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Marcos Chicot

Marcos ChicotJavier Ocana

Marcos Chicot: «​Alejandro Magno era una referencia inalcanzable para los emperadores romanos»

El escritor Marcos Chicot concluye su saga «histórico filosófica» con El Asesinato de Aristóteles, una obra con la que intenta «resucitar» al filósofo y sus ideas

«A mi padre Filipo y a ti os debo todo lo que soy», le dice el joven Alejandro Magno a Aristóteles antes de partir e iniciar su campaña de conquista de Persia. O al menos así lo escenifica el escritor Marcos Chicot en su último libro El asesinato de Aristóteles, con el que cierra su saga histórico filosófica en la que ha retratado la Grecia clásica a través de los tres grandes filósofos: Sócrates, Platón y ahora Aristóteles.

«Con 'El asesinato de Sócrates' empecé a recrear la Grecia clásica, esos grandes pensadores. Después continuó en la parte central con las ideas de Platón y la parte final, los dos últimos años es lo que recoge 'El asesinato de Aristóteles'», explica el autor durante la presentación del libro.

Y lo hace a través de Aristóteles y Alejandro Magno como protagonistas. «Creo que a la gente le va a encantar esa relación entre Aristóteles y Alejandro: le va a encantar ver a uno desde el otro y al otro desde el uno. Creo que eso es muy atractivo», confiesa ante los periodistas.

Las obras de Chicot se caracterizan por la combinación del rigor del historiador con el manejo de los mejores ingredientes narrativos para lograr unas novelas adictivas: «Quiero a lectores con ojeras», comenta el autor. Por ello, intenta hacer un trabajo de «psicólogo y de historiador», advierte. «A la hora de recrear los hechos, la filosofía y los personajes, intento hacer la mejor recreación posible a partir de todo lo que sabemos de las fuentes históricas y de otros estudiosos», añade.

Y detalla que, para que sus personajes tengan «consistencia», como el psicólogo clínico que es, «pasa a sus personajes por el diván». «Les hago los mismos test que a mis pacientes. Esto me permite luego tener mucha información de cómo es ese personaje, de cómo se va a comportar».

Portada de 'El asesinato de Aristóteles'

Portada de 'El asesinato de Aristóteles'

El conquistador visionario

En El asesinato de Aristóteles se nos presenta a un Alejandro «que no es el que normalmente se retrata en la literatura o en el cine», subraya Chicot. Para mostrarnos a este gran conquistador le despoja de toda esa «admiración ajena» para quedarse con la persona detrás del mito.

«Vamos a ver a un Alejandro menos conocido, un Alejandro más personal y un Alejandro que tiene una visión única, poco conocida en general, que no compartía nadie», explica.

En solo una década, Alejandro llegó a dominar un territorio más extenso que el de Roma en cualquier momento y redefinió el mundo. Tenía ambiciosos planes expansionistas que solo frustraron la muerte: «Él decía —lo cual sorprende mucho— que no quería un imperio de vencedores y vencidos. Él decía que quería unir los más grandes continentes, Europa y Asia, a través de relaciones de matrimonio, de parentesco para que viviesen en una común armonía», relata Chicot.

Por eso, cuando él muerte, nadie supo continuar con la visión que Alejandro tenía de su Imperio: «Eso acaba [su Imperio] en gran parte porque nadie lo comprendía, nadie compartía esa visión. Alejandro era único en muchos aspectos y en este también».

Y es que «Alejandro era un genio: un genio intelectual, un genio militar, un genio político», en palabras del autor. «Alejandro Magno con 21 años se va a la conquista de Persia, que luego extiende mucho más allá y en solo diez años conquista la mitad del mundo conocido», subraya Chicot. Por ello, Alejandro «se convierte en la referencia de los emperadores romanos».

De hecho a su muerte, fueron muchos los que visitaron su tumba en Alejandría entre ellos Julio César, quien, según recoge Plutarco, al leer las cosas que logró el rey macedonio se puso a llorar y al ser preguntado por qué lo hacía, Julio César respondió: «¿No os parece digno de pensar que Alejandro, a mi edad, reinase ya sobre tantos pueblos y que yo no haya hecho todavía nada digno de memoria?».

En este sentido, «Alejandro Magno era la referencia y era una referencia inalcanzable que todos [emperadores romanos] tenían presentes. Esta singularidad es lo que me gusta mostrar. Me gusta que se comprenda en toda su plenitud. Creo que este Alejandro es poco conocido y a la gente le va a encantar este Alejando», sentencia el autor.

El filósofo por antonomasia

Pero por el diván también pasa el maestro de Alejandro: Aristóteles, el filósofo por antonomasia. Y nos encontramos a un hombre de mentalidad racional y científica, pragmática; con una idea avanzada de lo que deben ser las constituciones, haciendo hincapié en la separación de poderes. Pero Chicot va más allá y nos presenta al filósofo como un hombre común, con familia, amigos y adversarios, como esposo y padre de familia.

«Aristóteles, el gran sistematizador: coge todo el conocimiento previo, lo analiza, lo organiza y a partir de ahí avanza enormemente», analiza el autor.

«Cuando decían el filósofo no había que decir Aristóteles, el filósofo con mayúscula, era Aristóteles. Ese gran filósofo, portentoso y tan admirado por la mitad de los atenienses, era odiado por la otra mitad. Era maestro de Alejandro y le acusaron de ser el responsable de todo lo que hacía Alejandro. Entre otras cosas, mantener sometida a Atenas. Entonces quería matarlo», advierte Chicot. Y esta es la primera premisa con la que juega para narrarnos los dos últimos años de la Grecia clásica.

Pero el «asesinato» de Aristóteles no se refiere a esto, sino que «es más bien metafórico». Aunque es cierto que querían matar a Aristóteles, Sócrates y Platón, pero «les querían matar por sus ideas», indica. «Sus ideas eran revolucionarias, peligrosas y generaban muchos enemigos —prosigue—, sobre todo, entre los poderosos». Y en el caso de Aristóteles, aquellos que querían revelarse contra el Imperio macedonio.

Pero advierte que más que asesinar a estos tres grandes filósofos, lo que pretende es «resucitarlos». «Es muy difícil que hoy en día se hable de Aristóteles, Sócrates y Platón sin que suene a rollo» porque muchas veces «se enseña como si fuese aburrido: 'apréndete de memoria cosas que no entienes'», exigimos a los jóvenes. «Pero cuando estamos hablando de personajes fascinantes, de maestros en lo intelectual y lo moral y si te lo cuentan mascado, sencillo, si conocen las circunstancias y a la persona que lo dijo, entiendes mucho mejor todo», comenta.

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