desterrado de la Corte, convirtiéndose Wall en el ministro principal hasta la muerte de Fernando VI en 1759.
Eficaz administrador, sus servicios le hicieron indispensable, consiguiendo mantener a España neutral al inicio de la Guerra de los Siete Años, el gran conflicto europeo que acabó con el imperio francés. Su eficacia y su lealtad fueron reconocidas por el nuevo soberano, Carlos III, que le agradeció sus gestiones en la dificultosa transición entre ambos reinados. No obstante, Wall no pudo evitar la firma del tercer pacto de familia en 1760, que supuso la entrada en la guerra en el peor de los momentos posible. España fracasó en todos los frentes, perdiéndose La Habana y Manila.
Tras la desastrosa paz de 1763, viendo Wall que su influencia se había visto muy reducida, presentó su dimensión al Rey. Recompensado con una gobernación en Andalucía desde la que siguió prestando servicios, como la restauración de los palacios nazaríes de Granada y la supervisión de las nuevas poblaciones impulsadas por Olavide.
Comentarios
tracking