Picotazos de historia
'Rhythm 0' de Marina Abramović: una performance radical que sacó al monstruo que tenemos dentro
Entre 1973 y 1974 llevó a cabo una serie de acciones artísticas donde la artista jugaba con el tiempo y el abandono del control de la propia conciencia
Se denomina performance o arte de acción, según el diccionario de la Real Academia, a una actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contacto directo con el espectador. Es un tipo de expresión artística que se realiza con una puesta en escena donde se pueden combinar diferentes disciplinas como la música, el teatro, el cine o vídeo, la poesía, el ilusionismo, etc. Es una forma de arte efímero.
Dentro de la performance existe un subgrupo o variedad que se conoce como Arte de Resistencia o Duracional. Se trata de un tipo de performance radical que conlleva para el artista un grado, a veces muy alto, de dolor, agotamiento, soledad, etc.
Marina Abramović ( 1946) es una artista conceptual y de performance de origen serbio. Fue estudiante en las academias de Bellas Artes de Belgrado y Zagreb, sentando plaza como profesor en la academia de Novi Sad —segunda ciudad más importante de la antigua República Socialista de Serbia perteneciente a la antigua Yugoslavia— en 1973. La artista utilizará su cuerpo como eje de su arte durante las performance. Entre 1973 y 1974 llevó a cabo una serie de acciones artísticas con el título Rhythm (Ritmo) y una numeración para distinguirlas. La artista jugaba con el tiempo y el abandono del control de la propia conciencia. Ahora me gustaría contarles a ustedes la última de dichas performance, la denominada Rhythm 0.
Se realizó en la galería de Arte Morra de la ciudad italiana de Nápoles, en 1974 —increíblemente no he encontrado ninguna referencia a la fecha exacta en que tuvo lugar la actuación, todas las fuentes evitan darla—. Durante la performance, la artista asume un papel absolutamente pasivo, permitiendo que el público de la sala interactúe con su cuerpo por medio de 72 objetos que se encuentran depositados sobre una mesa en la misma sala.
Durante seis horas Marina Abramović renunciaría a su voluntad, asumiendo así mismo las consecuencias de lo que sucediera durante la performance
Estos objetos son de todo tipo. Los había peligrosos (pistola, bala, cuchillo, escalpelo, hojas de afeita, etc) y completamente inofensivos (pluma, uvas, miel, pétalos de rosa, etc). Durante seis horas Marina Abramović renunciaría a su voluntad, asumiendo así mismo las consecuencias de lo que sucediera durante la performance. Esta empezó a las 20:00 horas.
El público interaccionó con la artista que aceptó todo pasivamente. Durante las primeras tres horas, de manera tímida y gentil, utilizando los elementos más amables e inofensivos que sobre la mesa estaban a disposición del público. Pero fue a lo largo de las últimas tres horas cuando la actitud de los asistentes cambió completamente. Se utilizó la navaja, el cuchillo, las tijeras y las hojas de afeitar para hacer pedazos la ropa de la artista hasta dejarla desnuda. Fue abusada y manoseada.
La pincharon el cuello con la espina de una rosa y lamieron la sangre que brotó de la herida. Pintaron palabras sobre su cuerpo, al principio de tipo simbólico («Final», «Soy Libre») luego denigrantes. En un momento dado, uno de los asistentes cargó la pistola (¿se acuerdan que había una bala sobre la mesa?) y la puso en la mano de la artista. Hizo que se apoyara la boca del cañón en el cuello de Marina y que el índice de ella rodeara el gatillo del arma.
Ante este último acto el público reaccionó dividiéndose en dos grupos: los que querían protegerla y aquellos que deseaban continuar con los abusos. Los guardias de seguridad, debidamente aleccionados para no intervenir, decidieron que el asunto estaba poniéndose muy peligroso y escamotearon la pistola. A las dos de la madrugada, una Marina Abramović vejada, con los ojos rebosantes de lagrimas a punto de derramarse, sangrante por varios cortes en su cuerpo y abusada y humillada, dio por terminada su actitud pasiva y la performance.
La artista, sin decir palabra, ya que se encontraba en shock, se acercó al público asistente en la sala. Todas las personas que allí había quedaron sobresaltadas al ver actuar a la, hasta entonces inmóvil víctima, y desaparecieron. Huyeron. Más tarde, la artista declaró: «Lo que he aprendido es que si permites que el público decida te acabaran matando. Me sentí realmente violada». Lo que la actuación de Marina probó es que la pasividad, en el ser humano, invita a un mayor grado de violencia y agresión y que la bestia sigue estando muy cerca, muy en la superficie, del alma humana.