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Retrato de Federico Gravina y Nápoli

Retrato de Federico Gravina y Nápoli

¿Por qué hay un marino siciliano enterrado en el panteón de marinos ilustres de San Fernando?

Jugando un papel clave en el Sitio de Gibraltar, Gravina y sus hombres hacían patrullas y evitaban que los transportes de la Royal Navy pudieran abastecer al peñón

Se han cumplido 170 años de la inauguración del Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz), dónde descansan –y se recuerda– a algunos de los más destacados miembros de la Armada.

Hablar de la Real Armada española del siglo XVIII es hacerlo de sus hombres, entre los que destaca Federico Gravina y Nápoli. Este ilustre marino de guerra siciliano alcanzó el grado de capitán general y fue el máximo responsable de la escuadra española en Trafalgar. Don Federico nació en Palermo un 12 de agosto de 1756, en una familia de la alta nobleza. Al igual que en otras estirpes transalpinas, los Gravina habían servido a España y sus monarcas en los Reales Ejércitos y Armada.

Tras vivir durante 19 años en Italia, donde realizaría sus primeros estudios, Gravina se mudaría a Cádiz para enrolarse en la Real Armada. Contando con una excelente formación en matemáticas, geografía, cosmografía, entre otras materias, sentó plaza en la Real Compañía de Guardia Marinas el 18 de diciembre de 1775. En la academia gaditana completaría su formación y se graduaría como alférez de fragata en 1776.

Ese mismo año, don Federico tendría su primera operación ‘real’ en la Armada, puesto que sería uno de los oficiales participantes en la expedición del marqués de Casa Tilly. Esta tenía la misión de defender las fronteras de los virreinatos españoles, en medio de crecidas tensiones con Portugal y sus dominios en el Brasil. Enrolado en la fragata Santa Clara, fue uno de los responsables de la conquista de la fortaleza de la isla de Santa Catarina, sin embargo, su fragata se hundiría trágicamente segando la vida de buena parte de su dotación.

A su regreso a España, en 1778 fue ascendido a alférez de navío y embarcado en la escuadra de jabeques de Barceló, que eficazmente defendía las aguas españolas de las incursiones berberiscas. Debido a la indisposición de su comandante, en 1779 recibiría el mando del jabeque San Luis. Jugando un papel clave en el Sitio de Gibraltar, Gravina y sus hombres hacían patrullas y evitaban que los transportes de la Royal Navy pudieran abastecer al peñón. La contienda por la Independencia de los Estados Unidos, también le daría la oportunidad de participar en la recuperación de la isla de Menorca, que llevaba en manos de los británicos desde el principio de la centuria.

A lo largo de las décadas de 1780 y 1790 continuó participando en buena parte de los combates y operaciones de la Real Armada, por ejemplo, en la inconclusa batalla del Cabo Espartel (1782) o en la escuadra de Juan de Lángara que operaba en el Mediterráneo durante la Guerra contra la Convención (1793-1795), así como su papel puramente científico en las observaciones astronómicas, con motivo del traslado a Estambul del embajador otomano en 1788.

Sin embargo, quizá su participación más destacada fue en la batalla de Trafalgar del 21 de octubre de 1805. Ascendido a teniente general, don Federico recibió de Carlos IV la enorme responsabilidad de mandar la flota española en las operaciones. Los comandantes españoles y franceses no se ponían de acuerdo en si se debiera salir a plantar batalla a la Royal Navy de Nelson. En atención a las malas previsiones meteorológicas, los españoles consideraban que no, pero el vicealmirante Villeneuve, quizá sintiéndose presionado, decidió que los navíos se hicieran a la mar el 20 de octubre. El combate del 21 y el temporal posterior daría la razón a Gravina y sus hombres, pero ya era demasiado tarde y Trafalgar se saldó con una dolorosa derrota para la Real Armada y la Marine Royale.

Además de esta clarividencia mostrada por el marino siciliano, don Federico trasladó con rapidez las órdenes del vicealmirante y organizó eficazmente a sus hombres del Príncipe de Asturias, siendo capaces durante más de cuatro horas de sostener el combate contra los dos y tres puentes enemigos que les hacían fuego continuadamente. Sólo tras ser imposible continuar, prácticamente desarbolado, con un Gravina inconsciente por una grave herida en un brazo y su segundo Antonio de Escaño igualmente herido, la oficialidad decidió retirarse del combate recibiendo una vital ayuda por el San Justo y el galo Neptune, llegando a Rota unas horas después.

Aquejado gravemente de las secuelas de la herida en su brazo, don Federico murió en Cádiz el 9 de marzo de 1806, al poco tiempo de haber sido nombrado Capitán General de la Real Armada. Tras haber estado previamente inhumado en varios cementerios, sus restos fueron definitivamente trasladados al Panteón en 1883.

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