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04 de mayo de 2024

Emperatriz Regente Cixi (1900)

Emperatriz Regente Cixi (1900)

Cuando China fue gobernada por una mujer

De concubina a líder del Imperio Chino, la Emperatriz Cixí ha pasado a la historia por su astucia y mano de hierro

Cixí, también conocida como Tzishí, fue la encargada de la gobernación del gigante asiático durante 47 años –desde 1861 hasta 1908–. La leyenda negra se ciñe sobre la figura de una humilde concubina que pasó a ser dueña del destino de un tercio de la población mundial. De su estancia en la Ciudad Prohibida se forjó el mito de una joven de admirable belleza y de talante implacable que sobrevivió a tres emperadores, envenenó a uno y dio un golpe de estado sin derramar sangre.
El 29 de noviembre de 1835 nació en Pekín la mayor de las hijas de un oficial manchú que recibió el nombre de cuna de Yehonala. La pequeña recién nacida nunca pudo imaginarse que llegaría a ser la mujer más poderosa de China. Durante su infancia se mantuvo en un segundo plano al margen de sus otras hermanas a las que sus padres colmaban de sus deseos. A la temprana edad de 14 años fue propuesta como concubina para el emperador Xianfeng, que la eligió de entre más de 60 candidatas.
Llegó a la Ciudad Prohibida en un carromato con las cortinas echadas y pronto se hizo a la vida en el harén imperial donde fue escalando puestos hasta conseguir ser la concubina favorita por detrás de la emperatriz Zheng. El nombre con el que la apodaron fue Yi –«ejemplar»–. Años después –en 1856–, Yi dio a luz al primer hijo varón del emperador, que recibió el nombre de Tongzhi.
En 1861 Xianfeng murió en la frontera de Mongolia, deprimido tras los ataques de los franceses y británicos a la ciudad de Pekín durante la Segunda Guerra del Opio. Dejó a su hijo, Tongzhi, de cinco años, como su sucesor. Desde su excelente relación con la emperatriz Zheng, la concubina y la viuda orquestaron un plan para que ambas mujeres sustituyeran a los regentes encargados de la administración hasta que el emperador niño alcanzase la mayoría de edad. Para ello, comentaron ante el Consejo su petición para participar en el gobierno. Ante la ofensiva actuación contrariada de los regentes en la que se armó un gran escándalo con gritos incluidos que asustaron al pequeño, pudieron acusarlos de traición y fueron destituidos por medio de un decreto validado por los sellos de Zheng y Yi.
Cixí, fotografía hacia 1890

Cixí, fotografía hacia 1890

Era 1861 y con tan solo 25 años Yi había llegado a emperatriz junto a Zheng con un golpe de estado desde la burocracia. La concubina ejemplar, cambió su nombre a Cixí –«bondadosa y alegre»– y Zheng a Ci´an –«bondadosa y serena»–. Ambas debían gobernar juntas hasta que Tonghzi fuera mayor de edad.
Durante el reinado conjunto, Zheng se encargó de las tareas del palacio y del nombramiento de funcionarios, mientras que Cixí de todo lo demás. El pacto duró hasta la muerte de Zheng a los 43 años, suceso del que se culpó a la exconcubina real.

«Hacer fuerte a China»

Su lema fue zi-quiang «hacer fuerte a China» y con ello introdujo numerosas reformas para modernizar el país, ya que era la única forma de evitar su sumisión hacia los occidentales que amenazaban sus fronteras. Sabía que el ferrocarril resultaba esencial para la llegada de una nueva China, pero tardó más de 20 años en construirlo, porque las obras y el ruido perturbarían el descanso de los antepasados, una ofensa muy grave para la tradición china.
En la Ciudad Imperial Cixí recibía a las audiencias reales tras una tupida cortina porque nadie debía verla. Se levantaba a las cuatro de la mañana, fumaba una pipa de agua de manos de un eunuco con un pulso perfecto y desayunaba té con leche de nodrizas humanas. Su poder era tan inmenso como el respeto que suscitaba su figura.
Su hijo apenas gobernó y murió a los 19 años víctima de la viruela –se apunta que pudo ser sífilis–, aunque nunca fue muy dado a la actividad política ya que prefirió el alcohol y la vida nocturna a los problemas de palacio. Con la muerte del emperador, urdió un nuevo plan para colocar a su sobrino Guangxu –hijo de su hermana y el Príncipe Chun– en el trono imperial, no sin antes adoptarlo como hijo propio.

Su conservadurismo llevó a China a sufrir una de sus derrotas más humillantes contra Japón al contar una flota naval débil

Guangxu accedió al poder en 1889 y su educación tradicional confuciana fue signo de su mandato. Su conservadurismo llevó a China a sufrir una de sus derrotas más humillantes contra Japón al contar una flota naval débil. Tía y sobrio no llegaron nunca a entenderse y la emperatriz se dedicó a esparcir rumores sobre la incompetencia de su sobrino-hijo para enfrentarse al mundo moderno. El episodio contra Japón devolvió a Cixí al mando y desde su trono mandó a funcionarios a visitar Occidente y trasladar sus innovaciones a China, construyó una potente armada, abrió nuevos puertos comerciales, creó el primer telégrafo y el servicio chino de Correos y trajo la luz eléctrica al país.
La emperatriz viuda (centro) con su corte

La emperatriz viuda (centro) con su corte

Mientras tanto entró en escena un nuevo personaje, Kang, «el zorro salvaje», que confabuló con Guangxu para asesinar a su tía y lograr la alianza de China y Japón, y así crear la «gran potencia amarilla». Cuando se enteró de la confabulación, ordenó el encierro del emperador en su propio palacio y volvió a asumir el mando.
Su traición coincidió la Rebelión de los Bóxers de 1900, una revuelta de chinos armados con sus puños –de ahí proviene el nombre de bóxers, del boxeo– y palos contra las fuerzas occidentales a las que culpaban de sus desgracias. El odio se extendió y ni Cixí ni Guangxu pudieron controlarlo. Ambos tuvieron que huir a Xian tras la derrota de los nacionalistas conservadores a manos de los occidentales.

Paso a la modernidad

Una vez sofocada la revuelta, China tuvo que pagar una alta indemnización y los fugados pudieron regresar a la Ciudad Prohibida. Fue entonces cuando comenzó una nueva etapa para el país asiático. Se aceptó la práctica del comercio como oficio respetable, se prohibió el vendado de pies a las niñas, se abrió una insólita libertad de prensa y se lanzó la moneda estatal, el yuan. Las nuevas mediadas acercaron un poco más a China a las naciones occidentales, e incluso en 1906 se anunció su idea de convertir el imperio chino en una monarquía constitucional con derecho a voto, pero no pudo verlo hacerse realidad.
Cixí murió en 1908 de un accidente cerebrovascular, no sin antes envenenar a su sobrino Guangxu porque no lo consideraba un emperador apto para el mando y, además, era pronipón. En su lecho de muerte designó a su sobrino nieto Puyi como futuro emperador, pero nunca llegó a gobernar debido a que en 1912 se abolió el gobierno imperial.
Cixi fue oficialmente la última emperatriz china y escritoras como Jung Chang con su libro Cixí, emperatriz reivindican su figura como modernizadora del país y para más inri, como mujer que alcanzó el poder en un país anclado en la Edad Media. Con confabulaciones y leyenda negra sobre su nombre, Yehonala, Yi o Cixí ha pasado a una de las páginas más destacadas de la historia feminista.
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