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La gesta de la sanidad militar en la División Azul: médicos y sanitarios(parte II)

Grandes gestas de la historia

La gesta de la sanidad militar en la División Azul: médicos y sanitarios (parte II)

Escuche la segunda parte del apasionante relato histórico que cada semana ofrece El Debate

En nuestro anterior artículo nos remontábamos a los antecedentes de la Sanidad Militar española para explicar que la labor sanitaria de la División Azul se entroncaba en un largo recorrido. Desde los Reyes Católicos se había atendido a los heridos de forma especializada y la guerra había supuesto un campo de innovación. Pero este caso era singular: se enfrentaban los dos mayores ejércitos de la tierra, la deslumbrante Wehrmacht germana frente al potente Ejército Rojo soviético.

El reclutamiento

También repasamos que el reclutamiento había tenido dos vías, la falangista y la militar. Las «oficinas o banderines de enganche» regidas por Falange, tomaban la delantera, y poco después el Ejército de Tierra en las ocho regiones militares seleccionaba a oficiales médicos voluntarios. La demanda fue muy superior a la oferta de plazas y se tomó como filtro de selección el prestigio adquirido durante la reciente guerra civil española.

Banderín de Enganche

Banderín de Enganche

Siguiendo la obra de referencia de la Sanidad Militar: Bajo el Fuego y Sobre el Hielo de Poyato Galán, durante las sucesivas fases de la campaña sirvieron un total 208 oficiales médicos y oficiales no facultativos y un practicante de medicina con rango de oficial (los practicantes eran estudiantes del último año). El Cuerpo de Farmacia estuvo representado por 16 oficiales a los que se añadieron tres soldados farmacéuticos.

La presencia sanitaria femenina tuvo una gran importancia con contingentes militares de las Damas de Sanidad Militar, falangistas de la Sección Femenina y algunas de la Cruz Roja. Será uno de los ámbitos que abarcaremos en nuestro próximo capítulo.

Bajo el fuego y sobre el hielo

Bajo el fuego y sobre el hielo

La llegada y formación

El grupo médico sería uno de los primeros en salir de España, desde Vitoria, tras tres días de viaje alcanzaban el territorio alemán y eran concentrados en Grafenwöhr. Y al llegar, se vacunaba a todo el personal: la antivariólica, antitífica y contra el cólera y al mismo tiempo se determinó el grupo sanguíneo al que pertenecían que sería grabado en la chapa de identificación individual. Ya en Alemania, médicos, enfermeros y auxiliares tuvieron que someterse a un riguroso y acelerado programa de instrucción.

Desde el primer momento el carácter y los procedimientos alemanes, mucho más metódicos y apoyados por importantes adelantos tecnológicos, chocaron con los de los españoles. Además, los germanos se veían resignados con cierta pesadumbre a tener enseñar a lo que consideraban un grupo muy atrasado. Pero pronto quedaron sorprendidos por su nivel. Y es que ya «venían enseñados de casa».

Porque la inmensa mayoría habían sido médicos en la Guerra Civil, donde algunos habían soportado temperaturas de 40 y 50 bajo cero en Teruel. Aún así, los españoles aprovecharon el entrenamiento teórico y práctico y tomaron contacto con material puntero, como los ultrasonidos para detectar la metralla, microscopios, potabilizadores de agua, o infraestructuras para transfusiones de sangre y fracturas. La mayoría de los suministros procedían de las casas Bayer y Siemens.

Poyato afirma que «los alemanes tenían la mejor tecnología de la época, pero los españoles estaban acostumbrados de la Guerra Civil a optimizar los recursos, y a trabajar en condiciones extremas» y a veces demostraron que muchas veces podían prescindir incluso de la tecnología.

Sanitarios de primera línea

Sanitarios de primera línea

Hasta el Puesto de Socorro

El Grupo de Sanidad, al igual que el resto de la División, era básicamente una unidad hipomóvil, es decir, con mulas y caballos. Disponía de dos compañías: 518 personas (un comandante médico, 30 oficiales, 70 suboficiales, ayudantes de medicina, farmacia y veterinaria, y el resto: enfermeras, practicantes y sanitarios). Tenían 134 mulos y 22 vehículos ambulancia hipomóviles. El interés del mando en asegurar a sus hombres la mejor atención sanitaria se plasmó en que había al menos dos médicos en cada uno de los nueve batallones de infantería, frente a las divisiones alemanas que contaban con uno o incluso ninguno.

El primer escalón del apoyo sanitario lo constituían los puestos de socorro y el segundo nivel, el hospital de campaña divisionario y sus dos equipos quirúrgicos.

La primera asistencia a los heridos se realizaba por los sanitarios y camilleros de compañía, que se encargaban de su traslado hasta el puesto de socorro del batallón como se narra en las memorias de la obra Sanitario, Sanitario de la Biblioteca del Guripa. Lo hacían en parihuelas, bicicletas, en lo que pudieran y contaban con el apoyo de las secciones de ambulancias hipomóviles y auto ambulancias. Los soldados de Sanidad, en el caso de muerte del compañero herido, eran también responsables del enterramiento en sitios cercanos a los hospitales.

Obra '¡Sanitario! ¡Sanitario!'

Obra '¡Sanitario! ¡Sanitario!'

Cada una de las dos compañías de Sanidad establecieron un puesto de Socorro y clasificación situado entre 8 a 11 kilómetros del frente. Era la inmediata retaguardia, por lo que la efectividad en el tratamiento proporcionó resultados excelentes. Tan pronto como llegaba el herido, se hacía distinción entre heridos, congelados y enfermos en la «Cédula de Acompañamiento para Heridos». Era un pequeño cartón de apenas de un palmo donde aparecía su nombre y apellidos, la unidad en la que estaba integrado, la herida sufrida y las medicinas que se le habían suministrado, con una referencia explícita al suero antitetánico. Lo que hoy los médicos modernos llaman Triage.

La recepción del puesto tenía una estufa en permanente funcionamiento («Puestos de Calentamiento» dado el gran número de soldados congelados debido al intenso frío) y una sala de curas. Después, había una pequeña sala para enfermos y con camas para bajas en proceso de evacuación. Los gaseados eran atendidos aparte con un equipo de oxigenoterapia.

Los médicos desempeñaban sus funciones en situaciones de extrema dureza. Entre otras, desde vendar con cierre hermético el neumotórax, combatir el shock, sedar del dolor, aplicar el suero o antitoxinas antitetánicas para frenar infecciones, la hemostasia preliminar, combatir las anemias por hemorragia o practicar traqueotomías.

Muchas veces los médicos debían servir en apoyo de las compañías más a vanguardia e ir más allá de su puesto de socorro. Por su dedicación y proximidad al combatiente se ganaron un gran respeto y aprecio... pero también la cercanía se tradujo en alto número de bajas con actuaciones heroicas de oficiales médicos gravemente heridos al acudir en rescate de sus compañeros. Por ejemplo, tres de las muertes de médicos en Krasny Bor fueron ocasionadas por fuego artillero y de mortero.

La batalla de Krasny Bor

La batalla de Krasny BorFerrer-Dalmau

Para realizar las evacuaciones a retaguardia se hacían en trenes hospitales que llevaban los curiosos nombres de «Lli-Marlen», «Violeta», «Peter» y «Rómulus». También hubo quirófanos portátiles e incluso en algunos casos se practicó la moderna evacuación aérea.

El hospital de Campaña se situaba a unos 10 a 15 km. del frente. Contaba con material quirúrgico para tratar a todo tipo de heridos de urgencia, equipo de oftalmología, odontología, laboratorio y farmacia, con una capacidad de 200 camas. Poyato Galán recuerda que dada la flexibilidad del frente, a veces los hospitales de campaña podían pasar a territorio enemigo sin dejar de operar. Es decir, el hospital continuaba en el mismo lugar, pero eran las líneas de fuego las que oscilaban. Cuando esto pasaba recuperar el hospital se convertía en objetivo primordial.

Quirófano de retaguardia

Quirófano de retaguardia. Capitán Cárdenas

Los avances españoles

Pese a la superioridad tecnológica germana, las innovaciones médicas españolas deslumbraron. Fueron de tal eficacia que pronto serían adaptadas por los alemanes. Entre ellas, un especial artilugio que evitaba la congelación y que consistía en una caja de madera con ladrillos al fuego incandescente llamada «camilla caliente».

Otro avance español digno de mención fue un buscador de metralla en los cuerpos. Los alemanes la diagnosticaban utilizando ultrasonidos, pero los españoles idearon una ingeniosa técnica y denominaron jocosamente al médico murciano inventor del método «metrallita». Consistía en la realización de una radiografía de frente y otra de perfil con tela metálica. Así, triangulando, localizaban la metralla más rápido y con menos coste.

Otra gran genialidad supuso lo que hoy se conoce con el nombre de «clavos endomedulares de Kuntscher». Eran unos clavos especiales de fractura para fijar los huesos a modos de varillas de paraguas. Aunque como tantos descubrimientos se haya olvidado su origen hispánico, su introductor en el mundo anglosajón siempre lo reconoció y hablaba de ello como el «método español».

El momento más duro se vivía con los enterramientos

El momento más duro se vivía con los enterramientos

Otro tipo de dolencias

Poyato subraya categóricamente que los sanitarios españoles fueron expertos en curar no solo las heridas producidas por explosiones o balas, sino también las bajas por enfermedades derivadas del agotamiento, de las carencias higiénicas, de parásitos, gérmenes, lesiones por la exposición a las bajas temperaturas, congelaciones, e hipotermia. Pero había un problema añadido: al derretirse el hielo y la nieve se formaban grandes charcos con millones de larvas de mosquitos que transmitían paludismo, disentería, malaria y tifus. Todo ello diezmó al ejército, sobre todo el primer invierno, el de 1941, con recursos insuficientes, sin vías de evacuación establecidas y las temperaturas más bajas del siglo, -50 º.

Todo mejoraría en 1942, cuando se dotó a los soldados con uniformes de invierno y se les adiestró en protegerse del frío y evitar congelaciones.

Poyato Galán también hace hincapié en que los médicos divisionarios también abordaron las dolencias psiquiátricas como la ansiedad o lo que antes se denominaba «neurosis de guerra», para prevenir los terribles trastornos de estrés postraumático.

La Sanidad Militar española. Atención a la población civil

A diferencia de otros países, la Sanidad Militar española en campaña se ha caracterizado, desde los tiempos de los tercios, por unos valores y una actitud operativa que no se centra solo la protección de los efectivos propios, sino también en la atención a prisioneros del bando enemigo.

En Rusia los médicos españoles dejaron un recuerdo profundo y positivo entre sus colegas alemanes por su eficacia, pero también en los, soviéticos por sus relaciones con la población civil autóctona. Unos principios humanitarios, que en la División Azul, difirieron mucho del mostrado por los médicos germanos. Existen fotografías que hablan por sí solas y son muy explícitas suministrando medicinas a los médicos soviéticos, a civiles rusos en pueblos y hospitales y sobre todo a embarazadas y niños pequeños a los que suministraban caramelos de vitaminas. Los médicos divisionarios educaron a la población civil en sanidad, hicieron campañas de vacunación y proporcionaron ginecólogos para atender partos.

Boceto y escultura 'Camaradas - División Azul'

Boceto y escultura 'Camaradas - División Azul'Ferrer-Dalmau

También pediatras y ginecólogos

Curiosamente, del total de 248 médicos militares divisionarios, la mayoría tenían una sólida formación en Pediatría y Puericultura. Algunos contaban incluso con el título de especialista en su currículo. Esto trajo consigo el acercamiento natural de los médicos españoles a la población infantil. La mortalidad entre 0 y 4 años alcanzaba unas estremecedoras cotas por encima del 70 %, había innumerables huérfanos abandonados a su propia suerte, otros malvivían entre los despojos de la guerra, la malnutrición afectaba a más del 95 % de los niños.

Las principales causas del elevado fallecimiento infantil que identificaron los españoles fueron: diarrea y disentería, neumonía y otras enfermedades respiratorias, malaria y otras fiebres, parto prematuro y hemorragias e infecciones pre y postparto. Algunos divisionarios estrecharon lazos tan intensos con estos niños huérfanos que gestionaron su adopción y volvieron a España con ellos.

Divisionarios junto a un niño

Asimismo, los médicos establecieron colaboraciones permanentes con las doctoras rusas de la zona (los médicos varones rusos estaban en el frente). Ellas se encargaron de administrar y distribuir los suministros, ropas, leche y demás alimentos que los divisionarios desviaban de sus propias provisiones.

Los niveles de gestión y calidad asistencial alcanzados con los niños y adolescentes rusos y embarazadas atendidos rozaron la excelencia, no únicamente por la alta cualificación de los médicos divisionarios, ni por disponer de la tecnología más puntera de la época, sino por el carácter entregado de los divisionarios y la implicación afectiva de todos los equipos sanitarios, como así lo atestigua la memoria colectiva rusa que aún hoy recuerda su actuación.

También a los judíos

Muy significativa fue su atención a la población judía, lo que costó graves fricciones con los alemanes. Esto corrobora categóricamente que la afección ideológica de los combatientes fue el anticomunismo y en ningún caso el nazismo como suele empeñarse alguna historiografía ideologizada. En los llamados Juicios de Núremberg se intentó buscar alguna prueba de la implicación española en crímenes de guerra. No solo no encontraron ni pruebas, ni indicios, sino que el apoyo a la población civil en general y judía en particular fue una realidad totalmente exculpatoria.

La Sanidad Militar española seguiría avanzando y combatiendo en guerras como las del Vietnam, aunque apenas se conozca su labor, o en la guerra de Ifni. Y hoy, está considerada una de las mejores del mundo. Es capaz de atender en tiempo récord en cualquier lugar, y es experta en estabilización en el combate, en telemedicina, en evacuación medicalizada, así como en la guerra bacteriológica.

Un soldado herido se recupera

Un soldado herido se recupera. (Foto de colección)

La motivación patriótica

La gran motivación ideológica y de compromiso con el servicio que profesaban muchos de los divisionarios se tradujo en valentía, entrega y la constancia en el servicio que fueron la norma en el contingente sanitario de la División Azul. Hasta 17 oficiales fueron condecorados con cruces de hierro de segunda clase. Y aunque este reconocimiento solo se daba en línea de fuego, algunos investigadores incluyen entre ellos el nombre de dos enfermeras: Felisa Araguas Neira e Isabel Aznar Zaldívar.

Como curiosidad, el ácido acetilsalicílico, la popular aspirina ha sido uno de los fármacos más consumidos del siglo XX. Pues bien, la casa farmaceútica Bayer no ha permitido que ningún país ni marca usara esta denominación, a excepción de la Sanidad Militar de España.

Y hay que señalar que España en 1941 estaba devastada por los años de Guerra Civil. Sus arcas estatales vacías incautadas por los soviéticos que nunca devolvieron, centenares de miles de muertos e infraestructuras capitales derruidas. Y sin duda, la División Azul sería la más eficaz contribución para que esta España no se viera inmersa en la nueva catástrofe de la Segunda Guerra Mundial.

La sanidad militar y la División Azul

Lejos de ideologías, la medicina de guerra española en el frente ruso fue sobresaliente, tanto en el contexto histórico, como en el ámbito científico y sobre todo en el humano. Aquellos hombres y mujeres en las condiciones más extremas daban lo mejor de sí mismos con sacrificio. Pero también con patriotismo, y España protagonizaría aquel esfuerzo, personificada de forma más que ejemplar en su cuerpo sanitario.

Una gesta tan sobrehumana que hace que el autor de Bajo el Fuego y sobre el Hielo afirme que en los campos soviéticos más que nunca pareció demostrarse que «Ser español es profesar la fe en el heroísmo».

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