
Desembarco de Alhucemas en la parte del Guerra del Rif
Uad Lau, el señuelo del desembarco de Alhucemas
Ante la certidumbre de que Abd el Krim esperaba un desembarco, porque no era posible ocultar los preparativos, los españoles trataron de confundir al rifeño
El llamado problema de Marruecos, admitiendo la necesidad de conservar el protectorado como obligación y garantía de presencia internacional, solo podía resolverse mediante una acción militar contundente. Y, desde que se vio la intervención en el Rif como inevitable, pasaba por tomar la parte central de la zona, someter las cabilas que se asentaban en la bahía de Alhucemas y así controlar una rebelión permanente, no solo contra España sino también contra el Majzén.
La manera de operar tenía dos posibilidades: por tierra, desde Melilla y Ceuta, o por mar mediante un desembarco. Estos proyectos anfibios se habían empezado a diseñar en 1911 con el general Luque de ministro de Guerra, retomados en 1913 por Gómez Jordana y muy elaborados en 1916. Acontecimientos en otras zonas de Marruecos, que obligaron a priorizar operaciones diferentes, y el miedo a un fracaso como el de Gallipoli, aplazaron los intentos. No hay que olvidar que un desembarco es la operación más difícil en una guerra.
Cuando en 1925 se decide, por fin, el desembarco, los rifeños conocían de sobra que ese era el viejo plan español. Faltaba decidir cuándo y dónde. Abd el Krim, temeroso de llegar al final de su aventura, decidió contraatacar en Kudia Tahar con el objetivo de cercar Tetuán y poner en jaque a los españoles. Pero le salió mal: Kudia Tahar resistió, se enfrentó a El Raisuni y sus seguidores fieles, atacó a los franceses en el Uarga y se enredó en una huida hacia adelante. Abd el Krim no era un líder marroquí, solo rifeño. Nunca tuvo apoyos de gentes llegadas de la zona francesa.
Ante la certidumbre de que Abd el Krim esperaba un desembarco, porque no era posible ocultar los preparativos, los españoles trataron de confundir al rifeño. Se llevaba en el mayor de los secretos el lugar y la fecha. Y se trataba de difundir, como es normal en estos casos, informaciones falsas que confundieran al enemigo.
Una de las maniobras que se prepararon fue tratar de confundir a El Khattabi haciendo difundir noticias acerca de que el desembarco se iba a producir en Uad Lau, una amplia playa donde desembocaba el río Lau y que era el final de la línea Estella de protección de Tetuán-Ceuta-Larache. Era una añagaza fácil y no sé si alguien pensó que iba a engañar con eso a Abd el Krim.
El lugar no tenía valor estratégico en ese momento. Y llegar desde allí al centro del Rif iba a presentar los mismos defectos que el plan con el que fracasó Silvestre: atravesar una cadena de montañas y perderse en un laberinto de barrancos. No obstante, se pretendía que el rifeño, por precaución, mandara parte de las numerosas huestes que usó en Kudia Tahar hacia ese punto y quitarlas del refuerzo a Alhucemas.

Fotografía de los supervivientes de Kudia Tahar publicada en el semanario ilustrado madrileño Nuevo Mundo
Cuando la expedición naval salió de Ceuta, el ejército embarcado pensaba que iban a realizar una operación de desembarco en Uad Lau porque a tanto llegó el disimulo y el afán por difundir la especie. Una vez en los barcos, los oficiales fueron informados de la realidad del proyecto mediante la distribución la orden de operaciones que desvelaba la importancia del acuerdo franco español para la misión marítimo-terrestre en el corazón de la fuerza de Abd el Krim el Khattabi.
El 6 de septiembre de 1925, para dar apariencia de realidad al engaño, la escuadra hizo un amago de operación sobre Sidi Dris (la que partió de Melilla) y Uad Lau (la que lo hizo desde Ceuta). El plan inicial preveía que parte de la columna del general Saro desembarcar en Lau, atrajera a las fuerzas enemigas castigando sin derroche de municiones y con auxilio de la aviación. La columna de Fernández Pérez haría lo propio en Sidi Dris. Se trataba de soltar barcazas K, hacer un simulacro y continuar hasta la playa de la Cebadilla en Alhucemas, como detallan Guerrero, Troncoso y Quintero en La columna Saro en el desembarco de Alhucemas (Barcelona 1926). Pero fue solo un artificio.
Gregorio Corrochano, enviado del ABC y testigo presencial, señalaba en su crónica, que las barcazas pasaron frente a la costa sin ningún propósito de desembarco. Y López Rienda, que informaba de las operaciones para El Sol, reproducía las instrucciones del general en jefe en Del Uarga a Alhucemas (Madrid, 1925): «Así, pues, las primeras demostraciones frente al Lau y Sidi-Dris y Quilates son meramente fintas o amagos».
Ni los españoles dieron a esta maniobra más importancia que la de confundir al enemigo con noticias falsas, ni los rifeños cayeron en la trampa.