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«Desembarco de Alhucemas», por José Moreno Carbonero

«Desembarco de Alhucemas», por José Moreno Carbonero

Entrevista a Juan Vázquez, escritor

Juan Vázquez: «Franco fue el mando más destacado del desembarco de Alhucemas»

El autor considera que la negativa del Ministerio de Defensa a conmemorar este centenario «radica en el deseo de no ofender a los marroquíes, pero sin olvidar que tradicionalmente la izquierda española olvida y denuesta nuestra historia militar»

Juan Vázquez García nació en La Coruña, donde reside en la actualidad. Es dermatólogo y doctor en Medicina, pero muy aficionado a la historia militar, llegando a publicar varios libros sobre el tema, especialmente sobre los conflictos bélicos del siglo XX. Para documentarse ha visitado numerosos museos y campos de batalla a lo largo de varios continentes. Hablamos con él para tratar el desembarco de Alhucemas, un hito de nuestra historia que cumple cien años.

Juan Vázquez en el Rif

Juan Vázquez en el RifCedida

–¿Qué supuso el Desembarco de Alhucemas en el contexto general de los años 20?

–Supuso el principio del fin de la guerra de Marruecos, en realidad del Rif. Después de años de reveses y de sangrías inútiles por fin se logró desarrollar una operación arriesgada, muy compleja, que acabó con el sometimiento del territorio. Pero no hay que olvidar que fue una campaña conjunta franco-española. España se encargó del desembarco, mientras que considerables fuerzas francesas atacarían desde su territorio en Marruecos.

–¿Y para el Marruecos anterior a la independencia de 1956?

–Realmente el territorio pacificado era el Rif, habitado por cabilas que no aceptaban el mandato del sultán de Marruecos. Siempre ha sido un territorio diferente, con una lengua diferente, siempre atrasado y abandonado por los marroquíes. Sólo el reciente terremoto, con las violentas revueltas posteriores, ha hecho que el rey de Marruecos (con intereses personales en el territorio) realizara algunas inversiones de consideración en el mismo.

–¿Por qué piensa entonces que desde el Ministerio de Defensa se han negado a conmemorar este episodio militar?

–Personalmente pienso que el motivo principal radica en el deseo de no ofender a los marroquíes, pero sin olvidar que tradicionalmente la izquierda española olvida y denuesta nuestra historia militar. Que varios de los militares más destacados en la campaña, empezando por Franco, tuvieran un papel notorio en la Guerra Civil y en la posguerra también es un factor que ha debido pesar mucho.

–¿Qué visión tienen nuestros «vecinos del sur» de lo que fue el Protectorado y el papel de España?

–Creo que nos ven como una potencia colonial que atentaba contra su soberanía, algo que no hemos sabido presentar adecuadamente. No me extrañaría que algún miembro del gobierno pidiera perdón al monarca alauita. El legado español se ha dejado morir y se ha perdido la oportunidad de mantener una influencia destacada en el territorio, al contrario de lo que ha hecho Francia.

–La guerra del Rif dividió al Ejército y a la sociedad prácticamente desde 1906. ¿Quiénes tuvieron mayor responsabilidad en aquella situación?

–El servicio militar era un castigo para la mayor parte de los reclutas. El nivel de los oficiales era malo y la mayoría provenían de clases acomodadas, que rehuían el combate y el servicio en África. La imagen del Ejército liberal que luchaba contra el absolutismo del siglo XIX era ya historia y la catástrofe de 1898 no hizo sino empeorar su imagen. Pero el nivel tan bajo del Ejército era una consecuencia directa de la pésima gestión política durante varias generaciones.

Las derrotas en el norte de África eran un reflejo de la situación de España, una nación en decadencia, autodestructora, avergonzada de sí misma

–La imagen del Ejército en 1921 no era buena entre la sociedad civil, ¿cuál era la causa?

–El servicio militar a principios del siglo XX era una pesadilla para las clases bajas, es decir, la mayoría de la población. No existió una auténtica clase media importante hasta los años sesenta, en pleno régimen franquista. Las clases acomodadas a principios del siglo tenían recursos para evitar que sus hijos hiciesen el servicio militar. Los de las clases bajas no, y eso en sí mismo ya era un problema.

Las campañas africanas no hicieron sino empeorar las cosas. La escasez de recursos y la corrupción generalizada hacían que el servicio militar fuese un martirio para buena parte de los reclutas. Mal vestidos, mal alimentados, con pésimos acuartelamientos, mal instruidos, con un nivel de alfabetización escaso, con malos oficiales y peores suboficiales, los que volvían del servicio militar no tenían sino motivos para odiar a la institución en un elevado porcentaje.

Un grupo de legionarios y regulares defienden una posición, Guerra del Rif

Un grupo de legionarios y regulares defienden una posición, Guerra del Rif

–Anual, Uarga… ¿son sólo derrotas en el contexto colonial de la época?

–Además de sangrientos episodios, que no se podían ocultar ni se trató de presentar de otra manera a la sociedad, al contrario de lo que era habitual en los anglosajones (recordemos Afganistán, la guerra de los bóers o Isandlwana, desastres militares que los británicos adornaron de inmediato), las derrotas en el norte de África eran un reflejo de la situación de España. Una nación en decadencia, autodestructora, avergonzada de sí misma, cainita, que no era capaz de controlar un territorio que no parecía presentar grandes dificultades para la sociedad.

–¿Estuvo el rey Alfonso XIII informado de todo por el Gobierno de Primo de Rivera?

–El rey fue informado por Primo de Rivera de todas las operaciones y negociaciones con los franceses. No había motivo para ocultarle nada, pero tampoco para preguntarle su opinión y menos tenerla en cuenta.

–Otra cuestión es el operativo militar que se empleó en la planificación del desembarco. ¿Cuáles fueron las fuerzas que intervinieron en Alhucemas?, ¿qué papel tuvo Francia?

–El conjunto de la campaña era franco-español, pero, en Alhucemas, la participación francesa se limitó a seis bombarderos pesados Farman Goliath, y una fuerza de apoyo naval de un acorazado, dos cruceros ligeros, dos torpederos y dos monitores. El acorazado París era la unidad más potente de toda la fuerza naval.

Las fuerzas de desembarco consistían en dos brigadas, con unos 20.000 hombres, seis baterías de artillería de campaña, una unidad de carros de combate, numerosas unidades logísticas y sanitarias, más de 130 aviones, y hasta 140 unidades navales, incluidos dos acorazados y cuatro cruceros ligeros.

–¿Por qué nunca se menciona a Petain?

–La actitud francesa cambió radicalmente a partir de abril 1925, cuando Abd-el-Krim cometió el error de atacar el territorio francés. Aunque tuvo éxitos iniciales y causó miles de bajas entre las fuerzas coloniales francesas, éstas fueron rápidamente reforzadas y contuvieron la embestida rifeña. Sin embargo, el gobierno de París fue ahora plenamente consciente de la verdadera realidad rifeña y, además de los considerables recursos empleados, puso a Pétain al mando.

Tradicionalmente en la historiografía española se ha olvidado el papel de Francia, y no hay que olvidar que la campaña era franco-española y que las fuerzas terrestres y aéreas empeñadas por Francia fue superior a las españolas. Cuando Pétain se hizo cargo del escenario el acuerdo fue muy rápido. Sin duda, su anticomunismo era un factor importante, pues Abd-el-Krim estaba apoyado por la Internacional. A nivel personal, se entendió pronto con Primo de Rivera.

–¿Qué vínculos podemos encontrar con Gallipoli y posteriormente, con el éxito de Normandía?

–El antecedente de Gallipoli pesaba mucho en la operación de Alhucemas. Era el único referente y había sido un sonoro fracaso al fallar numerosos aspectos: apoyo naval inadecuado, a pesar del considerable número de unidades empleadas, graves defectos en la cadena logística, tropas mal preparadas, mandos descoordinados actuando aisladamente, pobre reconocimiento del terrero, desconocimiento de las capacidades del enemigo, fracaso en la ampliación de la cabeza de playa en los primeros momentos, etc…

En mi opinión no hay relación con Normandía. En la Segunda Guerra Mundial hubo varias grandes operaciones anfibias previas a Overlord que permitieron extraer las conclusiones adecuadas y obtener la experiencia suficiente para una operación de tal magnitud: Operación Torch y Sicilia, con grandes unidades, y muchas más pequeñas, como Dieppe, y asaltos anfibios en el Pacífico como Tarawa.

Y la gran olvidada, tal vez también por los estrategas de Alhucemas, fue la Operación Albión, la ocupación por parte de fuerzas alemanas que cerraban el golfo de Riga, ocupadas por los rusos, en 1918. Resultó una brillante operación anfibia, aún a escala más modesta, pero que contó con un poderoso apoyo naval e incluso aéreo, y se saldó con una brillante victoria.

–¿Puede existir un intento de silenciar a esos militares «africanistas» que como Franco tuvieron un exitoso papel en septiembre de 1925?

–Sin duda alguna. Franco fue el mando más destacado de la campaña, destacando por su capacidad táctica y agresividad, sabiendo como galvanizar a sus hombres. Otros mandos de batallón o similar, como Varela y Muñoz Grandes, serían destacados mandos en la guerra civil. Muñoz Grandes llegaría a mandar la División Azul. No cabe duda que destacar sus virtudes militares es muy incómodo e incluso desagradable para ciertos sectores de la clase política y la sociedad española.

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