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Los Condes de Urgel y Raiers. Mural de Josep Minguell

Los Condes de Urgel. Mural de Josep Minguell

La dinastía de Urgel, los condes que murieron con la espada en la mano

Hasta la muerte de Armengol VIII en 1212 se sucedieron ocho condes. Todos se llamaron Armengol y todos fueron unos valerosos caballeros

A finales del primer milenio, la reconquista había avanzado mucho menos en la España oriental que en la occidental. Las posesiones cristianas se reducían a una pequeña franja que se extendía paralela a los Pirineos. En algunos sectores tenía menos de 100 Km de anchura. La coherencia política que había aportado la Marca Hispánica se había disuelto, tras la desaparición del Imperio carolingio. Un intrincado conjunto de pequeños estados seguía resistiendo como podía al poderoso enemigo del sur. También albergaban propósitos de restauración del poder cristiano que parecían poco más que ensoñaciones.

Entre estos condados, de confusos límites y discontinuas historias, fueron descollando los de Barcelona y Urgel. En permanente conflicto con el adversario musulmán habían padecido una sucesión de razzias y devastaciones. El conde Borrell II, repartió sus posesiones entre sus dos hijos. Ramón Borrell, el primogénito, heredó el condado de Barcelona, mientras qué al segundo, Armengol, se le adjudicó el de Urgel. Fue el fundador de la dinastía.

El propio nombre de Armengol estaba cargado de propósito. En el idioma occitano de la marca hispánica equivalía a Hermenegildo, el santo y mártir español por antonomasia, caudillo del catolicismo en tiempos visigóticos. La elección suponía proclamar una identidad y un objetivo. Enlazar con la historia que la invasión musulmana había truncado.

Hasta la muerte de Armengol VIII en 1212 se sucedieron ocho condes. Todos se llamaron Armengol y todos fueron unos valerosos caballeros. Seis de ellos murieron con las armas en la mano y los otros dos también vivieron combatiendo. Los cinco primeros gobernaron un exiguo territorio, defendiéndose, con los dientes apretados y la espalda pegada contra los Pirineos, contra un enemigo inmensamente superior.

Todos ellos murieron en combate. Armengol I cayó en 1010 dirigiendo una carga de caballería a las afueras de Córdoba contra el califa Sulayman. Previamente había sufrido graves derrotas e incluso fue hecho prisionero. Por cierto, estamos ante la primera referencia de la caballería pesada como protagonista de las batallas y no como elemento auxiliar. Fue una innovación fundamental para la revolución militar del siglo XI y fue en la Península Ibérica.

Su ejemplo sería contagioso. La temprana muerte dejó en mala situación a su heredero, el pequeño Armengol II. Comenzó a gobernar en 1017 y se distinguió por su decidido esfuerzo en extender hacia el sur el territorio de su condado. Por primera vez se consiguió escapar de sus montañosos límites y acceder al llano, mucho más productivo. Allí reconquistó y repobló la comarca de Guissona. Viajó como peregrino a Jerusalén en 1038, donde encontró la muerte.

El tercero y el cuarto condes también murieron combatiendo. Armengol III pereció en 1065 defendiendo Barbastro. Esta ciudad había sido reconquistada en 1064 en la primera cruzada proclamada por un Papa. Nuestro conde no pudo hacer frente a la contraofensiva musulmana. El cuarto cayó de forma similar. Murió en 1092 asediando la importante ciudad de Balaguer.

Sepulcro de Ermengol VII, conde de Urgel, h. 1300-1350, galería gótica del MET.

Sepulcro de Ermengol VII, conde de Urgel, h. 1300-1350, galería gótica del MET.Metropolitan Museum, New York

La saga continuó con Armengol V. Por una vez la sucesión se produjo de forma ordenada pues el nuevo conde heredó la corona a la avanzada edad de 22 años. Solo gobernó durante diez años, pues le tocó afrontar la temible invasión de los almorávides. Murió combatiéndoles en la desastrosa batalla de Mollerusa, en 1102. Tras el desastre, los musulmanes llegaron a asediar Barcelona tras devastar ambos condados.

Su sucesor se libró de caer en combate, aunque no fue porque no lo intentase. Armengol VI murió en Castilla a la avanzada edad de 58 años. Colaboró estrechamente con Alfonso I el Batallador en las campañas que culminaron con la toma de Zaragoza. También se alió con Alfonso VII de castilla «el emperador». Fue su mayordomo y su mano derecha en las campañas que culminaron con la toma de Almería.

Dejaron una profunda huella en momentos dramáticos de la historia de España

Sin ninguna posibilidad de expansión territorial, Armengol VII se sintió atraído por las posesiones castellanas que había heredado de su abuela. Así, una parte importante de su gobierno la pasó colaborando con el Rey Fernando II de León del que fue mayordomo. Murió en 1184 ante Valencia de Alcántara, durante la campaña destinada a reconquistar Cáceres. Le sucedió su hijo, el último de los Armengoles, cuya vida tiene mucho menos interés que la de sus ilustres antepasados.

Una impresionante ejecutoria la de estos condes, que tuvieron que vivir deprisa. Cinco de ellos quedaron huérfanos en su infancia, atormentada por una turbulenta nobleza. Tuvieron que tomar las riendas de su condado y de su vida a muy temprana edad. Debieron casarse nada más abandonar la infancia para asegurar la sucesión de su dinastía. Comenzaron a combatir en plena adolescencia. Fueron leales hijos de la Iglesia romana, a la que protegieron con pasión. Lucharon por la fe cristiana mucho antes de que comenzasen las cruzadas. Dejaron una profunda huella en momentos dramáticos de la historia de España, pero como otros caballeros sin miedo y sin tacha, no han gozado del reconocimiento que merecieron.

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