
La captura de Portobelo, 21 de noviembre de 1739 por George Chambers Sr.
Blas de Lezo, tras el ataque de Vernon a Portobelo: «Me hubiera sobrado para contener su cobardía»
El entusiasmo de una victoria tan sencilla en Portobelo, no solo motivó al almirante británico a atacar Cartagena de Indias, sino que, con extrema arrogancia, decidió escribir una carta al general de la Armada española, Blas de Lezo, para regodearse
Noviembre de 1739. Tras el estallido de la guerra entre España y Gran Bretaña por el dominio comercial del Caribe, el veterano almirante Edward Vernon, al mando de una gran flota compuesta por seis navíos, puso rumbo a Portobelo (Panamá): su objetivo era interceptar los cargamentos de metales preciosos a punto de embarcar hacia Europa, al tiempo que debilitaba la influencia de la Corona española en aquella estratégica región del Atlántico.
La ciudad de Portobelo estaba mal protegida. Contaba con tres precarias fortificaciones: el Todofierro, situado junto al puerto, y el Gloria y el San Jerónimo, ambos ubicados en el interior. Las guarniciones apenas sumaban un total de 700 hombres, además de encontrarse desorganizadas y abandonas a su suerte.

El bombardeo de Portobelo por parte de la flota británica del almirante Vernon
La defensa marítima se limitaba a un par de embarcaciones costeras totalmente incapaces de hacer frente a la poderosa flota británica encabezada por Vernon. En estas condiciones, no era de extrañar que incluso los propios invasores quedasen sorprendidos ante la facilidad con la que se hicieron con el control de la plaza.
La operación militar tuvo lugar el día 21, cuando la flota británica comenzó el bombardeo naval sobre el fuerte Todofierro y tras dos intensas horas de fuego, el gobernador español Francisco Javier de la Vega decidió entregar la ciudad a Vernon sin intentar ningún tipo de resistencia desde los baluartes interiores.El entusiasmo de una victoria tan sencilla, no solo motivó al almirante británico a continuar con los ataques de castigo a otros puertos cercanos hasta llegar a Cartagena de Indias, sino que, con extrema arrogancia, decidió escribir una carta al general de la Armada española, Blas de Lezo, para regodearse:

Retrato del almirante Edward Vernon
Esta se entrega a V. E. por Don Francisco de Abarca y en alguna manera V. E. puede extrañar que su fecha es de Portovelo. En justicia al portador, es preciso asegurar a V. E. que la defensa que se hizo aquí era por el Comandante y por los de debajo de su mando, no pareciendo en los demás ánimo para hacer cualquiera defensa.
Espero que de la manera que he tratado a todos, V. E. quedará convencido de que la generosidad a los enemigos es una virtud nativa de un Ingles, la cual parece más evidente en esta ocasión, por haberlo practicado con los españoles, con quienes la nación inglesa tiene una inclinación natural, vivir bien que discurro es el interés mutuo de ambas Naciones.
Habiendo yo mostrado en esta ocasión tantos favores, y urbanidades, además de lo capitulado, tengo entera confianza del amable carácter de V. E. (aunque depende de otro) los Factores de la Compañía de la Mar del Sur en Cartagena, estarán remitidos inmediatamente a la Jamaica, a lo cual V. E. bien sabe tienen derecho indubitable por tratados, aún seis meses después de la declaración de la guerra.
El Capitán Pelanco debe dar gracias a Dios de haber caído por Capitulación en nuestras manos, porque sino, su trato vil, y indigno, de los ingleses, había tenido de otro un castigo correspondiente.
Y soy Señor de V. E. su mas humilde servidor D. Eduardo Vernon Burford — Portovelo— 27 de Nbre de 1739.
La contestación, «en términos mucho más rudos que los utilizados por Vernon» –según indica Manuel Gracia Rivas, académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza– de Blas de Lezo no tardaría en llegar.

El vicealmirante Don Blas de Lezo
He recibido la de V. E. de 27 de Noviembre que me entregó Don Francisco de Abarca y antecedentemente la que condujo la Valandra que trajo a Don Juan de Armendáriz. Y en inteligencia del contenido de ambas diré, que bien instruido V. E. por los factores de Portovelo (como no lo ignoro) del estado en que se hallaba aquella Plaza, tomó la resolución de irla a atacar con su esquadra, aprovechándose de la oportuna ocasión de su imposibilidad (de defenderse), para conseguir sus fines, los que si hubiera podido penetrar, y creer que las represalias y hostilidades que V. E. intentaba practicar en esos mares, en satisfacción de las que dicen habían ejecutado los españoles, hubieran llegado hasta insultar las plazas del Rey mi Amo, puedo asegurar a V. E. me hubiera hallado en Portovelo para impedírselo, y si las cosas hubieran ido a mi satisfacción, aún para buscarle en otra cualquiera parte, persuadiéndome que el ánimo que le faltó a los de Portovelo, me hubiera sobrado para contener su cobardía.
La manera con que dice V. E. ha tratado a sus Enemigos, es muy propia de la generosidad de V. E. pero rara vez experimentada en lo general de la nación, y sin duda la que V. E. ahora ha practicado, sería imitando la que yo he ejecutado con los vasallos de S. M. B. en el tiempo que me hallo en estas costas (y antes de ahora,) y porque V. E. es sabido de ellas, no las refiero, porque en todos tiempos es sabido practicar las mismas generosidades, y humanidades con todos los desvalidos; y si V. E. lo dudare podrá preguntárselo al gobernador de esa isla quien enterará a V. E. (le todo lo que llevo expresado, y conocerá V. E. que lo que yo he ejecutado en beneficio de la nación inglesa excede a lo que V. E. por precisión y en virtud de Capitulaciones debía observar.
En quanto el encargo que me hace V. E. de que sus paisanos, hallarán en mi la misma correspondencia que los míos han experimentado en esta ocasión y que solicité que los factores del sur sean remitidos a Jamaica, inmediatamente diré, que no dependiendo esta providencia de mi arbitrio, no obstante, practiqué las diligencias convenientes con el gobernador de esta plaza, a fin de que se restituyan a esa isla; pero parece que sin orden del rey no puede practicar esta disposición, respecto de que son Ministros de ambos so veranos, en la comisson que manexan; Y en correspondencia Yo quedo para servir a V. E. con las más segura voluntad, y deseo le guarde Dios muchos años.
A bordo del Conquistador en la Bahía de Cartagena de Yndias. 24 de Diciembre de 1739. BLM de V. E. su más atento servidor
— Don Blas de Lezo
Aquella inicial arrogancia chocaría con la valentía y la destreza que demostraron los españoles durante la batalla de Cartagena de Indias de 1741. Las alrededor de 200 naves y 34.000 tropas británicas que intentaron asediar este enclave se toparon con el arrojo de los españoles comandados por el «medio hombre».
«Soldados de España peninsular y soldados de España americana. Habéis visto la ferocidad y poder del enemigo; en esta hora amarga del Imperio nos aprestamos para dar la batalla definitiva por Cartagena de Indias y asegurar que el enemigo no pase. Las llaves del Imperio han sido confiadas a nosotros por el rey, habremos de devolverlas sin que las puertas de esta noble ciudad hayan sido violadas por el malvado hereje. El destino del Imperio está en vuestras manos. ¡Morid, entonces, para vivir con honra! ¡Vivid, entonces, para morir honrados! ¡Viva España! ¡Viva el rey! ¡Viva Cristo Jesús!», fueron las palabras que Blas de Lezo dirigió a sus soldados antes del ataque británico. Dos meses más tarde, la armada del almirante Vernon abandonaba humillada Cartagena.