Alejandro Magno en su lecho de muerte, según el pintor Karl von Piloty
Las tres extrañas peticiones que hizo Alejandro Magno para su funeral
Se dice que el fundador del Imperio macedonio expuso sus últimos deseos sobre cómo debería ser su entierro
Todo lo que rodea la muerte de Alejandro Magno está envuelto de misterio y leyenda. Desde la causa hasta el paradero de su tumba e incluso sus últimas palabras siguen siendo una cuestión de debate. Lo único cierto es que el gran conquistador que llegó a gobernar sobre el imperio más grande de la Antigüedad que comprendía Macedonia, Gracia, Persia, Egipto e India, murió en el palacio de Nabucodonosor II, en Babilonia a los 32 años.
También se sabe que el 2 de junio había participado en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa y que, «tras beber mucho», lo trasladaron a su cama para descansar pues, se encontraba gravemente enfermo. Sin embargo, no logró recuperarse.
¿Cómo murió Alejandro Magno?
Aunque existen varias fuentes históricas sobre la muerte del rey macedonio, la mayoría data de siglos posteriores a los hechos. Por ejemplo, Plutarco, que vivió entre los años 46 y 120 d.C., sugiere que tras una noche de copas, Alejandro tuvo una fiebre que fue empeorando con los días hasta su muerte. Del mismo modo, Diodoro afirma que cayó gravemente enfermo después de beber y que murió poco después.
Por otro lado, Curcio reitera en varias ocasiones que el fundador del Imperio macedonio murió poco después de una noche de borrachera. Según el historiador romano, Alejandro pudo haber sido envenenado con heléboro o estricnina administrado por Yolas, su copero real e hijo de Antípatro, regente de Grecia. También advierte que el cuerpo del Alejandro, que fue considerado en vida rey, faraón y semidios, no mostró signos de descomposición hasta siete días después.
No obstante, además de que todas las biografías que se conservan sobre Alejandro se escribieron cientos de años después de su muerte, los escritores antiguos tenían acceso a «fuentes más cercanas a la época, pero no ‘cortaban y pegaban’, sino que todos utilizaron las fuentes según les convenía», según advierte a la revista Live Science Jeanne Reames, directora del programa de estudios del Mediterráneo antiguo en la Universidad de Nebraska en Omaha.
Por ello, los historiadores modernos ponen en duda esta teoría y sugieren hipótesis médicas como una pancreatitis aguda, una recaída en la malaria o una fiebre tifoidea. Esta última explicaría los síntomas de alta fiebre y el dolor abdominal que experimentó. En 2019 Katherine Hall, profesora titular de la Facultad de Medicina de Dunedin en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), propuso que el discípulo de Aristóteles podría haber muerto a causa del síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad autoinmune que afecta al sistema nervioso y que podría haber dejado a Alejandro en un coma profundo.
Según Hall, la referencia que hacen Plutarco y Arriano en sus relatos sobre las órdenes que dio antes de caer inconscientes, es un síntoma habitual en las personas que padecen este trastorno. Además, la falta de descomposición del cuerpo durante varios días sugiere que el rey macedonio pudo haber sufrido una «falsa muerte» debido a la parálisis.
Alejandro Magno enfermo en su lecho, por Christoffer Wilhelm Eckersberg
Sus tres últimos deseos
Una de las historias que rodean su muerte son las palabras que habría dicho sobre su sucesión. La historia dice que su respuesta fue «al más fuerte» (krat'eroi, en griego), pero lo más probable es que estuviera mencionando a Crátero, uno de sus generales más queridos, cuyo nombre se pronunciaba de manera muy similar (Krater'oi).
Sin embargo, al no encontrarse presente en el lecho de muerte del gran conquistador macedonio, el resto de los generales decidió oír lo que les convenía. Como resultado tuvo lugar una guerra de todos contra todos que causó la desintegración del imperio en multitud de reinos.
Catafalco de Alejandro, según la descripción de Diodoro
Otra de las leyendas que existen alrededor de su muerte son los tres últimos deseos que expuso a sus generales sobre cómo debería ser su entierro.
En primer lugar, su ataúd debía ser portado en procesión hasta la tumba por los mejores médicos. En segundo, todos los tesoros que había acumulado en sus 13 años de conquista (oro, plata, piedras preciosas, joyas…) debían ser esparcidos por el camino que llevaba a su sepulcro. Y, por último, sus manos debían quedar fuera del ataúd, colgando y a la vista de todos.
Atónitos ante estas peticiones de su agonizante rey, algunos de sus generales le preguntaron el porqué de aquellos deseos. Según cuenta la leyenda, Alejandro respondió que deseaba que fueran los médicos quiénes portasen su ataúd para demostrar que, ante la muerte, ni los mejores médicos podían hacer nada.
En cuanto a la petición de esparcir todos sus tesoros por el camino, era una forma de hacer patente que, al morir, los bienes materiales que adquirimos en este mundo se quedan en este mundo. Y, finalmente, quería mostrar sus manos desnudas para enseñar que venimos al mundo y partimos de él con las manos vacías «cuando se nos acaba el tesoro más preciado de todos: el tiempo».
Aunque es muy difícil saber si realmente dijo estas palabras, pues deliró durante sus últimos días y apenas podía hablar con claridad, es posible que estas palabras fuesen asociadas al emperador por sus biógrafos medievales para señalar lo efímero de los triunfos mundanos. También son palabras que atribuyen a Solimán el Magnífico.