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Petrus Gonsalvus y su esposa Catherine

Petrus Gonsalvus y su esposa Catherine

Pedro González, el hombre lobo español que asombró a las cortes del Renacimiento

El retrato muestra al español con su rostro repleto de pelo, pero vestido con jubones de terciopelo y con la postura propia de un noble de su época

Las hadas, los vampiros, el kraken o los hombres lobo forman parte del imaginario medieval que los siglos han convertido en novelas y películas de terror. Pero detrás de todo elemento fantástico suele haber una explicación racional e histórica. A mediados del siglo XVI nació en Tenerife un hombre al que podríamos apodar como el primer hombre lobo español. Sí, tenía mucho pelo en todo el cuerpo, tanto que su fama se extendió por toda Europa. Pero más allá de la leyenda, su caso tiene una historia real que supera a cualquier ficción.

Para conocer al protagonista de este relato histórico hay que viajar a la isla de Tenerife, donde nació Pedro González en torno a 1537. Desde el primer momento su aspecto llamó la atención porque tanto su rostro como el cuerpo estaban cubiertos de un vello denso y oscuro. Ni sus padres ni nadie tenía una explicación médica y empezaron a atribuirlo a presagios milagrosos y hasta se le comparó con las criaturas que aparecían en los bestiarios medievales, obras literarias que representaban animales reales y fantásticos con una intención moralizante.

Siglos después sabemos que Pedro padecía una enfermedad genética llamada hipertricosis congénita universal, responsable del exceso corporal, como detalla José Ramón Sánchez Gómez en su libro Monstruos y prodigios en la España Imperial. Ahora bien ¿Qué sucedió con Pedro González? Una crónica francesa es la primera noticia documentada sobre él y lo sitúa en la corte francesa del rey Enrique II de Francia.

Por raro que pueda sonar, llegó a la corte en calidad de obsequio diplomático. Pedro se convirtió en un espectáculo viviente para entretener a nobles y embajadores, pero su destino no estaba ligado con ser un bufón o un «mono de feria». En la corte le enseñaron a escribir, latín, retórica y le dieron una educación propia de un cortesano.

Un hombre lobo culto en París

«Éste es Pedro González, un hombre peludo de las Islas Canarias, no asilvestrado, sino de modales apacibles, excelente en habilidad literaria y en la cultura del habla», describió Ulises Aldrovandi en su Monstrorum Historia, publicado en Bolonia a mediados del siglo XVII. Convertido en un cortesano formado, Pedro se casó en 1557 con Catherine Raffelin, una joven doncella con la que llegó a tener al menos unos siete hijos, e incluso alguno de ellos heredó la enfermedad del padre.

Petrus Gonsalvus o Pedro González, el hombre lobo español del siglo XVI

Petrus Gonsalvus o Pedro González, el hombre lobo español del siglo XVI

Con la muerte del rey francés, la familia González se trasladó a la corte de Margarita de Parma, en los Países Bajos españoles. Allí su fama creció todavía más por su aspecto, pero también por su carácter afable y su educación. Se decía que podía recitar a Ovidio y «conversar con eruditos, mientras su barba cubría hasta el cuello del jubón», según explica José Manuel Sánchez Ron en Historia cultural del monstruo. En 1580 Pedro González y su familia se trasladaron a lo que es hoy Italia, y el duque de Parma le concedió un terreno y una renta.

A parte de las crónicas, conocemos la existencia del (ahora sí) famoso Pedro González por los retratos que le hicieron grandes artistas del momento. Uno de los más conocidos se conserva en el castillo de Ambras, en Austria, y muestra al español con su rostro repleto de pelo, pero vestido con jubones de terciopelo y con la postura propia de un noble de su época.

El «hombre lobo» murió en torno al 1618, aunque la fecha baila un año arriba y otro abajo según la fuente. Su historia se desdibujó en el tiempo, pero su vida se considera uno de los primeros casos documentados de hipertricosis congénita universal.

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