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Juan Martín Díez, El Empecinado (c. 1881), réplica de Goya por Martínez Cubells

Juan Martín Díez, El Empecinado (c. 1881), réplica de Goya por Martínez Cubells

200 años

El Empecinado, el guerrillero español ejecutado por Fernando VII tras luchar contra Napoleón

Tras meses de prisión, un tribunal lo condenó a la horca: el 19 de agosto, al ser llevado al patíbulo, todavía logró romper los grilletes e intentó escapar, pero fue reducido por varios soldados que consiguieron finalmente ahorcarlo

Un 19 de agosto de hace 200 años, en la localidad burgalesa de Roa, murió ahorcado, entre los insultos del pueblo, el que fuera uno de los héroes más populares de la Guerra de Independencia. Juan Martín Díez, apodado «el Empecinado», alcanzó la fama como uno de los líderes más audaces de las guerrillas que combatieron al invasor francés.

Su biografía navega entre la oscuridad de las pocas fuentes oficiales y las leyendas que la fueron envolviendo. Y es que la figura de «el Empecinado» es difícilmente distinguible de la enorme campaña propagandística –durante y después de la guerra– que se creó a su alrededor.

Hijo de labriegos, nació el 5 de septiembre de 1775 en Castrillo de Duero (Valladolid). El apodo de «empecinado» lo debía a su localidad natal, pues los habitantes del pueblo eran conocidos así por la abundancia de pecina, un barro negruzco. Fue Juan Martín quien hizo que esta palabra pasase, como actualmente, a ser sinónimo de obstinado o terco, por la tozudez con la que luchó toda su vida.

De joven se escapó de casa para alistarse en el Ejército y, en 1793, consiguió participar en la Guerra del Rosellón como soldado del Regimiento España, obteniendo una valiosa experiencia militar. Acabado el conflicto, se casó con Catalina de la Fuente, vecina de Fuentecén (Burgos), y allí se establecieron hasta que la invasión francesa de 1808 volvió a poner al Empecinado en pie de guerra.

Conocedor del terreno y de tácticas de emboscada, organizó una partida guerrillera que hostigó constantemente a los franceses, primero en la Ribera del Duero y luego en las provincias de Guadalajara y Cuenca. Su grupo, formado por campesinos, soldados desertores y voluntarios, fue creciendo con los éxitos y pasó de mandar doce hombres a comandar un pequeño ejército personal con tres batallones de infantería y numerosa caballería.

La habilidad del Empecinado para moverse rápidamente le permitía esquivar a los contingentes franceses. José Bonaparte envió contra él al general Hugo, padre del novelista Víctor Hugo, que se había probado como un especialista en lucha contrainsurgente combatiendo a los rebeldes de la Vendée y a los brigantes napolitanos. Sin embargo, los esfuerzos franceses fueron incapaces de derrotar al Empecinado.

Sus emboscadas y ataques relámpago se convirtieron en un modelo a seguir para todas las partidas de guerrillas. La figura del líder guerrillero alcanzó enorme fama. La prensa española daba noticias de sus audaces acciones e imprimió estampas con su cara. En 1809, en plena guerra, el propio Goya hizo un retrato del Empecinado que hoy se conserva en una colección privada de Japón.

Con el fin de la guerra se produjo la vuelta a España de Fernando VII, que inicialmente fue generoso con los esfuerzos del guerrillero. Ascendió a mariscal de campo y recibió la Cruz de Carlos III por la conquista de Calatayud en 1810 y la Cruz de San Fernando por su defensa de Alcalá de Henares en 1813. Además, el rey otorgó a Juan Martín Díez el privilegio de poder firmar con el título de «el Empecinado».

A pesar de ello, el guerrillero pronto se enemistó con el monarca por su restauración del absolutismo. El Empecinado había abrazado las ideas liberales y, en 1820, apoyó de forma entusiasta la revolución que obligó al rey a restablecer la Constitución de Cádiz.

Durante el Trienio Liberal, se adscribió a la sociedad secreta de los Comuneros, una escisión de la masonería que defendía la rama más radical del liberalismo. El Gobierno liberal lo nombró segundo jefe militar de Castilla la Vieja, y así se dio la paradoja de que el viejo guerrillero vio vueltas las tornas cuando, convertido en perseguidor, tuvo que luchar contra las partidas de antiguos compañeros de armas, como el cura Merino, que se negaban a acatar la Constitución.

Representación de la ejecución de El Empecinado en la obra Historia de España en el siglo XIX (1902)

Representación de la ejecución de El Empecinado en la obra Historia de España en el siglo XIX (1902)

En 1823, la invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis puso fin al Trienio Liberal y Fernando VII desató la persecución contra los liberales. A diferencia de otros, el Empecinado se mantuvo leal a sus principios pese al derrumbe del régimen constitucional, por lo que fue apresado y encarcelado en la localidad de Roa. Tras meses de prisión, un tribunal lo condenó a la horca.

El 19 de agosto, al ser llevado al patíbulo, todavía logró romper los grilletes e intentó escapar, pero fue reducido por varios soldados que consiguieron finalmente ahorcarlo. Así murió el antiguo héroe, víctima de las sangrientas luchas civiles que arrasarían la España de los siguientes cien años.

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