Franco, Carrero Blanco y Aznar, objetivo jefes de Gobierno de derechas
En España el número de atentados contra reyes, reinas, jefes de gobierno y políticos nos proporciona una larga lista. Recientemente Vidal Cuadras, sin el peso político que integran este artículo, ha sido el último de la lista
En España el número de atentados contra reyes, reinas, jefes de gobierno y políticos nos proporciona una larga lista. Recientemente Vidal Cuadras, sin el peso político que integran este artículo, ha sido el último de la lista.
A mediados del siglo XIX Prim fue asesinado en la calle del Turco a instancias del duque de Montpensier y del general Serrano. El ejecutor el republicano José Paúl y Angulo con otros nueve facinerosos. Su muerte condeno al fracaso a Amadeo I de Saboya.
Alfonso XII fue objeto de dos atentados, el primero en octubre de 1878, el segundo en diciembre de 1879. Fueron perpetrados por anarquistas que aplicaban la nueva estrategia de la propaganda aprobada por la Internacional anarquista en el Congreso de Verviers celebrado en 1877. En las dos ocasiones Alfonso XII resultó ileso y los autores respectivos (el obrero catalán Juan Oliva Moncusí, y el obrero gallego Francisco Otero González, respectivamente) fueron detenidos, juzgados y ejecutados mediante garrote vil.
A finales del siglo XIX y buena aparte del siglo XX el anarquismo cobrará un enorme protagonismo en todos los magnicidios. El anarquismo, con seguidores en toda Europa y en los Estados Unidos, tuvo especial virulencia y éxito en las naciones del sur de Europa. El anarquismo fue el movimiento político de izquierdas más radical y popular en España hasta la Guerra Civil. Con la Guerra Civil española el PCE se convirtió en el principal aglutinador de la fuerzas revolucionarias de izquierdas hasta la muerte de Franco y la constitución de 1978. El declinar de la popularidad del anarquismo en España comenzó con los sucesos de 1937 y de forma lenta pero constante llevó a los anarquistas casi hasta su extinción.
Para los anarquistas el Estado y sus instituciones eran la semilla de la violencia, una violencia ejercida con el propósito de aniquilar las libertades individuales y mantener los privilegios de unos pocos en detrimento de la mayoría. Una facción muy importante del anarquismo creía en el uso de la violencia como único sistema para terminar con la opresión del Estado y de los grupos por el beneficiados. El magnicidio era el camino para lograr un cambio social.
El magnicidio más importante de finales del XIX en España fue el asesinato de Cánovas del Castillo a manos del anarquista Michele Angiolillo, pero a instancia de los independentistas cubanos. Su muerte supuso el fin del turno pacífico entre conservadores y liberales y no es descartable que fue la gota que colmó el vaso de la perdida del pequeños imperio español: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ya en siglo XX se produjo el asesinato de otro jefe de gobierno español, el José Canalejas que tuvo lugar en la Puerta del Sol de Madrid el 12 de noviembre de 1912. Con su asesinato se puso fin al segundo intento de del régimen político de la Restauración durante el reinado de Alfonso XIII. La Crisis de la Restauración empezó poco después de la desaparición de Canalejas.
Cataluña, Barcelona, la Rosa de Fuego, vivía conmocionada por la violencia con que los anarquistas, la CNT, dilucidaban sus problemas con los llamados sindicatos libres de la patronal. La alta burguesía catalana exigió al entonces presidente del gobierno Dato que tomase medidas, el envío de un hombre fuerte a las Ramblas que terminase con el pistolerismo anarquista. Dato nombró capitán general de Cataluña al inflexible y eficiente general Martínez Anido. En venganza por las durísimas medidas de Anido la CNT asesinó el 8 de marzo de 1921 a Dato. El asesinato de Eduardo Dato tuvo lugar en la plaza de la Independencia de Madrid con el resultado de la muerte del entonces presidente del Consejo de Ministros.
circulaba en su coche oficial, de regreso a su domicilio, cuando fue tiroteado por varios pistoleros anarquistas que iban en una moto Guzzi con sidecar. El magnicidio provocó un fuerte impacto en la opinión pública española, al quedar en evidencia la escasa protección policial que tenía el jefe del gobierno. En 1936 era asesinado el jefe de la oposición monárquica José Calvo Sotelo. Su muerte no fue un magnicidio sino un crimen de estado.
Después de la Guerra Civil el numero de magnicidios se redujo drásticamente. En el enorme listado de asesinatos por bandas terroristas como el GRAPO, FRAP y, sobretodo, ETA, y luego por los atentados yihadistas, escasean los magnicidios. Caso único es el atentado con resultado de muerte del entonces presidente del gobierno español Carrero Blanco y el intento fallido de asesinato del entonces presidente de gobierno José María Aznar, ambos perpetrados por ETA, al que se une un intento solo en proyecto de asesinato del rey Juan Carlos I, también por ETA, en Mallorca.
El asesinato del almirante Carrero Blanco, «Operación Ogro», entonces presidente del gobierno de España, fue realizado por ETA el 20 de diciembre de 1973. Su asesinato provocó un hondo impacto en la sociedad española de la época, ya que suponía el mayor ataque contra el régimen franquista desde el final de la Guerra Civil en 1939. La desaparición de Carrero Blanco tuvo numerosas implicaciones políticas, en un momento en que se hacía evidente la decadencia física de Franco. El Generalísimo sustituyo a Carrero por Carlos Arias Navarro, un supuesto continuista del Régimen que, cuando llegó el momento, no hizo nada verdaderamente efectivo por preservarlo. Este atentado de ETA supuso un salto cualitativo en sus acciones armadas pasando a ser el grupo terrorista vasco el principal enemigo, mediante la lucha armada, del franquismo y luego de la democracia española. Los autores del atentado no llegaron a ser detenidos y juzgados por estos hechos y tras la muerte de Franco se beneficiarían totalmente de la amnistía concedida en 1977.
Franco y luego el presidente Aznar sufrieron atentados para terminar con su vida. En el caso de Franco son poco conocidos y sin ninguna relevancia como el intento de Ponferrada o la bomba en la carretera de Ayete por parte de un grupo anarquista.
El 28 de julio de 1949 un grupo de guerrilleros esperaba a Franco cuando iba a inaugurar una central térmica en Compostilla (Ponferrada). Llegaron a disparar sobre el vehiculo, pero sin lograr su objetivo, cambiar la historia de España. Un atentado parecido sufriría De Gaulle, a manos de la OAS, el atentado conocido como de Petit Clamart, de 22 de agosto de 1962. Un atentado que se uniría a los otros muchos que sufrió De Gaulle desde el mismo día en que entró en el París recién liberado.
A principios de los años 60 la célula anarquista Defensa Interior, conocida como El Submarino, comenzó a poner pequeñas bombas como los petardos del Valle de los Caídos y los de la basílica de San Pedro de Roma. Su proyecto más importante fue asesinar a Franco. Eligieron cometer el atentado en San Sebastián, porque la ubicación estaba cerca de Francia, donde tenían alguna infraestructura, armas y explosivos. Contaron con el apoyo de una recién nacida ETA. Los explosivos fueron enterraron en la carretera de acceso al Palacio de Ayete, residencia de verano de Franco en Vascongadas, a la espera de ser explosionados al paso del Caudillo. Los detonadores los colocarían cuando Franco llegase de veraneo a Ayete.
Las vacaciones del Generalísimo empezaba tras la recepción del 18 de julio en los jardines de la Granja. De allí Franco iba a Galicia, al Pazo de Meirás, donde permanecía hasta que en agosto se trasladaba a San Sebastián. Un colaborador gallego de los anarquistas tenía la misión de avisar a los terroristas cuando Franco dejase el Pazo de Meirás camino de Ayete, momento en el que los anarquistas colocarían el detonador en esperaron de la llegada de su víctima.
En un primer momento solo llegó a Ayete Carmen Polo. Franco se había ido a pescar en el Azor. El 20 de agosto, con la efectividad del detonador al límite, los anarquistas decidieron activar el explosivo. Parece que la policía había detectado algo y advirtió al Caudillo que no se acercara por San Sebastián. El caso es que al día siguiente de la inútil explosión, Franco desembarcó del Azor y atravesó la ciudad en coche descubierto, saludando sonriente a los donostiarras.
El entonces futuro presidente de gobierno José María Aznar sufrió un brutal atentado con coche bomba, el 19 de abril de 1995, a manos de ETA, del que salió indemne. ETA reaparecía en Madrid, nueve meses después de haber asesinado al general Francisco Veguillas, mano derecha del ministro socialista de Defensa Julián García Vargas.
El Comando Madrid hizo estallar al paso del vehículo blindado de Aznar un coche bomba con 40 kilos de amosal y otros 40 de tornillería. Los terroristas activaron el artefacto con un cable de 300 metros de longitud y no con su habitual sistema de mando a distancia por radio. Sabían que este método no les habría funcionado, porque el coche blindado iba equipado con un inhibidor de frecuencias que interrumpe las emisiones que captaba a su paso. Aznar quedó conmocionado y otras 19 personas, entre ellas sus escoltas, sufrieron heridas. La mayoría de carácter leve. La vivienda más próxima a donde estaba aparcado el coche bomba desde una hora antes quedaron destruidas por la explosión, que se escuchó a cuatro kilómetros de distancia.
Bajo los escombros de uno de los inmuebles quedó sepultada Margarita González Mansilla, de 73 años, que sufrió una parada cardiorrespiratoria y múltiples traumatismos. La onda expansiva perdió parte de su poder mortífero por ser una calle muy abierta y de edificios bajos, según los artificieros policiales. Una docena de automóviles aparcados en la calle de José Silva también sufrieron graves destrozos por el incendio causado por la bomba, así como numerosas viviendas de los alrededores, cuyos cristales saltaron hechos añicos. Los dos etarras que perpetraron el atentado huyeron en un Fiat Uno con matrícula falsa de La Coruña, a cuyo volante les esperaba un tercer terrorista, según algunos testigos. El comando dejó abandonado su coche en un descampado de la calle de Mauricio Lejendre, cerca de la estación de Chamartín. El vehículo, provisto de un artefacto incendiario de tres o cuatro kilos de explosivos, se autodestruyó alrededor de las nueve de la mañana, con lo que quedaron borradas las huellas de los etarras.